Los problemas más importantes están en otro lado. En el caso de Cifra, de las dos principales conclusiones sustantivas de la columna del jueves 23 (habría segunda vuelta; el FA no tendría mayoría parlamentaria propia) la primera resultó correcta, pero la segunda muy probablemente será falsa. Porque los expertos creen que la Cámara de Diputados quedará dividida 50/49, con 50 diputados en 99 para el FA (y mayoría propia). También creen que el Senado, sin contar al vicepresidente, estará dividido 15/15: la mitad del FA, y la otra mitad de blancos, colorados, y un senador del Partido Independiente. En este marco, si Tabaré Vázquez gana el balotaje del 30 de noviembre (y hoy es el favorito claro), Raúl Sendic será vicepresidente, y por lo tanto el suyo será el voto decisivo para formar mayoría propia en el Senado (16/15).
En lo que sigue se presenta una discusión preliminar de lo que ocurrió con las encuestas, se analizan algunos resultados electorales particularmente importantes para entender los problemas de las encuestas (y de nuestras encuestas), y se concluye con un muy breve resumen de dónde, a nuestro juicio, está hoy el país político después del domingo 26, antes de las nuevas encuestas poselectorales.
Las encuestas
Todas ellas subestimaron al FA; todas ellas encontraban que el FA era menos que la suma de blancos y colorados (el FA era la “mitad menor”), y se equivocaron, aunque con diferencias entre sí (la mejor fue Radar)**. En este plano los números de Cifra solamente fueron los más pecadores de todo el lote. Las encuestas, se sabe, son una profesión de alto riesgo. Aun si se hacen con los estándares de calidad más altos, los estadísticos dicen que en las condiciones habituales una cada veinte encuestas resultará seriamente desviada. Pero es (estadísticamente) casi imposible que todas hayan errado en la misma dirección por razones de esta clase. Aquí hay, sin duda, errores sistemáticos.
Un primer candidato a error sistemático es el conocido “corrimiento de último momento”, que en este caso habría sido a favor del FA. En mi opinión, algo de eso hubo, porque ninguna encuesta, con distintos procedimientos, estimó hasta dónde llegaría el FA. Este es un problema similar al ya visto en las elecciones internas (en la del Partido Nacional, en ese caso a favor de Lacalle Pou). Los encuestadores brasileños dicen que por esa razón subestimaron tan mal a Aécio Neves antes de la primera ronda de las presidenciales, el 5 de octubre (el error en Brasil fue mucho más alto: lo subestimaron en 10 o más puntos porcentuales; aquí la subestimación más grande del FA no llegó a 5 pp.).
Por varias razones, sin embargo, me parece que el argumento del “corrimiento” aporta solo una parte de la explicación. La más importante de esas razones: porque, hasta donde sé, mientras las encuestadoras que estaban trabajando en los canales de TV usaban información que provenía de encuestas y “bocas de urna”, los datos que manejaban eran razonablemente cercanos a las estimaciones previas. Las cosas empezaron a cambiar significativamente recién cuando comenzó a llegar la información basada en los comportamientos de los votantes (la de los “anticipos de escrutinio”: la votación real), no en sus respuestas a los encuestadores. Pero como esas respuestas se estaban obteniendo ese mismo día, en ellas ya no puede haber “efecto corrimiento”. Allí tiene que haber un fallo de otra naturaleza.
Sin embargo: aun aceptando que el efecto “corrimiento” puede explicar solo una parte de los desvíos, sigue siendo un factor importante a tener en cuenta. En primer lugar porque es nuevo (entre nosotros creo que el primero que lo subrayó fue Ignacio Zuasnábar); en segundo lugar, porque un electorado más volátil (para las costumbres uruguayas) hasta último momento indica que probable o seguramente otras cosas importantes también están cambiando.
¿Qué otros factores pudieron influir en las desviaciones sistemáticas? El más importante, a mi juicio, puede resumirse como sigue. Desde el punto de vista de los encuestadores los votantes uruguayos tienen personalidades divididas. Por un lado, hay mucha más “camiseta política” (personas que se consideran cercanas a un partido) que en toda la región; esto brinda un “ancla” a los comportamientos electorales, porque se suele decir que las “camisetas” muestran el piso electoral de los partidos, y en Uruguay la evidencia histórica lo corrobora. Esto facilita el trabajo de los encuestadores.
Simultáneamente, sin embargo, desde hace más de cuarenta años se sabe que la resistencia a ser encuestado y sobre todo a ser franco en las respuestas varía sistemáticamente según las inclinaciones partidarias de los votantes. Esto complica mucho el trabajo de los encuestadores. Usando la experiencia histórica, la teoría y la investigación comparada disponibles, cada encuestador tiene su propio modelo “corrector” de estos sesgos, normalmente incluyendo un conjunto de “ponderadores” (factores que asignan más o menos peso a las respuestas de distintos grupos de encuestados). Los resultados políticos de las encuestas uruguayas “crudas” tienden a ser muy desviados de la realidad; esos “correctores” son imprescindibles.
La selección de esos correctores no es una ciencia, sino un ejercicio de aplicación que usa algunos supuestos que pueden ser vistos como arbitrarios; es, casi, una artesanía. Los correctores “buenos” son los que resisten la prueba de la experiencia. Se los reconoce ex post. Pero esos “correctores” están anclados en sus contextos y momentos históricos; con el tiempo los buenos pueden dejar de serlo (y a mediano y largo plazo eso seguramente ocurrirá). A mi juicio, ese es el principal problema (al menos en las encuestas de Cifra). Las circunstancias han cambiado más rápidamente que nuestra capacidad de actualizarlos, y eso nos deja con estimaciones políticas sesgadas sistemáticamente. Este es el problema que ahora debemos solucionar; si no lo hacemos, nuestras estimaciones seguirán sesgadas.
Aunque la esencia del problema es distinta, por último, estas dificultades, como las ya señaladas en el caso de los “corrimientos”, también están vinculadas a cambios contextuales, del mismo modo que un electorado más volátil hasta último momento indica que probable o seguramente otras cosas importantes también están cambiando.
Las cosas importantes que están cambiando
Tal como yo lo veo, uno de los cambios más importantes a los efectos de esta discusión puede ilustrarse como sigue. Comparando los resultados electorales de octubre de 2014 con los de 2009, lo primero que salta a la vista es: en los dos casos el FA es la mitad mayor; su porcentaje del electorado, redondeado al entero más cercano, es igual en las dos elecciones (48%). Lo esencial (el tamaño de las dos mitades) se mantiene igual.
Sin embargo: inmediatamente por debajo de esa gran continuidad aparecen diferencias sistemáticas, diferencias que muestran que esa continuidad es el resultado de tendencias que apuntan en direcciones opuestas. La votación del FA ha cambiado de maneras diferentes: bajó en solo tres departamentos, Montevideo, Maldonado y Canelones (apenas), y subió en los dieciséis departamentos restantes. El FA pierde votos en los tres departamentos contiguos más prósperos y socialmente “modernos” del país; en todos los demás, gana votos. El resultado de estas tendencias opuestas es que el país se está volviendo políticamente más homogéneo; la diferencia promedio de las dos “mitades” políticas entre los 19 departamentos era 17,3 en 2009, y ahora es 12,3; cayó una tercera parte. Todos los indicadores apuntan en la misma dirección: el rango de variación de los votos del FA fue mayor en 2009 (25 pp.: entre Montevideo y Lavalleja) que ahora, en 2014 (19 pp.: entre Montevideo y Flores). El ombligo del país se está volviendo un poco menos frentista, y todo el resto (el grueso del interior) se está volviendo más frentista, al menos en las preferencias nacionales.
Los “correctores” políticos que Cifra usó hasta su encuesta de octubre (tal vez innecesariamente complejos, además), estaban anclados en ese mundo anterior, de cinco años atrás, que ya no existe. Eso es lo más importante que debemos cambiar.
Noviembre
Concisamente: antes del 26 de octubre, en varias oportunidades (más de una vez con Aldo Silva en Telemundo) sostuvimos que el porcentaje de votos con los que el FA podía encarar el balotaje con mucha confianza era 48%. Revisado todo lo que hemos revisado extensamente desde la noche del domingo, nuestra opinión no ha cambiado (y si en algo cambió, más bien se ha fortalecido, como consecuencia de esa creciente homogeneización política del país). Tabaré Vázquez comienza como amplio favorito. Para Lacalle Pou la tarea no es enteramente imposible, pero sí es muy cuesta arriba.
* Subrayo además (punto muy relevante para la discusión que sigue) la sustancia estrictamente política de estas desviaciones. Al menos en las encuestas de Cifra, otros indicadores de naturaleza sociodemográfica que pueden ser comparados con información independiente y confiable (datos censales; encuestas del INE, por los tamaños de sus muestras y las técnicas que emplean) muestran las oscilaciones usuales, normalmente modestas, y nunca sistemáticas.
** Sin embargo, las proyecciones de las encuestadoras para el 26, aunque parezca raro, no fueron malas. El instrumento internacionalmente aceptado para medir esto es la desviación promedio (para cada encuestadora) entre sus proyecciones y los resultados reales. Considerando solamente las proyecciones para los cuatro partidos con representación parlamentaria en esta legislatura, el mayor de esos errores promedio (para las seis encuestadoras que difundieron resultados antes del 26) fue 2,8. En Brasil, en la primera vuelta del 5 de octubre el menor de esos promedios fue algo más de 4 puntos porcentuales.