Problemas con una empresa corredora de bolsa

REDACCIÓN  
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Sr. Director:

Soy lector asiduo y atento de Búsqueda desde antes de su nacimiento como semanario, como quizás lo sean también algunos otros lectores. Para mí y presumo que para mis “colegas” que aún tenemos la buena fortuna de leer y entender lo que leemos, la lectura del semanario es insoslayable. Y cuando aparece publicado algo que no está a la altura de nuestras expectativas nos preguntamos: ¿cómo y por qué sucedió esa carencia?

Me refiero a la columna publicada en Búsqueda en la edición de la semana pasada sobre la situación de la empresa corredora de bolsa CVM.  Me temo que el semanario fue sorprendido en su buena fe. O, quizás, por la falta de diligencia o suficiente experiencia de un periodista que no supo qué hacer y cómo tratar la información que le era proporcionada exclusivamente por la empresa en cuestión. O, quizás, no había tiempo material para otra cosa y era preciso informar algo a los lectores sobre un asunto muy importante para algunos o muchos de ellos.

Explico en primer lugar el motivo para calificar a la columna como “carente” de algo. La columna parecía limitarse a un comunicado emitido por la empresa. La “fuente” explicaba que las pérdidas sufridas por sus clientes se debieron exclusivamente a las caídas en los mercados de valores en que se operaba, principalmente en la de Nueva York (por supuesto, con ninguna referencia a posibles errores, imprevisiones o excesos propios).  Afirmaba que todos los clientes perjudicados habían otorgado autorizaciones u órdenes para realizar operaciones “agresivas” y altamente especulativas (por supuesto sin ofrecer ni serle pedido que exhibiera las prueba de que ello era efectivamente así). Y, finalmente, la misma “fuente” destacó que la principal de la empresa, Sara Goldring, había generosamente “puesto” casi 30 millones de dólares de su propio peculio para mitigar la pérdida de sus estimados clientes (cómo, bajo qué circunstancias y en qué momento se produjo esa generosa “donación” no fueron explicados ni se le fue solicitada a la fuente que los explicara). El resto de ese comunicado no vale la pena siquiera comentar: que el Banco Central estaba informado, que los clientes estaban al tanto de “todo”, que todo será debidamente informado y explicado, etc., etc.

Si bien a raíz de otras notas de prensa ahora se sabe algo más al respecto del tema (la nota de Búsqueda fue publicada a los pocos días de saberse que algo “podrido había sucedido en Dinamarca” pero muy poco más, y quizás, en ese momento la única fuente disponible era la propia empresa), nadie ha mencionado hasta ahora lo que sigue: durante los varios decenios (más de dos, seguro) en que CVM operó en plaza la única titular aparente de esta era Sara Cukier, esposa de un muy distinguido y respetado experto en la plaza financiera de ambas márgenes del Plata, el Cr. Mauricio Cukier. El apellido Cukier era un imán para los ahorristas e inversores; una “garantía” para todos. Ahora resulta que, repentinamente, la titular de CVM es Sara Goldring (al que agregó su apellido materno, Waistrub o algo parecido) y el nombre Cukier solo aparece en los de los “socios” minoritarios de Sara Goldring, los dos hijos del matrimonio Cukier-Goldring; dos jóvenes a los  que desvergonzadamente se les “mete” en lío con no sé qué propósito. Durante casi o más de 30 años la Sra. Sara Cukier ostentó con orgullo el apellido Cukier y bien que se benefició de ello. Me atrevería a decir que “medró” con ese apellido durante muchos muchos años. Más aún, me aventuro a afirmar que no hubiese atraído a muchos de los clientes que tiene CVM sin ese apellido. Hoy lo tira por la borda, no sea cuestión que… no sabemos. Cada uno podrá sacar sus conclusiones al respecto.

Quiero aclarar al señor director que no soy alguien afectado por lo que sucedió en CVM. Pero no me cabe duda de que la “operación” de comunicación de CVM tuvo como uno de sus propósitos confundir a la opinión pública y, quizás, a las autoridades que hoy están investigando el asunto, sobre quién era quién en la empresa y por qué, de repente, Sara Cukier se convirtió, de la noche a la mañana, en Sara Goldring. Ella sabrá, sus abogados o empresa de comunicación sabrán, quizás su esposo también.

Un ciudadano indignado


Nota de Redacción:

Ante las apreciaciones que hace el lector, corresponde realizar las siguientes aclaraciones.

El artículo publicado sobre el caso de CVM se elaboró en base a las fuentes e información que estuvieron disponibles. El semanario accedió a la versión de la sociedad de bolsa, citó declaraciones de su presidenta, Sara Goldring, y mencionó como otros accionistas a sus hijos, de apellido Cukier, como recuerda el lector. También consultó al Banco Central que, como se consignó en el artículo en cuestión de la semana pasada, respondió que estaba siguiendo la situación, más allá de ulteriores posibles acciones que pudiera tomar (y que, finalmente, se concretaron el lunes 4 con la intervención de CVM y otra sociedad vinculada).

La semana pasada Búsqueda preguntó a CVM si había recibido denuncias judiciales de clientes afectados, a lo que la empresa respondió: “No tenemos conocimiento de ningún cliente que, a la fecha, haya promovido acciones judiciales de ningún tipo”. Eso no pudo ser contrastado con inversores afectados por las pérdidas o sus abogados, como sí logró hacerlo El Observador cinco días después de publicada la información en Búsqueda.

En suma, pudo haber sido poca e incompleta la información obtenida hasta el miércoles 29 de junio –en un contexto de conflicto sindical en el semanario- y publicada al día siguiente, pero ningún otro medio de comunicación había enterado a la población de nada de esto.

En la edición de hoy, jueves 7, Búsqueda le dio seguimiento al caso.

Cartas al director
2022-07-06T23:26:00