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Fue un buen beisbolista que pudo, tal vez, llegar lejos. Pero al texano Richard Linklater le gustó más el cine. En la década de 1990, con Slacker, le llovieron aplausos en el Festival de Sundance, cuando todavía Sundance era la plataforma del cine independiente y no un freeshop empresarial. Demostró ojos y oídos atentos para esos momentos en los que parece que no pasa nada (y que sin embargo evidencian rasgos básicos y verdaderos de las personas), rodó un filme de culto (Rebeldes y confundidos) y convirtió una historia de amor en una trilogía que abarca dos décadas (Antes del amanecer, Antes del atardecer, Antes de la medianoche). Cuando visita una ciudad, antes de ver sus monumentos, va al cine. Cuando fue a Tánger, se maravilló al descubrir que en una sala estaban proyectando Brazil y se metió en el cine. Vegetariano desde los 20, no fuma ni toma café. Su mascota, Dood, es un cerdo, vive y duerme dentro de la casa, con la familia. Y hace poco tiempo también se sumó un nuevo integrante a la casa Linklater: Bernhardt “Bernie” Tiede. El hombre estuvo condenado a cadena perpetua en 1999 por asesinar a Marjorie Nugent, una millonaria de 81 años, cuyo cadáver ocultó en un freezer vertical durante nueve meses. La historia de Bernie fue llevada al cine por Linklater en una comedia negra y brillante titulada Bernie, con Jack Black en la piel del protagonista. Independientemente de que Black hace un trabajo tenebrosamente adorable, la película, filmada en un falso tono documental, de forma indirecta aportó datos para que una abogada decidiera reabrir el caso. Lo que derivó en el descubrimiento de pruebas reveladoras del pasado de este Tiede (en su casa se encontraron libros de autoayuda para víctimas de abuso sexual), pruebas determinantes para que le disminuyeran la pena y pudiera salir antes de prisión. Y Linklater, el buen samaritano, se lo llevó a vivir a su hogar, con Dood, su esposa e hijos.
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Entre los años de Boyhood(Momentos de una vida) sucedieron varios acontecimientos. Tras filmar la primera semana de la infancia de Mason dirigió el cortometraje Live from Shiva’s Dance Floor, un divertido e intenso documental protagonizado por Timothy “Speed” Levitch. Luego llegaron muestras de versatilidad como Escuela del rock, Antes del atardecer, la película para televisión $5.15/Hr. y la fallida-pero-nada-despreciable Los osos de la mala suerte, remake de Pandilla de pícaros, una especie de deslucida Escuela del rock llevada al béisbol, salvada de la hoguera por la prodigiosa presencia de Billy Bob Thornton. Además: adaptó el libro de no ficción Fast Food Nation: The Dark Side of the All-American Meal y lo convirtió en una ficción sobre la industria de la carne, quizá una respuesta a Super Size Me: una película sobre los efectos que la comida chatarra genera en los que la preparan más que en quienes la consumen. Ese mismo año adaptó a Philip K. Dick, regresó a rotoscopia (técnica usada en Despertando a la vida) y lanzó la sombría y retorcidamente paranoica Una mirada a la oscuridad, que a pesar de su elenco de estrellas y su absorbente plasticidad visual, de apocalipsis de los suburbios, deja en evidencia ciertas limitaciones del director (para abordar el policial y la ciencia ficción, al menos), y termina siendo como un cóctel vistoso y colorido al que apenas se le nota el sabor. Y mientras seguía adelante con su proyecto secreto, construyendo con ladrillos de tiempo Boyhood (Momentos de una vida), filmó un documental sobre un entrenador de béisbol, un cuento de hadas moderno (Me and Orson Welles), la historia de Bernie Tiede (por la que Black debió haber ganado una docena de Oscar) y, ya que todavía contaba con un poco de tiempo, dirigió varios capítulos de la serie Up to Speed, donde volvió a trabajar junto a Levitch, que aquí recorría Estados Unidos contando la historia detrás de los monumentos ignorados por los ciudadanos, quizá para actualizarse después de haber pasado tanto metido en las salas de cine.