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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Eso no fue una guerra”, tituló el artículo la Sra. Andrea Blanqué hace dos semanas en su habitual columna de Búsqueda. Me temo que la señora tiene un error conceptual e histórico además, por lo que pretende considerar que lo vivido en los años ‘60 y ‘70 en el Uruguay y la región no fue una guerra.
Primero que el concepto de guerra convencional, en el que la señora Blanqué quiere aviones y barcos para catalogar como guerra, es bastante más difícil de ver en los conflictos actuales. Desconoce el concepto de “guerra irregular” en la que se enfrentan ejércitos legales representantes del Estado constituido, como fue el caso uruguayo, contra fuerzas irregulares conformadas por civiles que forman movimientos subversivos, que se han preparado militarmente en países instigadores, fomentadores y preparadores de estos elementos, como el caso de Cuba, según confesiones del propio Fidel, por lo que entonces no va a entender nada y sus conclusiones serán erróneas.
Salvo que crea que quienes forman estos movimientos representan alguna forma de partido político, que se permiten colocar bombas, acribillar personas previamente designadas para morir, secuestrar gente y diplomáticos extranjeros pidiendo rescate, asesinar representantes extranjeros y en su ola de violencia llevarse varios inocentes ajenos a sus ideas de lucha armada con el claro propósito de tomar el poder. Si la señora Blanqué deconoce todo esto y desconoce que los delincuentes que integraban estas organizaciones usaban alias, operaban clandestinamente, se valían de sus actividades personales para encubrir sus acciones sediciosas, siendo esto harto difícil de detectar y de ahí el carácter irregular de esta guerra en la que todo vale, hasta operar en las cloacas de Montevideo o en enterraderos clandestinos conocidos como “tatuceras” desde donde operar con seguridad y sigilo, no va a entender que el Estado constituido lo único que hizo fue utilizar los mecanismos legales que posee para combatir un movimiento armado que ponía en peligro su existencia. No eran sólo las Fuerzas Armadas contra la guerrilla; era el Estado enfrentado a bandas armadas en una guerra sucia. No había uniformados del otro lado; había un montón de iluminados intelectuales a los que nadie les dio la supuesta misión de liberarnos, y menos que era gente que sólo pensaba distinto como tantas veces se quiere hacer creer.
¿Cómo piensa que se combate en este tipo de guerra? La cataloga como juego del gato y el ratón entre la guerrilla y el tan poco popular e innecesario Ejército uruguayo. Realmente una afrenta gratuita de alguien que es docente, quien desconoce que el Ejército Nacional con 204 años de existencia viene desde el fondo de la historia como institución fundadora de nuestra nacionalidad, ignorando que es el mismo ejército humilde y abnegado que nació con la Batalla de Las Piedras derrotando a españoles y corriendo a ingleses de estas tierras.
Como insulto final, además, lo califica de fascista, un término producto de la locura ideológica que ha defendido el Muro de Berlín y el mundo utópico de un socialismo trasnochado y fracasado. Tristísimo, profesora, caer tan bajo.
La corriente intelectual que seguramente integra, contaminada por una visión marxista de la historia, cocinada en la salsa venenosa de interpretar todo según la lucha de clases, no le deja razonar adecuadamente y ver las cosas desde otro ángulo, fomentado esto por páginas y páginas de autores sesgados que miran el mundo sólo con el ojo izquierdo.
A los que se asustan de las barbaridades que cometen gente de la ETA, las FARC, Al Qaeda, etc., les tengo malas noticias: estos movimientos guerrilleros están todos emparentados y comparten métodos, dineros, instrucciones y experiencias por lo que aquí hubo. No son unos Robin Hood como pretende hacernos ver la profesora, queriendo hasta en forma solapada justificar el robo.
Como último, le recordaría a la profesora que en el año 1976 se descubrió el aparato armado clandestino del Partido Comunista distribuido en más de 60 escondrijos, integrado por armas modernas llegadas del exterior, que equipaban las famosas centurias de este llamado partido político. ¿Para qué serían, estimada profesora, esas armas? ¿Lo recuerda? ¿Lo sabe? ¿Lo leyó? ¿Lo vio expuesto en la Universidad?
A lo mejor allí empezaría la guerra que la profesora no vio ni se enteró que hubo en Uruguay desde inicios de los años ‘60, que sigue tan vigente hoy en día con la diferencia de que no se dispara un solo tiro; es guerra sicológica y cultural, pero de esa sí que la profesora ni se entera: está envuelta en ella, la usan y obvio que no la ve.
Daniel García Castro
CI 1.509.149-6