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    Carta abierta al presidente de la República

    Sr. Director:

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    Montevideo, 24 de setiembre de 2014

    Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay

    Don José Alberto Mujica Cordano

    Respetado conciudadano:

    Primero, posicionarme: soy católico practicante, a la vez que votante y militante del FA. Con esta aclaración pretendo dejar claro que no persigo con esta carta “pegarle” a su gobierno, restarle chance al Frente ni tampoco —es obvio— favorecer a ninguno de los partidos y candidatos involucrados en la contienda electoral. Motivan mi planteo consideraciones de índole humanitaria, que están por encima de pertenencias partidarias.

    He estado especialmente de acuerdo con algunas resoluciones de su gobierno en materia de política internacional: la decisión de asilar a detenidos sin debido proceso en la base norteamericana de Guantánamo, la disposición a recibir a familias que buscan refugio para escapar de la guerra civil en Siria y el repudio al bombardeo israelí sobre Gaza; sin dejar por ello de mantener el acuerdo de nuestra República con la existencia del Estado de Israel. Si le escribo esta nota es por considerar que, en la presente coyuntura se hacen imprescindibles ciertas resoluciones, si se quiere ser coherente con las posturas que acabo de mencionar y elogiar.

    El mundo asiste, con horror y perplejidad, a un fenómeno de violencia extrema que se hubiera juzgado de otros tiempos: las acciones del llamado Estado Islámico de Irak y Siria. No se trata de un pueblo repeliendo una agresión u ocupación extranjera, ni luchando por su independencia. Tampoco es una minoría étnica o religiosa defendiendo su derecho a ser ante una tiranía. Es un grupo fanatizado que pretende imponer, a sangre y fuego, el exclusivismo religioso y el gobierno teocrático. Un pseudo califato, guiado por el pseudo califa Abu Bakr al-Baghdadi, cuyo nombre real es Ibrahim Awwad Ibrahim Ali al-Badri al-Samarrai.

    Nada hay de malo en profesar el Islam o cualquier otra religión, siempre que ello se haga en el marco del respeto a la diferencia y los derechos humanos. Bajo el llamado Califato, en regiones del norte de Irak y del nordeste de Siria, solo se puede ser musulmán sunita y aceptar la aplicación más literal y fundamentalista de la Sharia (Ley musulmana) para regular todos los asuntos civiles, penales, cotidianos, etc. Quien profese otra religión —incluso la versión chiíta del Islam— debe huir, convertirse o morir de modo cruel e ignominioso. El mundo ha vuelto a ver decapitaciones y crucifixiones, con el añadido de la esclavitud de los hijos y las mujeres de los asesinados, incluyendo las más obscenas vejaciones a estas últimas.

    Se ataca a minorías religiosas que han vivido en la región por milenios. La presencia cristiana es anterior en seis siglos al Islam. El yazidismo deriva del mazdeísmo, religión de los antiguos medos y persas, anterior en más de seis siglos al Cristianismo. Por largos períodos de la historia estas minorías han convivido en paz, bajo sucesivos regímenes de mayoría musulmana. So pretexto de la Yihad o Guerra Santa, el llamado Estado Islámico fomenta el odio y el conflicto perpetuo entre religiones y civilizaciones. No solo atenta contra la convivencia en armonía y el respeto, sin dominación de unas culturas sobre otras, sino que de modo explícito pretende imponer su propia fe.

    Se impone, además, de modo masivo, a las niñas y mujeres musulmanas, en nombre de una concepción medieval de la moral y la relación entre los sexos, la mutilación genital, práctica que no tiene sustento alguno en el Corán.

    En mi modesta opinión, y para ser consistentes con nuestra política hacia la región, pero más aún con nuestra visión tradicional de la vida en sociedad, entendida como la convivencia basada en el respeto absoluto por todos los credos religiosos, filosóficos y partidarios, siempre que no atenten contra las libertades y los derechos humanos, es imperioso que el Estado y el pueblo uruguayos repudien los crímenes del llamado “Califato”. No para apoyar cualquier pretensión imperial de las potencias que eventualmente intervengan en la región, sino para dejar inequívocamente claro que el Uruguay no vacila en repudiar las conductas genocidas, fanáticas y criminales, vengan de quien vengan.

    En este tema no puede haber vacilaciones ni dobles criterios.

    Es imperioso, además, brindar toda la ayuda posible a esas sufridas poblaciones, incluso si ello implicase ampliar la cuota de refugiados a recibir aquí en Uruguay.

    Dejo el tema en sus manos.

    Prof. Juan de Marsilio

    CI 1.864.466 - 4