Todo nos sale al revés

Todo nos sale al revés

La columna de Facundo Ponce de León

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Nº 2099 - 26 de Noviembre al 2 de Diciembre de 2020

El primer ejemplo histórico de que todo puede salir al revés, lo resume el siguiente pasaje:

“Quizás en todo el desarrollo del cristianismo a lo largo de los siglos, nada está más lejano y más ajeno a la letra y al espíritu de las enseñanzas de Jesús de Nazaret que el minucioso catálogo de castigos futuros y el enorme poder de coacción por el miedo. (...) Es una ironía terrible que la ?buena nueva’ de los Evangelios, que anuncian la ?vida eterna’, diera al fin un resultado del aumento del miedo y no de alegría en la Tierra, que no haya hecho más fácil sino más dura la muerte para el hombre”. (Hannah Arendt en ¿Qué es la autoridad?)

Alguien puede opinar que esto se aplica específicamente a la Iglesia católica y a un error de diseño institucional: para transmitir la alegría de la vida eterna se enfocó en el miedo de no merecerla. El mensaje de amor se diluyó en el temor de no ser amado. Salió al revés. Podría ser solo ese caso. Sin embargo, como espero exponer, es una constante de la historia humana.

Piensen en el Estado liberal, concebido desde su fundación como el espacio de la libertad y el florecimiento humano. Resultado: asfixiante burocracia y sociedad de masas. El proyecto salió al revés. En términos teóricos fue Max Weber quien lo vio con claridad meridiana. Necesitamos la burocracia, es una garantía para las sociedades, un requisito indispensable para desarrollar nuestras vidas. No podemos más que agradecer su existencia porque sin ella sería imposible vivir en comunidad.

Imaginen por un segundo no tener cédula, ni pasaporte, ni contador de luz, ni canillas, ni semáforos, ni desinfectante, ni teléfono donde solicitar un hisopado o un cambio de contrato cualquiera... No hay manera. Sin embargo, esa estructura burocrática que llamamos Estado y es nuestra condición de desarrollo personal y comunitario, complica nuestra existencia de un modo atroz. Al revés de lo que debería, la burocracia estatal tranca cuando es la que debería hacernos fluir, del mismo modo que la Iglesia intimidaba a sus fieles cuando debía inspirarlos.

En la misma línea podemos pensar la Ilustración y su proyecto de liberar al ser humano a través de la razón. ¿En qué terminó? En una sociedad irracional consumista. En 1784 Kant escribió que la humanidad había llegado a la edad adulta con el proyecto ilustrado. En 1930 Freud en El malestar de la cultura nos explica los comportamientos infantiles y adolescentes que tienen las generaciones siguientes a esos adultos kantianos. De un texto a otro pasaron 146 años y todo se dio vuelta. En vez de maduración, nos volvimos más inmaduros. Al revés.

Otro ejemplo: el marxismo. El proyecto libertario comunista terminó en el bolchevismo policial soviético. Un programa político concreto para liberar al ser humano de las cadenas del sistema capitalista, terminó generando una asfixia inaguantable. Aun aquellos que siguen pensando que el marxismo puede tener algún asidero, saben que esa experiencia salió al revés y que lejos de llegar a la emancipación, hubo un control que imposibilitó la libertad tan añorada.

Hablamos de la Iglesia, el Estado, la Ilustración, el marxismo todos proyectos para el florecimiento humano que se vuelven inhumanos. La objeción de que haya buenos religiosos, burocracias eficientes, fallas de aplicación del socialismo o evidentes avances a partir de la razón ilustrada, no debe hacernos perder de vista que la clave del asunto es que todo proyecto humano se desarrolla al mismo tiempo que la posibilidad de su negación.

¿Cambió algo en esto la llegada de Internet y las redes sociales? Nada. Absolutamente nada.

Javier Mazza, colega especialista en Twitter, me facilitó una prueba concluyente: la entrevista al cofundador y CEO de Twitter, Jack Dorsey, que le hizo Brian Hiatt para la revista Rolling Stone. Al inicio, se repasa el proyecto inicial de las redes sociales: libertad, acceso universal, posibilidad de expresión. Es como que si uno dijera: Ahora sí, lograremos lo que la Ilustración no pudo; una conversación global y libre para que los seres humanos se comuniquen más y mejor. Internet y sus redes sociales son la plataforma que permitirá lo que los Estados no pudieron concebir. ¿Cómo viene saliendo ese plan? Al revés.

“Me preocupa. Soy un ciudadano de este mundo. Siento el peso de cómo se usa nuestra herramienta en la sociedad para cosas de las que no estoy orgulloso”, declara Dorsey, y el periodista le pregunta: “¿Por ejemplo, de qué no está orgulloso?”. El creador de Twitter responde: “Crear burbujas y cámaras de eco. No estoy orgulloso de eso. Definitivamente ayudamos a dividir a la gente. Definitivamente creamos aislamiento. Definitivamente hacemos que sea fácil para las personas confirmar sus propios prejuicios. Solo les hemos proporcionado una herramienta, que es seguir una cuenta que confirmará en un 90% cualquier sesgo que tenga. Y no les permite buscar otras perspectivas. Contribuye al tribalismo. Contribuye al nacionalismo. Y es contrario a lo que necesitamos que el mundo considere, que es, ¿cómo resolvemos el cambio climático? No hay ningún país en el planeta que lo resuelva solo. ¿Cómo resolvemos que la inteligencia artificial no elimine todos nuestros trabajos o la posibilidad de una guerra nuclear? Estas son conversaciones globales y hay que apuntar en esa dirección. Pero ahora mismo la red apunta hacia adentro”.

Esta confesión de Dorsey se publicó el 23 de enero de 2019. Asistimos diariamente a esta paradoja insólita de aislamiento comunicativo cuando tenemos todas las herramientas para abrirnos a los otros. Esta novedad de lo que pasa en las redes, es al mismo tiempo la repetición idéntica de la estructura que advertimos con la Iglesia católica, el Estado liberal, la Ilustración o el marxismo. Proyectos que se transforman en la negación de lo proyectado, o que conviven constantemente con esa posibilidad negadora.

¿Hay que lamentarse frente a esto? No, advertirlo nomás para estar más atentos. Nada más ni nada menos. Acá vimos algunos ejemplos, pero hay más: la medicina, que para paliar el dolor generó dolor; el Derecho, que trajo injusticia cuando fue concebido para la justicia; la arquitectura concebida para habitar y que ha vuelto inhabitable tantos espacios...

Todo esto puede tener la apariencia de ejercicios teóricos que no se relacionan con la vida concreta. Pero hay un puente que va de lo filosófico a lo cotidiano y hay que entrenarse en caminarlo ida y vuelta una y otra vez. Toda empresa individual o colectiva tiene el fantasma de su negación respirándole en la nuca. Si nos pasa, sepamos ponerlo en perspectiva histórica, recordemos que es parte de nuestra condición humana. Todo nos puede salir al revés, pero también ese revés puede darse vuelta. Ahí está el desafío de la historia misma y de cada peripecia personal.