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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCuando en los años 60 reforman su casa familiar en el centro de Montevideo, mi abuela Lala pidió que las baldosas originales de la cocina se quitaran sin romper para volver a colocarlas.
Los obreros no aseguraban una operación tan delicada así que lo hizo su hermano, mi tío abuelo Fernando, que todas las noches, mientras estudiaba Medicina, se hacía un ratito para despegarlas con gran cuidado una por una.
Muchos años más tarde, visitando la Casa del Gral. Juan Antonio Lavalleja, me sorprendí al ver en los alféizares de las ventanas las mismas baldosas de la cocina de mi abuela. “Qué raro”, pensé, pero a lo mejor no lo era tanto, Lala y Fernando, sin ser especialistas, porque ambos eran médicos, pertenecían a una generación en la que aún resonaba una educación donde lo bello no se rompía, se cuidaba.
Hoy, por el contrario, lo bello es demolido y en los últimos 10 años Montevideo ha perdido cientos de casas de valor patrimonial debido a un uso indiscriminado de la Ley Nº 18.795 de acceso a la vivienda de interés social, que lejos de garantizar viviendas a mejor precio ha servido para el lucro de quienes destruyen la arquitectura que hizo notable al país.
¿De verdad los promotores privados pueden hacer lo que quieran con nuestro patrimonio sin que exista ninguna medida equivalente por parte del Estado nacional o municipal para empresas y particulares que quieren conservarlo?
La “Ley Lala de protección patrimonial” es un conjunto de medidas urgentes que presentaremos a las autoridades nacionales, legislativas y municipales para que personas físicas o empresas que se toman el trabajo de preservar el patrimonio arquitectónico de nuestro país, cuenten con los mismos beneficios que las empresas que hoy lo destruyen.
Les invitamos a unirse al hashtag #LeyLala en Instagram para discutir esas medidas y coordinar acciones que nos permitan tener pronto una ley que beneficie a quienes quieren proteger ese patrimonio perteneciente a pasadas, presentes y futuras generaciones.
Martín Sastre