La discusión sobre el desafuero de Manini fue “removedora” y tenía que correr en paralelo al tratamiento de las actas

entrevista de Federico Castillo 
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Beatriz Argimón tiene la imagen de sí misma caminando en soledad por el Salón de Los Pasos Perdidos y preguntándose cómo hacer funcionar al Parlamento en plena pandemia. Era una tormenta perfecta. Había apuro por aprobar la ley de urgencia y el Palacio Legislativo estaba prácticamente cerrado. En esos momentos de cuarentena voluntaria en la población uruguaya, la vicepresidenta de la República pasó de planificar los temas políticos y proyectar una institución “más cercana a la gente” a tener que comprar termómetros y alfombras sanitarias. Argimón dice que con la aprobación de la Ley de Urgente Consideración, en medio de un contexto inusual y cargado de protocolos sanitarios, el “primer mojón” ya fue despejado. Y que ahora, en una aparente pospandemia, se encamina hacia el otro gran debate, una ley de Presupuesto de la que prevé esté rodeada de manifestaciones y movilizaciones, aunque sin temor a que haya desbordes sociales.

La vicepresidenta, que asegura que gracias a su intervención el tema de las actas militares divulgadas en las últimas semanas tomó estado parlamentario, confiesa que tuvo sus dudas al momento de votar o no el desafuero del senador cabildante Guido Manini Ríos. Y que hubo fuertes debates internos en su partido. “Todo fue muy fermental, muy removedor”.

Argimón también habla respecto a dos temas inevitablemente polémicos. Sobre la continuidad de Carlos Moreira como candidato multicolor a la Intendencia de Colonia después del escándalo de los audios, dice, lacónicamente, que “la gente manda”. Y sobre su propio affaire viral con una conversación entre ella y el relacionista público Fernando Cristino, señala que no estaba acostumbrada a transitar un episodio mediático “adverso” y “hostil”, pero que “de todo uno aprende”.

Lo que sigue es un resumen de su entrevista con Búsqueda.

—Cuando asumió la vicepresidencia se trazó el objetivo de acercar el Parlamento a la gente, pero en el medio hubo una pandemia que prácticamente cerró las puertas del Palacio Legislativo por unos meses. ¿Qué evaluación hace hoy sobre eso en este primer semestre de gobierno?

—Primero defino los temas en los que quiero trabajar y después me planteo objetivos a corto y mediano plazo. Para los que tenemos experiencia parlamentaria sabemos que en el primer año tiene el estudio del Presupuesto como tema importante, pero también sabía que estaba el agregado de la Ley de Urgente Consideración (LUC), que había sido una promesa electoral y que el presidente quería cumplir en los primeros días de mandato. Junto con esto tenía la propuesta de un proyecto comunicacional que tenía que ver con el acercamiento del Parlamento a la gente.

—Eso quizás tenía más que ver con la impronta personal que le quería dar a su gestión.

—Lo comunicacional y el acercamiento con la gente eran los dos temas que más me interesaban. A partir del 13 de marzo toda la planificación quedó en suspenso. Había mucha incertidumbre con la pandemia. Y estaba el agravante de que yo tenía que sacar la LUC de alguna manera. Entonces pasé de aquella planificación a comprar termómetros y alfombras sanitarias. Hicimos un protocolo muy intenso para poder no solo sesionar sino además para que pudiera venir la sociedad que quisiera venir a aportar. Y eso implicaba un desafío muy fuerte que por suerte salió. La tarde en que la LUC salió como ley sentí que habíamos conquistado el primer mojón. Por ser una promesa electoral y además porque todas las fuerzas políticas supieron estar a la altura de las circunstancias.

—Se pudo dar el debate en las Cámaras, que fue una cuestión que estuvo bastante en duda.

—Y además había algo que me preocupaba y es que desde el primer momento yo sentí que además de la diversidad de partidos hay distintas generaciones bien marcadas. Entonces, cuando, por ejemplo, nos planteamos la posibilidad de llevar adelante las sesiones a través de Zoom, no todo el mundo estaba de acuerdo. Los más grandes, fundamentalmente, nos dijeron que debían ser presenciales. Eso nos exigió mucho, tener ese equilibrio y armonía en la toma de decisiones. Desde lo ideológico hasta las distintas generaciones que convivimos, especialmente en el Senado.

—Sobre las distintas generaciones, es novedoso que la vicepresidenta tenga su propio podcast con temas fuera de agenda. ¿Por qué decidió hacerlo?

—Es común en el Parlamento que alguno de nosotros sienta que faltan en el debate temas que hacen a lo cotidiano de la sociedad o que preocupan mucho a la sociedad. Por ejemplo, yo he hablado de la penalización a la maternidad. Eso en un país donde hay muy baja natalidad, y en donde las nuevas generaciones postergan la maternidad porque sienten que eso conspira en avances en su profesión. Estos temas, que pertenecen a algunos sectores de la población y, sin embargo, inciden en la vida cotidiana y en lo público, no pueden no interesar. Hay otros temas que hacen al día a día. La otra vez pensaba si la gente sabe realmente lo que elegimos el 27 de setiembre. El tercer nivel de gobierno es de lo mejor que nos ha pasado. Yo en mi época de edila, junto con Gustavo Penadés, peleé por la descentralización de Montevideo. Los grandes medios se ocupan de la figura de los intendentes, pero sin embargo no se visualizará fuertemente lo que significa para la gente de los barrios el elegir a los candidatos a concejales y alcaldes. Son el auténtico motor que dinamiza la campaña de los candidatos. Eso no se visualiza mucho, no prendés la tele o la radio y los ves hablando. Me siento muy cómoda haciendo el podcast porque encaucé por ahí la necesidad de hablar de temas que están fuera de la agenda.

Foto: Nicolás Der Agopián / Búsqueda

—Uno puede suponer que la ley de Presupuesto es otro de los mojones parlamentarios. Ya hay un paro general previsto, las organizaciones y sindicatos comienzan a manifestar sus reclamos. ¿Cree que se empieza a terminar esta especie de luna de miel entre la población y el gobierno?

—Me parece que en realidad no había mucha luna de miel sino que lo que hubo fue un componente que incidió mucho, que fue la situación sanitaria.

—Pero justamente la pandemia funcionó como freno y sirvió para que haya cierta sintonía con el gobierno y su manejo de la enfermedad.

—Por eso, sirvió para que de pronto no hubiese reclamos mucho más fuertes, de movilización pública.

—Y el gobierno, sobre todo el presidente Luis Lacalle Pou, encontró una oportunidad para conectar con la población. Pero ahora baja la espuma de la pandemia y sube la de los reclamos.

—Creo que ese puente del presidente de la República, directo con la población, en un momento difícil, fue una situación donde uno ve por un lado un liderazgo y por otro una población que antepuso el cuidado de toda la sociedad. Ese fue un fenómeno muy interesante. Y creo además que ese fue un gran mensaje para todos. La gente salteó partidos, estuvo a la altura de lo que le estaba pasando a la sociedad y le importó tres cominos lo que pensara el referente político. Me parece fantástico.

—A eso me refería con lo de la luna de miel.

—Ah, pero yo estoy acostumbrada a otra luna de miel. Yo viví otros gobiernos donde no hay muchos espacios para eso. Y este venía como que no iba a ver mucha luna de miel. Todo pintaba para eso. No se sabía el contenido de la LUC y ya había paros planificados y casi un referéndum. Pero bueno, pasó esto de la pandemia. Al estar medianamente controlada —nunca está del todo, pero viene dando resultado— entonces ahora viene una etapa donde generalmente se juega fuerte. Y creo que habrá algún cuidado que otro por las características del momento, pero que va a ser una instancia de mucho debate. Adentro y desde las organizaciones. Tradicionalmente es así.

—¿Siente que los reclamos y manifestaciones pueden estar más potenciados que en otros gobiernos? ¿Teme por algún tipo de desbordes?

—No. Salvo que existiera quien fogonee episodios como esos, el uruguayo sabe de los tiempos. O sea, va a haber manifestaciones, siempre las hay en los presupuestos. Va a haber manifestaciones y medidas, ya se están anunciando. Pero vuelvo a decirte: si sigue siendo dentro del marco de las organizaciones que se movilizan como siempre, no tengo temor a desbordes. Siempre que no aparezca algo diferente, que no sería lo habitual en la sociedad uruguaya.

—En esta última semana se ha hablado bastante de una supuesta intromisión del gobierno en distintas campañas municipales. ¿Está de acuerdo en que hay una intromisión?

—Entiendo las críticas. Y de pronto más porque venimos de algún gobierno donde no había una marcada presencia del presidente de la República a nivel de todo el país. Tengo muy claro que tanto durante la campaña y en mis primeras reuniones con el presidente, si hay algo que marcaba era la necesidad de recorrer permanentemente el país. La verdad, no lo veo como una intromisión en la campaña electoral.

—Bueno, pero justo está recorriendo los departamentos donde la elección está más reñida…

—Sí, pero también ha ido a otros departamentos. No lo veo así. Sinceramente lo veo como parte de la estrategia de gobierno. Es más, las recorridas serían mucho más intensas si no fuera por las medidas sanitarias.

—Usted ha recorrido barrios y ha participado en actos de la candidata multicolor, Laura Raffo.

—No estoy inhabilitada a hacerlo. Lo mío es porque formo parte del Legislativo y porque siempre he participado en las campañas de Montevideo. Y creo que nos hace bien a los legisladores recorrer los barrios.

—¿Cómo vivió el caso de las últimas actas militares que se dieron a conocer y la discusión sobre el desafuero del senador Guido Manini Ríos?

—Tengo vinculaciones con la organización de familiares. Y cuando presidí la Comisión de Derechos Humanos acá, traigo a Carlos Almada, que había descubierto en Paraguay los archivos del Plan Cóndor. Eso fue un cimbronazo. De ahí seguí el tema de los derechos humanos e hice que el partido tuviera su propia comisión. En este gobierno el presidente les dijo a los familiares que yo soy el vínculo. Hace unas semanas me llamó Elena Zaffaroni para reunirse conmigo. Y me trajo parte de las actas. Cuando vi en esas hojas parte del contenido, le dije que le iba a comunicar al presidente y también dije que esto tenía que tener estado parlamentario. Son esos momentos. Si yo no le hubiera dado estado parlamentario, esto se terminaba. Llamé al ministro de Defensa y a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, porque al estar la solicitud de desafuero de Manini no era bueno que se entremezclaran las cosas. A estas cosas hay que mirarlas en perspectiva. Y por eso mismo lo mandé a la comisión ese mismo día.

—Pero inevitablemente se mezclaron los temas. Y el Partido Nacional estuvo debatiendo durante varios días si votar o no votar el desafuero de Manini

—Hubo debates internos. Fue verdad. Sin lugar a dudas. ¿Qué pasó? La generación del 83 está ahora en varios lugares de decisión. Una generación que vivió esto muy de cerca y que la pasamos duro siendo muy jóvenes. Entonces, sin darnos cuenta empezamos a trasladar una cantidad de temas al debate. Y sin dejar de lado el rol institucional, en el debate, muy franco, había un tema de… pasión. Y cuando nos dimos cuenta de lo que nos estaba pasando, tuvimos que postergar porque sentimos que se estaba mezclando una época que habíamos vivido con la decisión que teníamos que tomar. Y que se estaba contaminando el tema.

—¿Y usted qué posición tenía sobre votar o no el desafuero?

—Mi duda era, frente a que no estaba 100% convencida, si podía constituir causa para juzgarlo, qué posición tomar si el propio senador me lo estaba pidiendo. Si Manini está pidiendo que quiere el desafuero, ¿qué hago? Eso me hacía dudar. Yo les hice este planteo a mis compañeros, aunque desde el principio supe que iba a priorizar lo institucional. Pero fue todo muy fermental, muy removedor.

—¿Y ahora, con el pronunciamiento de Manini, esas dudas se despejaron?

—Seguí muy de cerca el tratamiento jurídico. Y como dije, lo institucional es lo que yo tenía que priorizar. Y así se lo trasladé al presidente.

Foto: Nicolás Der Agopián / Búsqueda

Usted, que era entonces presidenta del Directorio del Partido Nacional, fue muy firme en condenar al exintendente de Colonia, Carlos Moreira, cuando el episodio de los audios filtrados y su presunto abuso de funciones. Pasó la tormenta y Moreira sigue en carrera como candidato a intendente por el Partido Nacional. ¿Qué reflexión hace de esto?

—Primero, lo mío no era contra la persona Carlos Moreira. Es con que hay que entender que en el siglo XXI tiene que haber otros estilos de liderazgo. Ahora, aprendí, sin lugar a dudas, como demócrata y como militante de siempre, que en política manda la gente. Y eso… acá no son números mágicos. Son números que tienen que ver con la democracia. Y si la gente decide, la gente decide. La gente manda.

—¿Pero manda por encima de la voluntad de un partido de condenar éticamente una actitud?

—Te vuelvo a decir: la gente manda. Y es lo que está pasando. Creo que fue un episodio que tuvo que ver con una mirada desde las autoridades del partido que se manifestaron. Pero manda la gente.

—¿Qué le dejó el episodio de los audios con el relacionista público Fernando Cristino?

—Aprendizaje. De todo aprendés. No estoy acostumbrada a episodios mediáticos adversos, sentí en algún momento que se estaba haciendo de esto algo hostil. Di mi mirada en una carta pública y me dediqué a trabajar acá, que es lo que tengo que hacer.

—¿Y cuál fue el aprendizaje?

—Soy una persona confiada. Hay episodios que te hacen pensar si uno tiene que evaluar también algunos aspectos que hacen a una investidura como la que tengo ahora. El tema es que yo en cada cargo que asumía, parte de mi ejercicio era “esto dura cinco años, y no puedo dejar de ser la Beatriz que soy”. Y eso lo sentí el día que llegué acá. Entonces uno se enfrenta cuando tiene episodios tan hostiles, si yo no debía cambiar. Y estoy segura de que un político, y tengo la vocación política muy marcada, no debe nunca abandonar el tema de la cercanía con la gente. Pero bueno, de todo uno aprende.

Contratapa
2020-09-17T00:53:00