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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa patria latinoamericana. Es fácil emocionarse con la idea de una gran patria común, soñada por los próceres de la independencia. No causaría daño alguno el sueño, si no mediaran acciones prácticas cargadas de esa misma emoción que producen efectos contrarios a una integración regional, en realidad imaginable en plazos muy largos. Tuve oportunidad de cultivar esa idea cuanto pude, viviendo en el exterior.
En la cultura latina, especialmente en el sur, sigue prevaleciendo el discurso por encima de las fuerzas sociales disponibles.
Un día se despejará la falsa idea del sueño continental de Bolívar, de San Martín y de Artigas. Artigas imaginó cierta solidaridad común ante el amo y enemigo común, que era España. San Martín fue sólido líder, realista, político, cabeza serena. Sólo Bolívar tuvo sueños irrealizables, como lo fueron todos sus proyectos. El daño para intereses comunes resultó en que el soñador expulsó al buen estadista. San Martín marchó al exilio.
En parte del continente sigue prevaleciendo la retórica por encima de la vida social. Un mundo discursivo sigue ignorando intereses y posibilidades de desarrollo de cada una de las naciones. Los líderes talentosos y esforzados son desplazados por los charlatanes. La experiencia cercana lo confirma.
Un artículo publicado en Búsqueda, edición 1818 (4 de junio), explica esta reflexión. No juzgo al semanario, que tiene el mérito singular de cobijar todas las opiniones a diferencia de otros cerradamente dogmáticos. Se trata de una colaboración firmada, utiliza argumentación coherente, pero padece una incoherencia superior a las razones puntuales.
El autor juzga severamente al pueblo argentino, anota algunos de sus defectos posibles bajo aquel dogma tan repetido de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Por consecuencia, pronostica una cuarta victoria de los gobiernos K en Argentina.
La definición general, nada nueva, acerca de que una baja cultura popular explica opciones electorales erróneas para los intereses nacionales es demasiado contemplativa y poco ligada a poblaciones vulnerables que, por serlo, merecen respetuosa comprensión y una indudable militancia, como la han practicado muchos cientos de compatriotas desconocidos: desde luego, los famosos estuvieron en la plantilla de los Figueredo. En lo personal, procuro incansablemente rescatar del olvido a los mejores y no puedo lisonjearme con el apoyo del periodismo masivo: hay, felizmente, ventanas abiertas, pero poco percibidas por la masa de habitantes poco lectores. Los medios masivos uruguayos son sencillamente detestables, todos ellos, por unanimidad.
El pueblo argentino merece consideraciones de diversa índole. Una, fácilmente perceptible por el frecuente intercambio de visitas, es la elevada calidad de muchísimos argentinos, la nobleza y la generosidad de gentes hospitalarias.
Son queridas profundamente por gentes de todos lados figuras estelares como el indio Atahualpa Yupanky, la eximia Mercedes Sosa, la socialista Alicia Moreau de Justo, el investigador generoso René Favaloro, una mujer periodista que no se calló durante toda la dictadura militar, se me escapa su nombre, agrego una figura religiosa de primera magnitud, poco nombrada, el superior de los Jesuitas de Santa Fe, Alberto Silly. La lista sería interminable.
Una segunda razón obliga particularmente a la prudencia: la relación de fuerzas vale en política internacional. Tiene sentido que una potencia importante dispute con otras, ocurre entre Rusia y la Comunidad Europea, ocurrió en un pueblo compacto, unido, hermosamente patriota, caso de Vietnam, enfrentando a potencias importantes. “Un povo de camponeses derrota a potencia mais grande do mundo”, titulaba un diario riograndense el final de la guerra, cuando en Uruguay no había prensa libre alguna, año 1975 (diario “Zero Hora”).
Los países del sur, con la salvedad de Brasil, la única salvedad es Brasil, no pesamos en el mundo. El Uruguay, tremendamente fraccionado, subdesarrollado cultural y económicamente, cultor de dos deportes favoritos, el fútbol y la confrontación permanente entre ciudadanos “compatriotas”, sea dentro de un mismo sindicato, dentro de un mismo partido político, dentro de la propia magistratura, dentro del Poder Legislativo, tenemos obligatoriamente, necesariamente, que guardar las armas y actuar en consecuencia: los uruguayos no estamos en aptitud moral, que es la única que importa realmente, para criticar airadamente a otros pueblos, sean de este continente o de otros. Deberemos siempre medir palabras, discursos: no podemos medir, no podemos valorar el efecto explosivo que producen en otros países algunas expresiones vertidas entre casa, en medios públicos.
El caso Mujica, convocado por el parlamento brasileño, debería ser emblemático y aleccionador para todos quienes opinamos sobre algo en medios públicos, y sobre todo en prensa escrita o en libros. El líder tan verborrágico vivirá para apreciar los efectos de su discurso como la escasez de sus obras.
La tercera reflexión es válida en realidad para todos los pueblos del sur: el mismo enterramiento ocurrido dentro de fronteras de los mejores, aquellos hombres superiores que aportaron talento a la cultura nacional, puede ocurrir en otros países y seguramente ocurrió en el caso argentino. Entre nosotros, puedo mencionar a José Monterroso, secretario de Artigas, impedido de regresar a su país por dos gobiernos distintos, de la respectiva divisa opuesta, a Pedro Margat, naturalista y cultivador insigne, a Domingo Ordoñana, sabio, “médico a palos” por obligación, gremialista, origen vasco, fundador de la Asociación Rural (mala palabra para muchos militantes) y no quiero agregar nombres tan poco conocidos como ambos para la sabia “cultura” capitalina. Anoto simplemente un triplete formidable: Juan José Castro, Miguel Jaureguiberry Recayte, más el médico Juan E. Mackinnon, uruguayo, famoso en el exterior, bloqueados por la “brillante” prensa partidista en el Uruguay.
Finalmente, un comentario final de doble sentido: respecto a Argentina, sigo pensando que no habrá un cuarto gobierno K. Podría abundar en razones pero un dato despeja el camino: dos países del sur están devorados por la inflación, superior al 30% anual. El mundo moderno, interrelacionado por todo, no puede darse el lujo de trepar más allá del 10%. El castigo debería ocurrir, no hay escape posible. A menos que se acelere un proceso ya iniciado, la conquista económica por parte de China, pero que en Argentina encontrará muy fuertes limitantes.
Segundo comentario: todos los países del sur, a excepción de Brasil que tiene 6 siglos de historia, seguimos en estado infantil, sin lograr construir nacionalidades vigorosas, consolidadas, unidas espiritualmente por lazos comunitarios. Los intelectuales deberán salir de sus torres de marfil, para amar y convivir con sus pueblos.
Y cabe aún un agregado necesario: a los uruguayos, a todos los uruguayos, nos va la vida de hoy y del futuro previsible, es decir, los próximos 30 años, en el éxito de la administración Vázquez, que recoge el desorden heredado de una gestión muy deficitaria. Todos los ciudadanos deberíamos guardar las armas para tiempos menos turbulentos. Hoy estamos obligados, más aún, estamos sometidos, a condiciones externas apremiantes que no nos darán misericordia: todos los caciques, todos los pequeños reyes de un gremio, de un club, de un sector universitario, o de la judicatura, o de un medio de prensa, deberíamos superarnos, mirar arriba y obligarnos a estudiar, estudiar, estudiar, y ponernos en condiciones de movilizarnos menos y trabajar más.
Silos Piedra Cueva Azpiroz
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