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“Me preocupan las manzanas podridas” se titula el reportaje del Sr. Richard Read, publicado en “El País”, el domingo 12 de octubre. Interesante el reportaje. Sugestivas algunas afirmaciones del dirigente de la FOEB. Siempre me ha parecido respetable la forma de pensar y de actuar del Sr. Read. Se trata de un dirigente que ha defendido, con toda su fuerza, los derechos de los trabajadores y que, al mismo tiempo, ha sostenido que los trabajadores —también lo soy— también tenemos deberes. Me recuerda a algunos dirigentes emblemáticos del sindicalismo uruguayo, que aun identificados con grupos político-partidarios precisos y sosteniendo ideologías definidas, delimitaron su accionar al área sindical, sin mezclar los campos. Muchos de ellos habían sido fundadores o protagonistas destacados en los inicios de la Convención Nacional de Trabajadores, la CNT, desde setiembre de 1966. Precisamente para lograr la integración de quienes provenían de diversas corrientes políticas y de quienes sostenían ideas no siempre coincidentes, la central única se fundó a partir de bases organizativas comunes, pero no a partir de posicionamientos políticos. Una de estas bases organizativas, que se remontaba a la propuesta de la Federación Autónoma de la Carne de 1956, sostenía que los dirigentes sindicales no podrían ser activistas políticos y que la central proyectada solo desarrollaría actividad sindical.
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Pasaron muchas cosas desde entonces. La CNT fue declarada ilegal poco después del golpe de Estado, y la dirigencia y los militantes sindicales fueron duramente perseguidos durante la dictadura. Estos hechos, condenables y condenados, no justifican sin embargo la politización y la partidización de la central sindical, ni la conversión de sus dirigentes en portavoces de algunos partidos.
Si lo anterior no me convence, mucho menos me place la deformación de la historia, a la que apelan algunos de estos dirigentes, en este caso el Sr. Richard Read. “Si alguien duda que en estos últimos diez años logramos lo que en los últimos 100 años no hemos tenido, está loco” —sostiene Read, para justificar su militancia a favor del Frente Amplio y para destacar los logros alcanzados por los trabajadores durante los últimos dos gobiernos. Esta afirmación resulta, por lo menos, sorprendente.
El Sr. Read recalca la aprobación de la ley de fueros sindicales de 2006, lo que es verdad. Parece desconocer, sin embargo, todas las leyes aprobadas en los últimos 100 años. Por empezar, el desarrollo de una amplia “legislación protectora y obrerista”, al decir de José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, fue una de las características del primer ciclo batllista. Cuesta creer que un dirigente de la formación del Sr. Read haya olvidado que en 1915 fue aprobada la ley de horario obrero —que incluía jornada laboral de 8 horas, descanso semanal obligatorio, reglamentación de trabajo de menores y descanso especial por maternidad—; que en 1919 se aprobó la ley de pensiones a la vejez; y que, al año siguiente, fue votada la ley de indemnización por accidentes de trabajo. Por otra parte, si bien estas leyes fueron presentadas y aprobadas durante y por gobiernos colorados, bajo el liderazgo de José Batlle y Ordóñez, las iniciativas y los apoyos vinieron de todos los partidos. Los blancos Herrera y Roxlo presentaron, en 1905, el primer proyecto de ley de reducción de la jornada laboral; el socialcristiano Oriol Rodríguez promovió el descanso semanal obligatorio y el socialista Frugoni presentó la primera propuesta de salario mínimo.
El Sr. Read afirma que no funcionaron los Consejos de Salarios entre 1990 y 2005, lo que es verdad. Lo que no dice es que la Ley de Consejos de Salarios no nació por generación espontánea. Resultado de un complejo proceso iniciado en 1938, en el que participaron representantes de todos los partidos, esta ley fue aprobada en noviembre de 1943. El presidente era entonces el colorado Juan José de Amézaga, quien hizo importantes aportes personales en los contenidos de la ley. Se había especializado en temas jurídicos y sociales en París y Berlín, y había sido director de la Oficina de Trabajo durante la segunda Presidencia de Batlle y Ordóñez.
El Sr. Read sostiene que nunca antes hubo una ley de protección de las ocho horas de los trabajadores rurales, lo que es verdad. Pero se olvida de todas las leyes que la precedieron —la creación de la Caja de Trabajadores Rurales, a comienzos de 1943, el primer Estatuto del Trabajador Rural de 1946— y que sentaron las bases de los avances más recientes.
Antes me apenaba, ahora francamente me desagrada que se realicen, con soltura, afirmaciones que falsean la historia. Lamento que los formadores de opinión estén desinformados o mientan a sabiendas.