Recuerdos del día golpe de Estado: Manini Ríos fue saludado en la calle y Astori lamentó el apoyo dado a comunicados 4 y 7

REDACCIÓN  
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“Recuerdo que me fui caminando por la calle Garibaldi, el Liceo Militar estaba por esa época donde hoy está el Comando del Ejército, en Garibaldi y bulevar Artigas. Me fui por Garibaldi sin entender mucho de qué se trataba, qué había pasado. Me acuerdo de que la gente saludaba, yo estaba uniformado, con el uniforme del Liceo Militar, que es un saco azul y corbata, tenía el escudito del Liceo Militar. La gente saludaba yo diría que con simpatía, con deferencia, es lo que iba viendo en el camino”.

El recuerdo pertenece al hoy senador Guido Manini Ríos y está registrado en Memorias del 27 de junio de 1973: el fantasma que nos habita, un libro de reciente aparición escrito por el periodista Gabriel Sosa y publicado por Ediciones de la Banda Oriental con motivo de los 50 años del golpe de Estado. En él, el ex comandante en jefe del Ejército expresa que esa mañana, a sus 14 años, entró “normalmente a clase”, que un oficial les explicó lo que había pasado y les dijo que “se adelantaban las vacaciones de julio” y que volvieran a sus casas. Si bien admitió que “no alcanzaba a entender bien la significación de aquello”, percibió “una tranquilidad total en todos lados”.

“En ese momento sentíamos la felicidad de tener un mes de vacaciones; en vez de 15 días, un mes entero. Pero nadie podía analizar la significación de eso ni qué etapa nueva comenzaba el país, eso estaba lejos de nuestro alcance”, agregó.

En el libro, según indicó el autor en el prólogo, se les pidió a 45 personas que vivieron el golpe de Estado en Uruguay que “traten de recordar aquel día bisagra en el que este dejó de ser un país con problemas, pero con soluciones posibles, para pasar a ser rehén de una conjura de traidores”. La única condición fue que los consultados, a quienes no se les corrigieron fechas ni acontecimientos ni se les pidió aclaraciones a sus recuerdos, con la intención de “repasar memorias y desmemorias”, fueran “demócratas, republicanos”. Así, en las páginas hay un variopinto compendio que incluye dirigentes políticos (Danilo Astori, Luis Alberto Lacalle, Beatriz Argimón, Liliam Kechichian), músicos (Jaime Roos, Vera Sienra, Diane Denoir, Mario Carrero), periodistas (Rosario Castillo, Emiliano Cotelo, Jorge Traverso), docentes, escritores o historiadores (Ana Ribeiro, Gerardo Caetano, Alicia Migdal, Mercedes Rosende), sindicalistas (Richard Read, Graciela López) y otras personalidades de distintos ámbitos (que van de Cacho de la Cruz a Mirtha Guianze).

El recuerdo de Astori, exvicepresidente, exministro de Economía y exsenador, es bien diferente al del líder de Cabildo Abierto. Quien muchas veces se debió quedar a dormir en su oficina de decano de la Facultad de Economía dada la situación reinante, la vivió como una “jornada largamente anunciada” en la que “gran parte del pueblo uruguayo vio que el poder militar quería someter al poder civil y naturalmente dominar las instituciones”. Sin embargo, reconoce que en lo previo hubo “un segundo paso o camino para interpretar eso, que incluso asomó en algunos sectores de la izquierda, por suerte por poco tiempo: que esto era una especie de controversia entre la oligarquía y el pueblo”. Aquí refiere —sin nombrarlos— a los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas en febrero de 1973, en su momento respaldados por el Partido Comunista del Uruguay (PCU). “Luego la historia demostraría que esta interpretación era totalmente equivocada”, indicó.

El del expresidente Luis Alberto Lacalle menciona episodios “anunciados”, que “era evidente que iban a terminar en eso” y, sin embargo, los “tomaron a todos por sorpresa” y que el día anterior ya había “rumores bastante concretos y fuertes”. Él era diputado. “Fui al Parlamento, encontré prácticamente vacío el Palacio y muchos legisladores sacando sus cosas y yéndose. Pensé que iba a haber alguna forma de resistencia o de quedarse en el Parlamento para dar testimonio de alguna resistencia, pero no ocurrió nada de eso de lo que yo creía”. A la mañana siguiente, continuó, fue hasta el Directorio del Partido Nacional, donde tampoco notó “demasiada actividad”. El episodio que cumple medio siglo, a su criterio, “tiene sus antecedentes en la guerra subversiva de los tupamaros”.

Parecida es la consideración del exministro del Interior Guillermo Stirling, quien habla de un deterioro “paulatino y constante” del país y que “el sistema político no tuvo en ese momento una fuerza para evitar el desbarranque”.

Los testimonios son tan distintos como las personas que aceptaron contar sus recuerdos de ese día. El murguista y publicista Raúl Castro, que tenía 23 años, habló del momento en que se apagó la llama de la refinería de Ancap en La Teja, en la que era operario. Las memorias de Graciela López, quien entonces trabajaba en la textil Fibratex, son estremecedoras sobre ese día y desgarradoras sobre las consecuencias de la represión posterior en compañeros que nunca volvieron a ser los mismos: “Creo que llorábamos sin saber por qué. O sí, sabiendo por qué, lo que nos esperaba”. La taquígrafa Raquel Sienra fue quien pasó a máquina el último discurso como senador de Wilson Ferreira Aldunate.

Jaime Roos, joven músico de 19 años, estudiante de Ciencias Económicas, vecino de la plaza Libertad, fue gaseado y corrido a tiros durante la histórica marcha del 9 de julio de 1973 en protesta por el golpe. En ese día, Rosario Castillo debió refugiarse en lo que “era un cine muy conocido”. Su padre, el también periodista Ruben Castillo, eran quien había convocado en clave a esa marcha desde Radio Sarandí, recitando reiteradamente el poema Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, de Federico García Lorca, y su verso “a las cinco de la tarde”. Con instinto paternal, quería excluir a su hija de su llamada: “Como siempre pasa en estos casos, me decía ‘hija, no salgas, no salgas, no salgas’”.

En uno de los testimonios más largos —algunos fueron recogidos de forma oral y otros fueron brindados por escrito—, el comunicador Sergio Puglia habló de “quiebre afectivo, de pérdida de aquel modelo de país” y “antesala de una época terrible” que a él lo encontró trabajando como funcionario administrativo en el IAVA. El de Alberto Kesman es corto pero sentido: “No me siento en condiciones de hacer un análisis político y tampoco podría decir exactamente qué hice o cómo me enteré ese día preciso (…), pero lo que nunca se me va a olvidar es esa sensación de atropello, de ataque a la democracia, la sensación de que algo malo estaba pasando”. El actor Cacho de la Cruz, por su propio ritmo de vida, “no sabía si era la noche o el día”; sí recuerda que un militar le dijo que no cantara más Hagan ruido en su programa Cacho Bochinche.

En muchos de ellos estaba presente el recuerdo sonoro de A Don José, de Los Olimareños, que se oía ininterrumpidamente en la radio. “El país le debe todo un acto de desagravio a Los Olimareños, al Maestro Lena y a don José Artigas por tremendo desatino”, indicó Mario Carrero. También rememoran la fracasada convocatoria a la ciudadanía en febrero de ese año del entonces presidente, Juan María Bordaberry, a respaldar las instituciones en la plaza Independencia, que evidenció un mínimo respaldo popular. “No tenemos herida colectiva más grande”, prologó Sosa. “Salvo un puñado de miserables, todos fuimos víctimas (…). El fantasma está ahí para todos, pero cada uno lo percibe con mayor o menor nitidez”.

Información Nacional
2023-06-01T00:41:00