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No salgo de mi desazón. Trato de mantener la línea, de no ser todo el día una máquina de criticar a los que mandan dentro de mi querido Partido Nacional, pero una y otra vez hacen y dicen lo que creo es incorrecto.
Soy de Alianza, soy de Larrañaga, me siento wilsonista. A Larrañaga lo voté porque lo considero el mejor candidato dentro del mejor partido político. Puede estar desgastado y de hecho lo está. Tal vez dentro de la propia Alianza venga el recambio o Jorge cambie algunas cosas que implican acompañar los nuevos tiempos. Eso no me hace incondicional a nadie, salvo a las ideas y valores que me enseñaron de chico.
Leo las declaraciones de Larrañaga que dicen en su titular: “Para ganarle al Frente hay que abandonar los viejos manuales”. No, Jorge, no. Exactamente lo contrario.
Los blancos se van porque abandonaron los manuales, los blancos se van porque no los representan más los referentes, que sólo los llaman cada cinco años para las elecciones. Perdimos mística, perdimos militancia, perdimos contacto con la gente y no es culpa del que se va. Esa respuesta es el camino más corto. Ser blanco es una magia, una cosa rara que nos hace diferentes. No me interesa ganarle al Frente, no es un deporte. Hay que ganar porque el pueblo nos ve como la fuerza política capaz de liderar el gobierno y llevarlos a la justicia social y a la tranquilidad.
Hicimos todo mal. Todo. ¿Por qué piensan que los colorados están en grave situación histórica? Por haber abandonado los viejos manuales. Cuando se den cuenta de eso resurgirán, porque también les sobra historia. ¿O alguien cree de verdad que hay 10% de colorados en el país? No es así; hay muchos más. Pero ante el caos de sus dirigentes están al descubierto, de estampida.
Hay que machacar valores, hay que machacar códigos que nos diferencian. Hay que apostar por la enseñanza pública, hay que defender a los más pobres, hay que volver a fortalecer el valor familia, hay que enseñar respeto por los mayores.Yo a mis hijos les hablo de historia, ya de chiquitos empiezan a entender quién fue Wilson, cómo un tipo pudo defender desde el exilio a los comunistas y al propio Seregni, para que no hubiera elecciones con proscriptos.
Les enseño de Leandro Gómez, quién fue Batlle, quién fue Aparicio, quién fue Venancio Flores, quién fue Bordaberry padre y quién es Bordaberry hijo. Saber qué fue el pacto del Club Naval, explicarles por qué tuve que votar a la maldita Concertación en Montevideo. Deben saber qué es “defensores de las leyes”, qué es “cuando sucumba me rendiré”, qué es “dignidad arriba, regocijo abajo”, qué es “nadie es más que nadie”.
Justamente lo contrario: ¡hay que volver a los viejos manuales! Y no importa ganar o perder. Uno no puede ir hacia donde va la gente. Hay que marcar caminos para que la gente venga y los mejores alambrados son los que se hacen con buenos postes.
Frente al rumbo que ha decidido tomar mi querido partido y sus referentes más importantes, con un wilsonismo que se desdibuja y va por nuevos manuales para ganarle al Frente, arreo banderas. Quedo quietito esperando que los que mandan hagan esa autocrítica que se saltearon. Tenían la Convención y la hicieron simplemente un trámite burocrático para votar la lista del Honorable Directorio.
Como dice nuestra querida canción, “yo ya no tengo caudillo, no tengo por quién pelear, pa’ qué quiero la divisa, si se murió el general”.
Y eso que siento lo sentimos muchos que hoy estamos y muchos que se han ido y que esperan condiciones para volver. No tengan dudas. Y la puerta de entrada al Partido Nacional es por Alianza, es el sector centro y centro izquierda del partido, es el wilsonismo.
