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    Sobre seguridad social, literatura y plebiscitos

    Sr. Director:

    ¿Marcha atrás o plebiscito? Estos parecen ser, como en el afamado cuento de Borges, senderos que se bifurcan ad infinitum en Uruguay. Es bueno recordar algunos hechos para conocimiento de las nuevas generaciones. Ante arbitrariedades y la obstinación de quienes ostentaban el poder político en esos tiempos, nuestro país tuvo el llamado “plebiscito de los jubilados” junto con las elecciones de 1989, y después “el de la papeleta rosada” junto con las de 1994. En ambos casos hubo desencuentros entre las políticas y normas jubilatorias y pensionarias vigentes o impuestas parlamentariamente y la mayoría de la sociedad. En ambos casos surgieron alternativas desde el seno de esta (en particular en el último desde el movimiento sindical y social organizado de manera eficiente, unitaria y rápidamente) y las iniciativas de reformas constitucionales promovidas obtuvieron muy importantes apoyos de casi el 82% de la ciudadanía en el primer plebiscito y de casi el 73% en el segundo.

    Esta trayectoria se corta con la reforma de 1995, la cual también vale recordar. A pesar de que de las elecciones de octubre del año anterior había surgido un Parlamento donde solamente un 38% de los legisladores electos estaba a favor del régimen mixto y un 62% en contra, a través de un acuerdo político cupular se terminó aprobando uno con la introducción de las administradoras de fondos de ahorro previsional (AFAP) —entonces novedosas para la mayoría de las uruguayas y uruguayos— e importantes rebajas en las jubilaciones y pensiones que empezó a pagar el Banco de Previsión Social “reformado”. En esa oportunidad, los errores que cometimos en el llamado “campo popular”1 impidieron llegar a recorrer el camino de un nuevo plebiscito al no alcanzar las firmas necesarias.

    Ahora, desde fines del 2020 —y en contra del discurso electoral del hoy señor presidente de la República2— una mayoría de la llamada Comisión de Expertos analiza modificaciones que vuelven a ir a contrapelo de las opiniones mayoritarias de la población. Entre ellas, el aumento de la edad para jubilarse a los 65 años (seguramente en forma escalonada), el recorte de jubilaciones y pensiones, el achicamiento del Banco de Previsión Social y un reforzamiento de las AFAP. ¿Pero qué están pensando las uruguayas y uruguayos? Sobre el llamado régimen mixto vigente Equipos Consultores acaba de relevar que 71 de cada 100 piensan (y piensan bien) que sus ingresos van a ser menores o mucho menores, que el 61% dice que el sistema es injusto o muy injusto y el 76% no está de acuerdo con aumentar la edad obligatoriamente (en diciembre de 2020 era el 78%, y en abril pasado el 77%).

    Todo esto a pesar de que la totalidad de los “grandes” programas periodísticos de la radio y televisión nacional3 han ignorado olímpica y absolutamente nuestra voz disidente (la de la ATSS y el Movimiento Nacional de Defensa de la Seguridad Social creado el pasado 18 de mayo), y a pesar de que casi todos esos programas han entrevistado insistentemente al Dr. Rodolfo Saldain4, que en todas esas intervenciones insiste en su idea de aumentar dicha edad. ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Alguien hablará de tozudez popular? ¿Incapacidad de Rodolfo para convencer?

    Busquemos ayuda ahora en la poesía. El poeta Constantino Kavafis aconseja a “Quien desee fortalecer su espíritu”, entre otras cosas, lo siguiente: “No habrá de temer el acto destructivo: / la mitad de la casa tendrá que derrumbarse. / Así alcanzará virtuosamente la sabiduría”5. Exceptuando las cajas paraestatales y los servicios de retiros, la “casa” de las jubilaciones y pensiones de nuestro país tiene dos mitades: el BPS y las AFAP. El problema es que se está pensando en obligar a que la gente trabaje más, aporte más, cobre menos y esté menos tiempo viva como jubilada, y además se “reformarían” —es decir, empeorarían las condiciones para el acceso— las jubilaciones por incapacidad física, las pensiones por viudez y las actividades bonificadas (como las de docentes, afectados a radiaciones ionizantes, industrias que procesan asbesto, quienes están expuestos al dióxido de silicio, trabajos a temperaturas menores a 20 grados bajo cero, y un largo etcétera, no sabemos muy bien cuáles, ni cómo, ni cuánto se modificarán).

    Entonces, no es preciso ser un iluminado para comprender la situación que se está generando, y alcanza con tener empatía y acudir a la ayuda del dicho popular: “Hay que creer… o reventar”. Y es justamente a partir de todo lo anterior que me animo a aventurar un pronóstico, creo que fácilmente previsible: el Uruguay se encamina de manera inexorable hacia un escenario de importante resistencia popular en lo inmediato (¿obligando a una marcha atrás sensata?) o a un nuevo plebiscito, esta vez en octubre del 2024 junto con las elecciones nacionales. En efecto, el inciso A del artículo 331 de la Constitución de la República establece que por iniciativa del 10% de los ciudadanos inscriptos en el Registro Cívico Nacional, se puede realizar una enmienda de nuestra Carta Magna que establezca lo que la ciudadanía quiera. ¿Y qué pasa si la mayor parte de la ciudadanía quiere derogar el aumento de la edad jubilatoria y otros recortes que se impongan? ¿Qué pasa si esta vez el movimiento social actúa rápida, inteligente y unitariamente? ¿Qué pasa si esta vez se quiere derrumbar la mitad de la casa, es decir, eliminar las AFAP sustituyéndolas por una administradora estatal de capitalización colectiva y no individual, que tenga prohibido cobrarle comisión a las trabajadoras y trabajadores obligados (que inmediatamente comenzarían a ganar en sus ahorros)? ¿Qué pasa si además se incluyen importantes mejoras para las actuales jubiladas y los actuales jubilados y pensionistas? ¿Qué pasa si se incorpora en la Constitución la necesaria dimensión de género en la seguridad social? ¿Qué pasa si se devuelve el “diezmo” que se les ha quitado a los llamados cincuentones y cincuentonas? ¿Qué pasa si se corrige el problema de las exoneraciones de aportes patronales impertinentes y se apuesta a una equiparación progresiva y sensata del valor de estos con los aportes personales? ¿Qué pasa si en vez de que el trabajo pague la “reforma” se pone en la Constitución un cambio estructural verdadero que sea pagado por el capital? Pasará que el pueblo alcance virtuosamente la sabiduría y salga fortalecido, poniendo fin en este tema a una infinita bifurcación de los caminos: nada más, ni nada menos.

    Juan Adolfo Bertoni

    Expresidente de ATSS

    CI 3.289.304-5

    Notas:

    En particular la demora de más de diez meses en ponernos de acuerdo en el texto de la iniciativa de Reforma Constitucional, y el dispar compromiso entre los promotores con la posterior campaña de recolección de firmas.

    Fue explícito en su postura: “a aquel que ya está trabajando no alterarle las reglas de juego… sí podemos estimular a que esa persona se retire más tarde (…), pero insisto: no es obligatorio, es un estímulo”.

    En la prensa (obviamente escrita) sólo la han recogido este semanario en varias oportunidades, la diaria y La juventud.

    Vuelvo a reiterar mi respeto personal e intelectual por él, hablo aquí de diferencias de ideas e intereses.

    Traducción de Francisco Rivera – Monte Ávila Editores. Poema “Para fortalecerse”.