El gobierno de Tabaré Vázquez dio “señales” equivocadas desde el comienzo y es uno de los principales responsables de la derrota electoral

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Yamandú Orsi señala a Tabaré Vázquez como uno de los principales responsables de la derrota electoral



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Yamandú Orsi se toma varios segundos para responder cada pregunta. Una vez que elige qué decir, dispara sin más titubeos. El de Luis Lacalle Pou no es el gobierno de una coalición multicolor, sino “blanco, herrerista, lacallista”, dice el candidato a intendente por Canelones y referente del Movimiento de Participación Popular (MPP).

También elige munición gruesa al evaluar por qué el Frente Amplio perdió la elección nacional en 2019. Sucedió, asegura, porque el gobierno de Tabaré Vázquez se equivocó, porque la fuerza política “no tuvo reflejos” y creyó que las encuestas se equivocaban, y porque la campaña no estuvo “bien hecha”.

El escenario lo ubica como favorito para ganar la elección en Canelones y cumplir su segundo período. La pregunta de su futuro es recurrente y corre como uno de los nombres de renovación del MPP y para ser el candidato a la presidencia por el Frente Amplio. “Quienes estamos en política siempre nos gusta asumir responsabilidades nuevas y de mayor peso”, asegura.

En la entrevista con Búsqueda, Orsi también apunta contra Ernesto Talvi y su renuncia a la política. Es una conducta “egoísta”, dice.

—¿Qué evaluación hace de la gestión del gobierno nacional hasta el momento?

—Dos caras. El manejo de la emergencia sanitaria, acertado. Claro, obviamente debe haber errores y va a haber errores porque en el mundo está pasando que le erran. La otra cara de la realidad tiene que ver con las medidas que se instrumentan para paliar la situación económica y social. Ahí creo que están aplicando los criterios o las políticas que venían planteando en la campaña, una política clásica del herrerismo que ganó legítimamente en las elecciones, pero que con la pandemia lo deja un poco descolocado. Mientras el mundo tiene políticas expansivas del peso del Estado, acá se sigue por la misma lógica de confiar casi exclusivamente en el mercado. No es el contexto mejor para aplicar eso. Yo no comparto esa filosofía. Pero en época normal habrá que oponerse y tendrá los resultados que tenga. En América no han dado muy buenos resultados. Pero con la situación que tenemos, donde mucha gente va a quedarse sin trabajo, donde el mundo no te muestra salidas claras, parece que va muy a contrapelo de lo que me parece se debería hacer.

—Usted dice que en otros lugares amplían el rol del Estado. Puede que sea porque parten de otro punto de partida y el gobierno puede achacar que aquí ya es muy grande.

—Yo no digo hacerlo más grande. Lo que no me parece correcto es hacer el proceso inverso. En primer lugar los anuncios de recortes que van a cumplir. Vienen con esa intención. O esa idea de ir quitando controles típicos que tenía el Estado.

—¿Como cuál?

—Por ejemplo, que el presidente de la República tenga la posibilidad de tener información secreta sin rendir cuentas al Parlamento. O los controles que tienen que ver con la inclusión financiera. Se abre bastante más la economía al manejo con efectivo. Es una filosofía esperable y previsible porque nunca ocultaron su forma de pensar, lo que me parece es que dado los éxitos de la estructura del Estado uruguayo para hacer frente a una pandemia como el sistema de salud y las políticas sociales, que yo entiendo se pueden cuestionar, pero hacer un camino inverso puede tener consecuencias no deseadas.

—Al plan de recortes que prepara el gobierno se suma la aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC), sobre la que el Frente Amplio dijo que traería graves consecuencias. ¿Qué se imagina que puede cambiar en el país en concreto?

—Es muy difícil hacer abstracción de la realidad concreta. Va a haber un peso del mercado mucho más fuerte con respecto al rol del Estado. Va a haber una estrategia de más liberalización de la economía. Hubo un amague con el tema de las empresas públicas, pero creo que sigue siendo la idea de trabajar sobre el manejo de combustibles de Ancap. Por supuesto no defiendo un Estado ineficiente, ni un Estado fofo y gordo, pero digo que en los momentos de emergencia que se están viviendo no es la mejor estrategia apostar tanto a la libre competencia.

—Dice que nadie se puede llamar a sorpresa. Si se sabía cómo era un gobierno herrerista y la coalición multicolor ganó, ¿no es una señal de que la mayoría de la población quiere seguir ese camino?

—La democracia implica manifestar lo que tú piensas a pesar de ser minoría. Ahora, el Frente Amplio es el partido mayoritario. Y tampoco fueron tan explícitos. No iban a subir tarifas, no iban a aumentar impuestos… y la realidad es durísima. De las cosas que se plantearon en campaña lo único concreto fue el recorte de los 900 millones. El contenido de la LUC no estuvo hasta que ganaron. De todas formas, la gente votó a conciencia, yo no digo que no. Creo que acá el tema está en la confianza o desconfianza del sistema del Estado de bienestar. En una década del 30, cuando el herrerismo llega al gobierno con el terrismo intentaron desarticular las políticas del batllismo. En el año 1958, cuando llegan de nuevo al gobierno hicieron lo mismo y ahí abrieron las puertas al Fondo Monetario Internacional, las primeras cartas de intención. En la década del 90 la opción fue echar mano a las empresas públicas. Y en estos años por qué ha de pensarse que sea algo distinto si quien conduce el gobierno, legítimamente constituido, es el herrerismo, en su nueva versión que es el lacallismo. No vi nunca un cambio drástico en su forma de pensar. Al contrario, siempre fueron muy claros. Ganaron en buena ley, es justo, está bien y lo que nos toca es hacer oposición, porque consideramos que el Estado de bienestar sigue estando vigente. Y no puedo sacarme un tema filosófico: Yo soy defensor del Estado batllista, obviamente del siglo XXI. La ineficiencia afuera y en algunos ámbitos tiene que haber competencia, pero no confío ciegamente en el mercado.

¿Cómo se para como oposición ante un gobierno que tiene mayoría en el Parlamento y una alta popularidad?

—La popularidad es del presidente. Es difícil ver si es del gobierno, y si es del gobierno quiere decir que la gente lo identifica con el presidente. Hay una concentración de poder en la figura del presidente muy notoria, a tal punto que no existe Consejo de Ministros y es él quien decide quién es candidato en Montevideo. Es él quien decide quién va a cada lugar. Esa concentración es la que hace que identifiquemos que hay un oficialismo dentro de la coalición de gobierno: la 404.

—¿Este es un gobierno blanco?

—Totalmente. Herrerista. Lacallista. Los últimos hechos lo demuestran. Con socios, ¿no?

—Pero pese a la reciente salida de Talvi, la coalición de gobierno, incluido el Partido Colorado, votó unida la LUC.

—También me consta que el Partido Colorado cambió muchas cosas de la LUC, en acuerdo con el Frente Amplio, El gobierno, el herrerismo, manda un proyecto cerrado, muy amplio, que después se fue desmenuzando, desgajando y que quedó en lo que quedó. Por acción no solo del Frente, sino por acción de los socios.

—¿Y cómo se es oposición frente a un gobierno lacallista y con un presidente con buena aprobación?

—Como siempre se ha hecho: con discusión. Por ejemplo, el Frente tuvo la opción de no votar la LUC, votar todo en contra. Y sin embargo, se decidió votar punto por punto e intentar conseguir las mejores cosas oportunas. Así hay que seguir. Está demás decirlo, pero la oposición tiene que ser constructiva. Explicándole a la gente por qué estamos de acuerdo con algunas cosas y con otras no. El Frente tiene que hacer lo que muchos años hicimos. Si la mayor parte de nuestra historia estuvimos en la oposición y muchos años estando prohibidos. No debe sorprendernos y no debería ser un ejercicio muy difícil hacer oposición constructiva.

—¿Empezó de forma errática?

—Sí. Sí, claro. Costó acomodarnos al momento y la circunstancia. Y si algo faltaba, una situación como la de la pandemia que nos descolocó al gobierno y a nosotros. Pero pasar del gobierno a la oposición tuvo su proceso. Nos costó mucho.

—¿Hoy sí lo ve bien parado al Frente Amplio?

—Mucho mejor parado. Creo que desde el Parlamento se empezó a visualizar eso. No desde la estructura del Frente, donde todavía no terminamos de ubicarnos en el lugar. Y ahí viene un proceso después de las elecciones de reflexión, autocrítica y propuestas organizativas acorde a los tiempos que corren.

—¿No resulta raro que quien sea el único interlocutor válido a ojos del presidente sea el expresidente Tabaré Vázquez?

—No, no es raro.

—¿No debería ser el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda?

—Puede ser, pero la figura de quien fue dos veces presidente de la República y que fue el referente junto con Mujica del gobierno, creo que enaltece la figura del propio presidente actual. Es lo mismo que hace el propio Lacalle con Sanguinetti. Es tener referencia. Yo lo entiendo al presidente y me parece que está bien lo que hace. A otro nivel hay otros interlocutores. En el Parlamento son otros, por ejemplo. En algunos temas me consta que llaman a otros dirigentes del Frente Amplio.

—Usted dice que el Frente Amplio está mejor parado ahora y mencionaba en especial el rol del Parlamento.

—Sí, desde ahí sobre todo. Lo que pasa es que la participación del Frente hoy en los poderes que tiene el Estado es ahí. Es ahí donde se están dando las grandes discusiones, primero por la LUC y después por la discusión del Presupuesto. De haberse creado un grupo de intercambio que atendiera la emergencia, yo creo que ese era otro nivel, pero el presidente decidió que no fuera así. Pero donde se están dando las mejores señales es en la bancada. Para mí la prueba de fuego fue la discusión de la LUC.

—De hecho, la bancada le marcó el ritmo a la Mesa Política del Frente Amplio.

—Sí, claro que sí. No dije otra cosa, dije la bancada. No dije los intendentes, no dije la Mesa Política ni el Plenario.

—¿Dónde está el liderazgo del Frente Amplio?

—El liderazgo del Frente está en el Parlamento, en parte, y otra afuera con el presidente Vázquez. Una cosa es ser referente y ser más o menos conocido, y otra muy diferente es ser líder. Para mí siguen siendo los mismos, veremos qué pasa con el resto.

—¿La tríada Vázquez, Mujica y Astori?

—Y sí. Hoy ves asomar en algunos ámbitos, por ejemplo, en el sindical, a Andrade. O el caso del MPP, el liderazgo del Pacha Sánchez. Pero para que uno los pueda considerar líderes me parece que falta un poco. En ese sentido soy un poco más exigente.

—No nombró a Martínez.

—Es también un referente fuerte, pero liderazgo para mí tienen Mujica, Vázquez y Astori. El resto, referentes nuevos. Carolina Cosse, Mario Bergara también. Pero para que se transformen en líderes falta un poco.

—Empieza el proceso de autocrítica en la orgánica de la coalición. ¿Por qué perdió el Frente Amplio?

—La autocrítica tiene que ser una actitud, no puede ser por zafra. Si no lo haces de forma permanente, es grave. Las razones de la derrota para mí son tres. La propia fuerza política, que no tuvo los reflejos para resolver las contradicciones. El gobierno, que tiene su cuota parte. Y por supuesto la propia campaña electoral, de la que me hago responsable también. Una campaña bien hecha o mejor hecha evidentemente tiene otros resultados. Un gobierno que hubiese actuado distinto evidentemente no hubiese generado que mucha gente se fuera y votado otro partido. Y, por supuesto, la fuerza política no tuvo reflejos. Nos faltó separar la tarea que tiene el gobierno y la tarea que tiene la fuerza política. En algún momento vimos como que era todo lo mismo y fuera del gobierno no había nada. Es un poco lo que le pasó al Partido Colorado en su momento.

—Usted se sumó sobre el final de la campaña presidencial. ¿Qué hubiese sido una campaña “bien hecha”?

—No, mejor hecha. Las campañas electorales influyen y muchísimo en la decisión de la gente. No te resuelve todo pero es un componente importante. El mensaje, evidentemente, no quedó claro o no convenció. Creo que salimos tarde. Cuando nos decían en 2018 que estábamos en un 30 y poquito no le creímos a las consultoras… grave error no saber interpretar eso. No sé cuánto influye eso en una campaña, pero quizá nos descansamos mucho en que, como se equivocaban las encuestadoras, la gente naturalmente iba a venir.

—¿Al gobierno también le faltó reflejo? Cuando Vázquez anuncia su gabinete en 2015 era prácticamente el mismo que el del 2005.

—Sí, totalmente. Nada nuevo. Muy poca cosa nueva. Además, arrancamos con muchas dudas sobre la coyuntura en la que estábamos. Nosotros mismos dimos señales de que estábamos ante problemas económicos, dimos señales que fueron inoportunas. Me acuerdo en el año 2015 desde el gobierno nosotros mismos dijimos que la situación estaba complicada.

—Se frenó la construcción del Antel Arena…

—Por ejemplo. Pero hubo más de una señal de ese tipo. Si a eso le agregas que no generaste ninguna novedad en el equipo de gobierno, apareció aquello del desgaste natural que todas las administraciones tienen. Incluso, fue un gabinete sin el soporte de la representación sectorial que el Frente históricamente solía tener. Yo creo que no debe ser un calco del resultado electoral de cada uno de los sectores, no tiene que ser así, pero a la hora del entusiasmo a la barra creo que más de una vez es oportuno generar los canales directos de comunicación. Entonces creo que eso influyó en aflojar la cincha.

—¿Qué lugar ocupará en la campaña electoral del 2024?

—Yo voy a estar en algún lugar donde la fuerza política entienda oportuno, que evidentemente no va a ser la intendencia si me va bien ahora. Obviamente no descarto asumir otras responsabilidades, la que me toque y la que yo sienta que me corresponde. Yo en algún momento dije que sí para ser precandidato en la pasada y después me di cuenta que no era mi momento. Llegado el caso, ahí analizaremos situación por situación. Lo que pasa es que si el año 2024 estaba lejos, ahora se ve bastante más lejos. ¿Qué quiero decir? Que la concentración en los problemas locales tiene que ser extrema porque me veo venir un período complicado en el sentido social y económico. Pero yo no rehúyo a la responsabilidad. Quienes estamos en política siempre nos gusta asumir responsabilidades nuevas y de mayor peso, salvo que nos demos cuenta que la política no es lo nuestro. Es bueno darse cuenta a tiempo.

—¿Cuándo es “a tiempo”?

—A tiempo quiere decir no ilusionar a la ciudadanía que está esperando renovación y recambio en la política, y cuando llega el momento de asumir una responsabilidad te das cuenta que la actividad política no era lo tuyo. Es jugar con la esperanza de la gente. Espero no caer en eso.

—¿El modo en que se va Talvi es un golpe a la política?

—Uno toma decisiones políticas. Hasta el prescindir de la política es una decisión que uno toma. Entonces, decir qué horror, qué fea la política que no me entendió, me parece que es una actitud un tanto egoísta y que le hace mal al sistema. Hay que tener memoria. Yo quiero partidos fuertes, los tradicionales también. Cuando alguien hace una propuesta para ir a una elección y después nos dice que no era lo que quería, a la hora de hacer esa propuesta hubo un acto de absoluta irresponsabilidad porque hay que hacerse cargo.

—¿La salida de Talvi corre el eje de la coalición hacia la derecha?

—Creo que fortalece la figura del presidente. Si le faltaba. Se está erigiendo como factótum, como el centro de poder excluyente dentro de la coalición. Con lo que eso puede tener de positivo y negativo para la conducción de gobierno. Espero por el bien de todos que la prudencia sea quien acompañe esta coyuntura tan particular por la que está pasando el presidente.

—¿Por qué le parece tan arriesgado?

—Yo nunca fui muy hincha del presidencialismo. Eso es un tema mío. Cuando hay concentración en la figura del presidente siempre es bueno que haya prudencia y sea la referencia. Ojalá la haya y siga así. Pero si es una coalición, tiene que ser una coalición. Creo que nació muy débil y lo que se está demostrando es que es un gobierno del Partido Nacional.

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2020-07-30T00:00:00