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    Bebo cabalgará siempre

    Entrevista inédita con el gran pianista cubano

    En la vida de este músico fallecido en Suecia el viernes 22 de marzo del presente año ocurrieron un puñado de cosas fundamentales. Tuvo la suerte de haber nacido en Cuba, el 9 de octubre de 1918, y de poder desarrollar su pasión: la música. Aunque peló papas en algún restaurante chino y desempeñó tareas ajenas a los sonidos, rápidamente se convirtió en un pianista de fuste. En los años 40 integró varias orquestas, entre ellas la famosa Tropicana, que por ese entonces era el latido de las noches en La Habana, cuando se juntaban Beny Moré, Joséphine Baker y Nat King Cole.

    Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro, más conocido como “Bebo”, fue quien introdujo el be bop en la isla. A él le llegaban los sonidos de Charlie Parker y los devolvía mixturados con son, guaracha, salsa y mambo. Entonces sobrevino la revolución con sus conceptos bien negros y bien blancos de “Patria o muerte”. Y Bebo tuvo la desgracia de haber nacido en Cuba: se negó a delatar a un amigo y abandonó su país en 1960, dejando atrás una familia con cinco hijos, entre ellos el también pianista Chucho. El viaje hacia el exilio lo llevó primero por México, luego por EEUU y finalmente por España y Suecia, donde volvió a formar una familia y se radicó definitivamente. Al menos hasta su muerte, hace 12 días, las emisoras cubanas ignoraron su música. Bebo, un enemigo del pueblo.

    Lejos del Caribe y rodeado del frío nórdico, consiguió trabajo como pianista de hoteles. Tocaba a las cuatro de la tarde para los turistas que beben un cóctel un momento antes de echar una ojeada al plano de Estocolmo y salir a conocer la ciudad. En 1994 Paquito D’ Rivera lo llama para grabar junto a otros compañeros cubanos un disco que será su renacimiento: “Bebo Rides Again” (Messidor, 1995). El pianista tiene 76 años y pasa de la oscuridad al cielo estrellado. Luego vienen el documental del español Fernando Trueba “Calle 54” (2000) y el formidable disco “El arte del sabor” (Blue Note, 2001, primer Grammy), junto a Israel “Cachao” López. Y para rematar “Lágrimas negras” (RCA, 2003, segundo Grammy), un trabajo a dúo con el cantaor flamenco Diego El Cigala que se convierte de la noche a la mañana, como dicen los españoles, en un “superventas”.

    Cuando Bebo llegó con sus 86 años al Festival de Jazz de Punta del Este el 15 de enero de 2005, ya era una celebridad. El anfiteatro estaba desbordado como nunca, con gente sentada en el montículo de pasto que bordea el escenario y las butacas, y otro tanto de pie, donde fuera, para ver al legendario músico cubano. Y el concierto fue imponente, entre otras cosas porque aquel octogenario largo, una vez sentado al piano con sus dedos tarantulescos, sonaba como un veinteañero alegre y juguetón.

    Esa tarde, antes del concierto, Bebo Valdés tuvo la amabilidad de atender a Búsqueda en un apartado del restaurante del festival. Habló con humor y la velocidad de quien tiene muchas cosas que hacer por delante y escasísimo tiempo para perder. Además del pianista y del periodista, una considerable cantidad de curiosos se apiñaban alrededor. Esta es la entrevista, que había permanecido inédita hasta el momento.

    ¿Cómo le llamaría a la música que hace?

    —No lo sé, chico. A esta altura diría que es una música que unifica a varias músicas. Lo que grabé recientemente con el violinista uruguayo Federico Britos Ruiz o lo que hice con El Cigala tiene tango, flamenco, jazz y ritmos cubanos, cosas bien distintas. Cualquier música que sea buena, bienvenida, venga de donde venga. Eso sí: que tenga ritmo.

    ¿Hay alguna música nueva, de los últimos tiempos, que lo haya sorprendido?

    —Más que músicas nuevas yo diría que lo que hay son músicos nuevos. Siempre aparece alguien, por eso la música nunca muere. Mira tú: hace unos días me recomendaron a un músico jovencito que es una maravilla.

    Ud. se tuvo que ir de Cuba en 1960 y dejó, entre otras cosas, una familia con cinco hijos. ¿Qué recuerda de aquellos momentos?

    —Fueron muy difíciles porque resultaron totalmente confrontativos. Las autoridades cubanas me pusieron entre la espada y la pared. No iba a poder tocar más mi música sino la que ellos me dictaran. Y a mí nadie me dice qué es lo que tengo que tocar. Mira, chico, el hombre debe estar siempre junto a su familia y sus seres queridos. Y por tener que alejarme de la mía sentí durante mucho tiempo un gran dolor y resentimiento. No sé si me lo han dado los años, ya tengo nietos y nietas, pero ahora no siento ni rencor ni venganza por lo que me quitaron. La venganza es cobardía. Aunque yo tenga razón en todo esto que ocurrió, lo pasado ya pasó. Esos señores que están en el poder en Cuba no son los que yo quisiera que estén. Pero tampoco es bueno derrocar a nadie por la fuerza. Se han ganado guerras y han caído imperios como el británico sin que nadie haya tirado un solo tiro, y esa es mi posición. Como la de Mahatma Gandhi, como la de Nelson Mandela.

    ¿Cuál es la formación esencial e incuestionable que debe tener un músico?

    —Los estudios y las horas de ensayo. Además, el músico que quiera improvisar debe hacerlo sobre una base determinada. Toca todo lo que tú quieras pero no pierdas nunca la base. La improvisación te da la libertad de ser tú mismo, pero la formación académica es absolutamente imprescindible. Primero, antes que nada, debes saber del asunto, tener buen gusto. Es como el cuerpo humano. Yo tengo cinco hijos en Cuba y dos con la sueca, pero... ¿de qué estábamos hablando?

    De la improvisación...

    —¡Pero esa pregunta ya te la contesté!

    Bueno, entonces creo que era sobre la formación...

    —¡Mira, es que tú tampoco te acuerdas! (se ríe). Es igual, creo que era sobre el cuerpo humano. Ahora me acordé: el niño nace, luego dice sus primeras palabras, las vocales y las consonantes, va creciendo, le salen los dientes, luego los cambia, ¿okay? Va a la escuela primaria, luego hace el liceo, lo que sea, el bachillerato... Se recibe de médico o de abogado. Pues bien: somos todos abogados, pero resulta que tú eres juez, es decir, tienes una especialización. Lo mismo con la medicina: tenemos al médico general pero también a los otorrinolaringólogos o a los especialistas en el corazón o en los riñones o en la próstata. Bueno, algo parecido ocurre con la música: están los que son músicos y los que son un poco más que músicos.

    ¿Y cuál sería su especialización?

    —Bueno, a esta altura del partido, alguna debo tener (se ríe, y el coro que tiene alrededor estalla en carcajadas). Mira, es muy difícil este asunto. Hay músicos buenos, realmente buenos, buenos, buenos. Recuerdo un guitarrista que llegó a Cuba, te estoy hablando de muchos años atrás. Este guitarrista, además de tocar como los dioses, tenía una armonía divina. No me olvido más. ¿De dónde provenía ese don? ¿De la academia? ¿De los ángeles? Pues no lo sé, chico. Es que la música es un crucigrama muy grande. No puedo decir mucho más que fulano me gusta en esto o perengano en lo otro. Hace unos días escuché a un pianista de 30 años que tocaba divino, pero era especialista en Mozart. Y un hombre que toca bien a Mozart no puede tocar bien a Debussy, y menos a Rachmaninoff. Si tocas como Liszt, eres rápido y medio payaso, pero no puedes tocar como Mozart. Y Mozart no podía tocar como Liszt porque tenía las manos muy pequeñas.

    Mozart no tendría las manos grandes pero tenía gran sentido del humor...

    —Bueno, ¿y qué carajo importa? (más risas de Bebo y del coro).

    La música de Monk tiene humor, y ya que estamos, la suya también.

    —Gracias, muchas gracias. Pues mira, como te decía: están los que van por el lado clásico y romántico, los que saben cantar y los que no. En definitiva, te vas pal’ lado de lo que sabes. Y hay que tener buen oído. También hay quien toca muy bien pero no sabe comunicarse, no sabe enviar mensajes, me refiero a mensajes emocionales. Un pasaje rápido puede ser muy lindo y estar muy bien tocado, pero si no llega emocionalmente no sirve. Y en contraposición, una canción sencilla, con una simple armonía, puede llegarte al corazón. Muchos pueden tocar, pero los que tienen mensaje emotivo son los especialistas, que es lo que yo te cuento.

    ¿Cómo le ha ido estos años en Suecia?

    —Pues mira, yo hablo sueco, pero me junto con todos los latinos. Suecia no está hecha pa’ la música nuestra. Claro, las mujeres son muy bonitas. Te diría que para el jazz y los ritmos latinos es mejor Noruega y Dinamarca.

    ¿Le gustaría volver a tocar en La Habana?

    —¡Mañana mismo! Pero cuando ese sistema haya desaparecido. Todos los cubanos deben ser iguales ante la ley, piensen lo que piensen, eso no lo digo yo, lo dijo siempre la revolución cubana, que no admitía privilegios de nadie. Cuando la Policía se dedique a perseguir a los que roban y a los delincuentes y no a los que piensan de otro modo, entonces volveré a Cuba. Y no estoy hablando de derecha y de izquierda: eso no me interesa, para mí son galimatías. Soy músico y no me meto en política: zapatero a tus zapatos. ¿Sabes lo que digo yo?: música en lugar de balas, esa es mi máxima. Uno debe dedicarse a su patria con amor y con trabajo. Pero que no me venga un funcionario a dictar nada de lo que no sabe. Dictadores no. Obligando no vale. Todos los imperios han caído, desde el más grande hasta el más chiquito. Eso es lo que yo creo. Puedo estar equivocado, cada uno tiene su forma de ver las cosas, pero eso mismo es lo que hay que respetar.

    ¿Sueña con música?

    —Sí, muchas veces.

    ¿Cuánto tiempo le dedica al piano?

    —Por lo menos una hora diaria, para mantenerme en forma (y mueve los dedos sobre la mesa).

    Luego de este concierto, ¿qué tiene programado?

    —¡Uy, una montaña de cosas! De aquí pa’ San Pablo y de allí pa’ Madrid. Está esa cosa de los aviones, los horarios y la espera, mira tú, a mi edad. Pero tengo que aprovechar.

    ¿Qué compositores le interesan?

    —No te lo puedo contestar. No hay mejores ni peores. Puedes decir que Astor Piazzolla hizo mejores cosas que otros, pero hay que ver cada melodía, cada canción. ¿Quién es mejor cantante: Gardel o Libertad Lamarque? Y yo digo: déjalos que canten (más risas de la platea). No me puedo lanzar así. Y lo mismo me pasa con los compositores. Es endiablado y hay que verlo por partes. ¡He oído tanta gente cantar desde los 40 hasta hoy...! No se puede comparar. Debemos atender a lo que sucede actualmente. Pero si tú quieres saber cuál es mi interés en este momento, te lo digo: la música afrocubana.

    Sé que me va a mandar a la mierda si le pido que elija un pianista...

    —Bueno, es que tú quieres nombres y son muchos los buenos. Pero te voy a dar uno: Bill Evans. Ese puede tocar solo, tiene esa gran ventaja. Pero decir que es el mejor... “Mejor” es una palabra mala. Tú tocas lo que tú eres, esa es la cosa auténtica.