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    Pérdida de identidad

    Sr. Director:

    Es el diagnóstico clínico: Identitas se esfumó en la nación uruguaya.

    Años ha, pero no tanto, Uruguay se distinguía por actitud, cultura, desarrollo. Con orgullo se recibía al uruguayo, una persona quien traía un aura de respeto por la nación que representaba. El país resplandecía por conquistas sociales, políticas, técnicas, científicas. ¿Dónde estamos hoy?

    “Conquistas” ¿sociales…o sindicales…o políticas? ¿Técnicas y científicas?, buscarlas con lupa, o nos enteramos por los medios de un uruguayo que brilla en el exterior. Y, ¿dónde está aquel, quien con su presencia, cultura, marcaba la diferencia? La clase política, sus oradores, sus luchas verbales que llegaban, influian e imponían cambios gubernamentales, situando al pueblo, quien les respondía. ¿Qué pasó con la escuela pública, reconocida por el mundo? La Universidad, foro de intelectuales, ¿dónde está? ¿Quiénes son sus egresados y dónde están? Parece el Quijote al expresar “¿do está el rey Don Juan…?, ¿Los infantes de Aragón…?, ¿qué se ficieron?”.

    Hecho el diagnóstico es urgente iniciar el tratamiento, pero no a tontas y a locas, sino hacer lo que corresponde consultando a quienes se reconoce por su identidad, versación y compromiso con la nación para renacer de las cenizas. Se necesita de ideas puntuales; trabajos ciertos para reiniciar los pilares de ella para resucitar con compromiso. O volvemos al presente.

    Para crecer, la patria necesita primero de gente, porque hemos perdido hasta eso. Una escuela no política; que enseñe a pensar y saber discernir qué se quiere para sí y para los demás, con respeto, no que me digan que debo hacer.

    Los ingenieros de esta obra deben venir de la escuela, de la universidad, de las tan mentadas y olvidadas tecnicaturas que tanto defendió Pedro Figari, postergado y olvidado por años. A la vez, gente que quiera realmente al país y no hacerse del país.

    En suma, unirse para empujar la carreta empantanada, pero, todos juntos.

    Son necesarias metas claras, no utopías, que se cumplan planes que realmente se lleven a cabo, bien hechos, son para todos y con progreso incluido.

    Y, aunque parezca mentira, no robar. Quienes no acompañen, a un lado y la ley implacable con los que mienten y desangran al país escudados en fueros o intereses corporativos.

    Por lo tanto, señores, a remangarse, explicar con claridad cuáles son los planes y cómo los harán y para cuándo. Nada de “lo voy a estudiar”, “lo estamos por empezar” o “lo estamos haciendo”. Mentiras del presente, mostradas con cinismo a un pobre país, robado por quienes volvieron a venderle espejitos y otras chucherías, mientras lo esquilman, riéndose entre dientes del pueblo.

    ¿Hay gente?

    Carlos Sarroca