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El sábado 6 debí trasladarme a la ciudad de San Carlos. A las 13 horas, circulando por la rambla a la altura de Malvín, se formó un interminable y estático tapón de tránsito que me motivó a salir de la capital por la Av. Rivera. Allí la situación era similar. Entonces torcí más al norte hacia Av. Italia pero ni siquiera pude entrar a ella, por lo cual apenas me fue posible la atravesé y decidí intentar por Camino Carrasco, vía por la cual finalmente logré mi objetivo.
Una hora y veinte minutos me demandó llegar al aeropuerto de Carrasco. En todo el trayecto desde que salí de mi casa no vi ni un inspector de tránsito de nuestra Intendencia para ordenar los miles de vehículos que se movilizaban. Pero sí hubo inspectores en la mañana de aquél domingo en que el senador Mieres fue multado transitando en una vacía y amplia Avenida Batlle y Ordóñez a 76 kilómetros por hora.
De lunes a viernes, en horas “pico”, es un martirio intentar cruzar en los alrededores del Estadio Centenario y en particular en Av. Italia con la intersección de Albo y Ricaldoni. Jamás he visto inspectores allí, sitio en el que sí he visto lamentables escenas de agravios verbales y físicos entre conductores, buenas personas que ni siquiera se conocen, pues tal es el flujo vehicular que los semáforos resultan casi inoperantes para regularlo.
Pero, ¡oh, casualidad!, el lunes 8 en la confluencia de Av. Brasil y Av. Soca había ¡OCHO! inspectores controlando que los conductores tuvieran puesto el cinturón de seguridad. Y, como siempre, ninguno encontré diez minutos más tarde en Av. Italia y Albo.
Al igual que muchísimos conductores, siento indignación por la incapacidad de las autoridades de nuestra Intendencia en cuanto a entender que su función principal no es multar escondidos en lugares como el señalado de modo de tomar por sorpresa al automovilista sino facilitar el tránsito. Se trata de la Dirección de Tránsito, deben dirigirlo y organizarlo. Pero nuestra Intendencia sigue optando por recaudar antes bien que hacer algo en beneficio del tránsito vehicular, tarea primordial que les está asignada.
Esta situación, ya de tan larga data, nos recuerda un trabajo de Les Luthiers en el que se relata la asunción de nuevos ministros en cierto gobierno y, al llegar al ministro de Cultura, el designado es el cabo segundo Anastasio López.
