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“Este año vamos a hacer un viaje para despedirlos de la escuela en el cual visitaremos el Palacio Legislativo”, dijo la maestra Beatriz cuando hace nueve años cursé sexto de primaria. Uno de mis compañeros le preguntó qué era ese lugar y ella respondió: “Es donde se toman las decisiones con mucha valentía que protegen al país y a su ciudadanía”.
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Meses más tarde visitamos el Palacio Legislativo y vimos a las “buenas personas que dedicaban parte de su vida a protegernos”. Debo confesar que sentí gran admiración por todas esas personas y pensé que quería algún día poder estar allí sentada para ser como ellos.
Lamentablemente, hace un par de años cuando empecé a entender un poco más de lo que se hablaba y hacía allí adentro, esa imagen de idolatría se desplomó, mis sueños de estar ahí se esfumaron, yo ya no soñaba con formar parte de ese Parlamento porque muchas cosas, por no decir la mayoría, de las que se decidían allí no protegían ni al país ni a la ciudadanía. Seguramente era chica para tener semejante concepción pero el pasado año confirmó mi teoría. En el Palacio Legislativo no se protege ni al país ni a la ciudadanía ni al humano. Entonces, ¿sobre qué se legisla? No lo sé. Probablemente sobre intereses fundados en la ignorancia o en el resentimiento o en el egoísmo o quizá en el dinero. No es muy difícil adivinar que la confirmación de ese pensamiento fue dada por la aprobación de la ley de aborto, la cual “despenaliza” el delito de aborto pero “no lo instituye como un derecho de la mujer”. ¿Una buena ley o una buena jugada? ¿O una gran mentira? No sé, pero todos los centros de salud están obligados a proporcionarle el servicio a la mujer. Pero lo que es aún más dudoso es que aunque el médico haya hecho objeción de conciencia, si no hay otro que pueda proporcionar el aborto, lo debe hacer. Entonces, la mujer ¿tiene o no tiene derecho a que le hagan el aborto? Pero lo despenalizaron, nada más.
Mencionaré un tema un poco menos controversial que el aborto ya que muchos de los gobernantes no están de acuerdo con lo que digo; yo escuché sus discursos. ¿Cuántos casos de asesinato, violencia doméstica, robo y copamiento tienen que pasar para que se den cuenta que el sistema de seguridad no funciona bien? Hace unos meses leía en un diario que nunca los policías estuvieron tan bien pagos como ahora y que nunca hubo tantos patrulleros como ahora. Sin embargo, nunca hubo tantos delitos como ahora. ¿Funciona o no funciona? “La inseguridad es una sensación” escuché este año por allí. Claro, por eso en un lapso de dos meses me robaron dos veces en la calle y me entraron en mi apartamento en Pocitos.
Soy una estudiante de la Universidad de la República, ¿Qué beneficios tenemos los estudiantes? ¿Cuánto se discute sobre nosotros en el Palacio Legislativo? ¿Cuánto se nos protege? Nada. ¿Nada? Solo basta recordar lo que sucedió este año en el Instituto de Diseño: se derrumbó una parte. Si uno anda en la calle o ve la tele nos damos cuenta que la mayoría de los problemas están fundados en la educación. Estoy de acuerdo. Entonces, ¿por qué no protegen a los que estudiamos? ¿Por qué tenemos que estar en una clase para 100 personas cuando somos 500? ¿Por qué todos los maestros y profesores se quejan de sus sueldos bajos? ¿Qué beneficios tienen ellos? Solo lo menciono porque si el problema es la educación, ellos son los que van a salvar el país.
A todos los gobernantes y gobernantas les pido junto a otros muchos jóvenes que recapaciten sobre su forma de gobernar y que sepan que cada palabra y decisión que toman cuando están sentados en esos sillones en las distintas cámaras ilusiona o desilusiona a un niño, pero le repercute a toda la sociedad, a mí, a mis amigos, a mis padres y a los abuelos. Y si solo están allí por poder, gobiernen por ustedes mismos, cuanto mejor esté la sociedad mejor va a estar el país y más poder van a tener pero háganlo bien.
Cumplan con el sueño de muchos, protéjannos y protéjanse. Capaz que a muchos de ustedes no les importa cómo esté el país en 10 años, pero en 10 años mi generación va a tener 30 años y para ese entonces estaremos tomando las riendas de nuestro querido Uruguay. Ninguno de nosotros quiere un país hecho pelota, hecho trizas; queremos un país que funcione y que la sociedad en su conjunto esté contenta. Esto depende de ustedes. Por eso les pido y les pedimos los jóvenes que nos protejan y gobiernen bien. Que sean “tan ilustrados como valientes”.