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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMe sorprendió el tono y estilo del editorial del diario El País, del 6 de enero pasado —“Tontas teorías reeleccionistas”— en el cual descalifica y hasta se mofa, tratando de intrascendente, al tema traído a colación por un analista político, aparentemente de la oposición del gobierno actual, publicado en un medio de prensa afín. Destaco que no leí el artículo, desconozco el medio en que fue publicado y por ende, ni su contenido ni al analista político de marras. También que mi participación en la vida política, desde el año 1966 ha sido exclusivamente como elector.
En la edición digital de Búsqueda Nº 2.100 (3 al 9 de diciembre de 2020), en “Cartas al Director”, publicaron un artículo que envié —“La reelección presidencial”— en el cual planteaba la viabilidad de esta posibilidad en el contexto político nacional.
En él hacía referencia al intento de la Unión Colorada y Batllista, liderada por el entonces presidente Jorge Pacheco Areco, en las elecciones nacionales del año 1971, de promover una reforma constitucional (Sí verde) para instaurar la reelección presidencial y de esa forma prolongar por cinco años más en el cargo al líder mencionado.
La ciudadanía no acompañó esa iniciativa al no apoyarla el Partido Nacional, las fracciones del Partido Colorado que no integraban la Unión Nacional Reeleccionista y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), lema bajo el cual votó el novel Frente Amplio. Apoyó la reforma un 29% del electorado que representó, solamente el 59% de los votos exigidos para que la misma resultara aprobada.
No es necesario ser analista político para inferir que el resultado negativo fue por ser una propuesta con nombre y apellido, y en la jerga popular no se trataba de la reforma constitucional, sino de “la reelección de Pacheco”.
En los países del primer mundo, con democracias asentadas, la reelección está impuesta. Será por un período adicional, o dos, o más, y en definitiva son los electores quienes determinan si le dan oportunidad al presidente o primer ministro en ejercicio, para continuar en el período siguiente ocupando el cargo. Claros ejemplos son Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, España, Rusia y otros países europeos, Australia, Nueva Zelanda, Japón… Las experiencias latinoamericanas de Venezuela, Nicaragua y Cuba no son ejemplo de reformas democráticas, como sí lo son las de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Colombia, pese a los altibajos que hayan podido sufrir.
Vigente la reelección y haciendo abstracción de situaciones puntuales, ¿qué hubiera sucedido en 2005 si Jorge Batlle se hubiera podido postular a la reelección? ¿Habría visto restringida su incidencia política el Partido Colorado en la participación que no ha podido recuperar?
¿Qué hubiera sucedido si en 2010 Tabaré Vázquez se hubiera postulado a la reelección?, proponiendo mantener lo sustancial del equipo económico, ¿hubiera sido José Mujica presidente?
Se pueden tejer infinidad de hipótesis, favorables o desfavorables, pero habría que apartarse de pensar que este evento sea una herramienta para entronizar un partido político o a un individuo en el poder. Lo sustancial es concluir si el sistema es viable.
El pueblo uruguayo tiene cultura cívica y si entiende que un gobierno fue exitoso y cumplió con sus expectativas esenciales, ¿por qué no continuar?
La primera restricción, inapelable desde mi punto de vista y por única vez, es que el presidente en ejercicio no podría ser reelecto candidato a ningún cargo electivo (Senado, etc.), ni tampoco integrarse al Poder Ejecutivo para el período inmediato. Para ser más claros, si se aprobara una reforma constitucional en este periodo, el presidente Luis Lacalle Pou no podría postularse. Sí a partir del 2030 y 2035 sucesivamente si resultara aprobada la propuesta.
La discusión compete al sistema político, la decisión, a la ciudadanía.
Antonio Estefanell