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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTodas las campañas electorales son diferentes. Por ejemplo, en la campaña del 2004 todos sabíamos quién iba a ganar: en ésta nadie lo sabe. Pero hay otras diferencias más de fondo.
Algunas elecciones las gana un partido; en otras elecciones sucede al revés: las pierde un partido. El resultado final parece igual, solo que mirado desde un punto de vista o del otro. Pero no es lo mismo. Todo cambia según sea el proceso o la estrategia electoral, es decir, las campañas electorales. Mejor dicho, todo será de un modo o de otro según los estados de espíritu profundos que se reflejan en las campañas electorales.
Para las elecciones del 2004 el Frente Amplio hizo una campaña electoral asentada, entusiasta, hasta festiva. El “festejen uruguayos” del día del escrutinio ya estaba consolidado tiempo atrás y teñía con sus colores la campaña electoral desde su comienzo. El Frente ganó esas elecciones.
En las elecciones pasadas el Partido Nacional venía haciendo una campaña electoral con espíritu ganador hasta que, en un momento dado, después de las internas y de forma para mí incomprensible, se produjo un colosal desencuentro entre el candidato y el Partido. Hubo un cambio en la campaña electoral y en los ánimos; el resultado fue que salió electo el binomio Mujica Astori, que ni siquiera se hablaban y desconfiaban visiblemente uno del otro. Esas elecciones las perdió el Partido Nacional.
El Frente Amplio de hoy está mordido por la incertidumbre y la duda. Ese estado de ánimo, al no ser procesado, ha transferido un estilo y un humor particular a su campaña electoral: el Frente Amplio hoy no trabaja para ganar sino que se afana para no perder. Una campaña electoral para evitar perder es muy distinta de una campaña para ganar.
El Frente Amplio creyó que Vázquez le ganaría a Larrañaga: le erró en ambos cálculos. La sorpresa que de allí se desprendió generó un talante y un estado emocional que ha impregnado su campaña electoral.
También quedó sorprendido el Partido Nacional que, meses atrás, no esperaba lo que luego sucedió. Pero mucho antes de esa sorpresa, antes de que las encuestas dieran motivo a ella, se había planteado una campaña electoral con un estilo nuevo para encarar la política. El Partido Nacional encontró y, a la vez se dio, concientemente y por opción genuina, un estilo y un estado de ánimo arrojado, ajeno al orejeo del cálculo de resultados, más entusiasmado con su misión que con las estrategias destructivas. En una palabra, se puso en campaña para ganar. Sobre todo se planteó, o el propio entusiasmo joven de su candidato lo llevó, a constituir su estrategia de victoria en un sueño de futuro, en una interpelación inusitada a un Uruguay nuevo que estaba allí sin que nadie hubiese reparado en él y le hubiese dirigido la palabra.
El Frente Amplio está hoy comprometido en una campaña electoral para evitar la derrota. Eso se percibe en muchos detalles pero me centraré en uno: la alianza o el interjuego combinado con el PIT-CNT. El Frente toleró que la central sindical le impusiera decisiones políticas importantes contra el parecer de sus legisladores (Ley de Responsabilidad penal empresarial) y apoyó sin chistar (exceptuado Vázquez) la huelga política en su favor que decretó recientemente el PIT-CNT. La razón de este comportamiento es que el Frente teme perder votos en ese ámbito donde tiene muchos. Pero esta actitud, como es obvio, no le trae ni un solo voto nuevo: no hay perspectiva de conquista sino miedo de la pérdida. El temor a perder está como trasfondo de todo el esfuerzo electoral del Frente Amplio y no hay agencia de publicidad, ni asesor de imagen, ni truco habilidoso que pueda torcer eso o evitar que se trasluzca.
La política es, en gran medida, una construcción con palabras. Mejor dicho: se construye sobre la comunicación. La palabra es la exteriorización, la puesta en público, de aquellos proyectos de país, planes de gobierno, ideas de futuro, convocatorias a la sociedad, que habitan en la mente o en el interior de los candidatos y de los partidos. Las formulaciones explícitas –la palabra- son elegidas y ordenadas según la finalidad que se persigue en una campaña electoral. Esa palabra contiene solo lo que quiere mostrar el que habla. Pero hay otras formas de comunicación que no son manejables, que se escapan, que muestran cosas que no se quiere que sean vistas: hay lapsus, omisiones, tropezones, exabruptos y muchas otras señales que descubren el fondo del actor político y sus intenciones, sea el candidato sea su partido. En lo que estamos analizando descubren, más allá de precauciones y camuflajes, el norte íntimo del esfuerzo electoral: no perder unos, ganar otros.
El partido que se ha puesto como meta no perder las elecciones no está condenado: puede tener éxito en su tarea y no perder. Pero su dinamismo y energía política se agotan en el momento mismo de su cumplimiento. ¡No perdimos, qué alivio! ¡Cumplimos! En cambio para el partido que haya volcado su esfuerzo para ganar todo empieza al día siguiente de la victoria.
Juan Martín Posadas