El pobre invisible

El pobre invisible

La columna de Gabriel Pereyra

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Nº 2091 - 30 de Setiembre al 6 de Octubre de 2020

Hace unos días el Centro de la Realidad Económica y Social (Ceres) presentó una investigación que demuestra los terribles defectos de medición de la realidad que tiene el usar el ingreso para determinar cuánta gente está por debajo de la llamada línea de pobreza, o sea, cuántos uruguayos son pobres.

Ante un asunto tan delicado, por los señalamientos que organismos internacionales le hacen a esa forma de medir la pobreza, desde la academia algunas voces salieron a cuestionar el informe del Ceres con argumentos tan pobres y de evidente perfil ideológico-militante como que eso ya se sabía (quizás lo supieran quienes están en el tema, pero algunos académicos tienen una visión tan endogámica del conocimiento que no llama la atención); hubo quienes salieron a sembrar dudas acerca de que ese dato haya sido divulgado como una forma de desmerecer las políticas sociales del Frente Amplio. Algunos de estos argumentos los dejó entrever un sociólogo de apellido Labat en el programa de TV Ciudad La letra chica, un profesional al que solo le faltó agitar la bandera del Frente Amplio para fundamentar sus opiniones. Este tipo de opinión es de una pobreza tal y de un desprecio para con la gente que llama la atención, porque es sabido que este sistema de la línea de pobreza se viene usando hace décadas, con lo cual si benefició o perjudicó a alguien lo hizo a diversos partidos. Tampoco es cuestión de responsabilizar al Instituto Nacional de Estadística (INE), que mide las cosas como se lo indican.

Lo importante aquí es que, cuando se dirigen a la ciudadanía, los dirigentes políticos nos hacen creer que hay equis cantidad de pobres cuando eso surge de una antojadiza forma de medir esa estadística, pero no gastan un minuto en aclarar que las cosas son más complejas. Hoy nos dirían que hay unos 250.000 pobres cuando en realidad son el doble.

Y son el doble no por el resultado de cómo se mida la pobreza, sino porque ellos mismos se acercan a la realidad, que no es la de estas cifras, cuando abordan el asunto públicamente.

Me explico: cuando sociólogos, politólogos, políticos hablan de la pobreza, se refieren a la salud, la educación, las condiciones sanitarias, la limpieza, la violencia. Casi nadie se sumerge en consideraciones acerca de cuánto ingresa en tal o cual hogar. O sea, destacan la multicausalidad de la pobreza, pero luego nos dicen que los pobres son equis cantidad con base en un indicador simple, hueco, casi tonto si se tiene en cuenta la complejidad del fenómeno.

Si es cierto que este es un país que se precia de tener estadísticas serias, este indicador se ha ido alejando de la realidad hasta hacerse una ficción.

¿Y por qué es importante saber cuántos pobres tenemos en realidad?

Escuchemos a la Comisión Económica Para América Latina, la Cepal, que ha insistido en una medición multidimensional de la pobreza.

Al medir la pobreza por ingreso “la caracterización del bienestar es incompleta. Puede haber dos países con igual tasa de pobreza según ingresos, pero desigual cobertura en los servicios sociales. La caracterización exclusiva de la población según ingresos provee una información errónea del bienestar de las respectivas poblaciones”.

Solemos quejarnos de la ineficiencia de las políticas sociales. Pues bien, dice la Cepal: “La labor de la política pública tiende a ser más floja en ausencia de la medición de sus efectos en la población, con resultado negativo en el bienestar de la población que accede a estos servicios. La definición de indicadores y umbrales en dimensiones distintas al ingreso entregaría una visión más completa respecto del bienestar de la población. Así, se establecería qué porcentaje de familias satisface todas las necesidades básicas, cuáles son pobres en la dimensión de ingresos, pero superan los umbrales en educación, salud y vivienda. La evaluación pública de los avances en estas dimensiones entregaría un fuerte incentivo a mejorar la eficacia de la política social, resultando en mejores condiciones de vida de la población pobre”.

“Mejores condiciones de vida de la población pobre”. Me parece que ha llegado la hora de dar un paso hacia la seriedad en la medición de un dato tan delicado, porque no solo refiere a la eficiencia de las políticas públicas que se puedan aplicar, sino también a un asunto conceptual: los pobres están lo suficientemente invisibilizados como para, encima, tener estadísticas oficiales que dicen que un uruguayo no es pobre cuando está pasando frío, hambre, violencia.