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    Un “universo” diferente que produce “adultos disfuncionales”

    Otto Sestak es un rumano de la organización EuroChild, especialista en gestión de proyectos para terminar con la institucionalización de niños y adolescentes. Invitado por Unicef para un seminario, Sestak estuvo en Montevideo y advirtió en entrevista con Búsqueda sobre los daños que se producen a un niño cuando vive en una institución y no con una familia.

    —¿Qué tipo de consecuencias tiene para un niño vivir en una institución?

    —Hay muchos estudios científicos que salieron a la luz en los últimos 20 años, y todos dicen lo mismo sobre los niños que viven en instituciones: si el niño es muy pequeño, hasta la edad de tres años, el cerebro no se desarrolla con la misma velocidad que otros niños o que viven en un contexto familiar. Y como el cerebro no se desarrolla, el resto del cuerpo tampoco se desarrolla. Lo que sucede es que las conexiones en el cerebro suceden de la forma equivocada porque no existen apegos, falta el sentimiento de la madre y el padre, no existe esa relación muy estrecha que tiene que existir entre el bebé y la madre. Muchas veces las relaciones que se establecen son de estrés y miedo. Esto crea un círculo vicioso en el que el bebé no tiene confianza en los adultos. Todas las emociones que se desarrollan en ese bebé son negativas y el desarrollo intelectual está obstaculizado porque el cerebro está ocupado siempre haciendo conexiones con el miedo. Pero no es lo único que sucede. A medida que los niños permanecen en las instituciones, están separados de la comunidad, de sus familias y viven en un universo que está separado y es muy diferente del mundo real. Cuando ese niño se convierte en adulto y ya está listo para salir de la institución, o muchas veces es expulsado de la institución, no tiene herramientas para manejarse en el mundo de todos los días. Muchos de ellos vuelven bajo la tutela del Estado: porque están en prisión, o pasan a ser parte de cuidados para adultos, por estar en instituciones de salud mental. Las instituciones producen adultos disfuncionales porque las instituciones no pueden cuidar a los niños. 

    —En Rumania se logró en diez años bajar considerablemente la cantidad de niños institucionalizados. ¿Cómo lo lograron, cuál fue la clave?

    —No creo que haya una clave, es más bien un proceso que se puede aplicar con éxito en cualquier parte. En Rumania había un problema terrible con las instituciones. Teníamos más de 600 orfanatos y más de 100 mil niños institucionales. Es muy importante tener una sociedad civil competente con un plan claro: cerrar las instituciones y qué se iba a hacer después. Ese fue el primer paso, demostrar que no era necesario que existieran estas instituciones. Lo primero que hay que hacer es que no lleguen más niños a las instituciones. Vamos a la familias y les damos lo que necesiten para que no tengan que abandonar a sus hijos. ¿Cómo hacer eso? Varía de una comunidad a otra. En una institución, en un período de 18 meses, todos los niños que estaban en la institución, 150, fueron asignados a familias —algunas de origen, a tíos, padres, algunos a familias de acogimiento— y no se dejó entrar a ningún niño más. En ese lugar el gran problema que hacía que los padres abandonaran a los niños era que los padres estaban desempleados o tenían que hacer viajes para trabajar y no tenían a quién dejar para cuidar a los niños. Era común ver una sola familia que abandonaba hasta tres niños. La solución fue sencilla: pusimos una línea de ómnibus para la comunidad e hicimos un programa de guarderías. En dos años esto le dio respuesta a más de 80 niños. Además teníamos el compromiso de los políticos locales, que fueron los que tomaron la decisión de no recibir más niños en las instituciones. Es importante que el Estado esté asociado. 

    También es importante la transición, moverse de un sistema a otro. Esto lleva tiempo, hay que dedicarle tiempo a los niños, a los padres, a los educadores. Otro paso es el monitoreo, supervisión y la evaluación. Ver que todos están haciendo lo que tienen que hacer. 

    —¿Esto implica más recursos del Estado?

    —Sí. La información es el recurso más importante. Se necesitan recursos. En Europa, principalmente en Europa Central y Oriental, los recursos existen y están disponibles para eso, pero para llegar a esos recursos se necesita un plan y conocimiento técnicos. En Rumania, en los diez años que reducimos de 100 mil a 9 mil, la contribución que se hizo fue de unos 40 millones que provenían de la Unión Europea, 40 millones de la sociedad civil, y 5 millones que vinieron del Estado de Rumania. El proceso funcionaría igual aunque no tuviéramos el dinero de la Unión Europea, pero es muy importante que el Estado participe.