Aumento de casos de Covid y “desgaste” en el personal de salud preocupa al GACH, que teme perder capacidad de rastreo en verano

entrevista de Florencia Pujadas 
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Todas las mañanas los grupos de WhatsApp Transición Uy y Nueva Normalidad explotan de mensajes. Los dos fueron creados al principio de la pandemia de Covid-19 y son un medio clave de comunicación para el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). En el primero se habla de las reuniones de los miércoles, donde se estudia la evidencia sobre el coronavirus en Uruguay y se hacen recomendaciones a las autoridades. El segundo es más íntimo y tiene solo tres participantes: los coordinadores Rafael Radi (científico), Fernando Paganini (matemático) y Henry Cohen (médico). En ninguno hay horas libres. “No hay domingo que valga”, dice Cohen.

Sentado en el living de su casa, el médico —referente en gastroenterología— se toma unos segundos para silenciar su celular y alejar las distracciones para hablar del trabajo del GACH. Unas horas más tarde, su firma estará en un documento público en el que el grupo de expertos insiste en la vuelta a clase de los niños. “En donde no se puede mantener la distancia, se pueden usar otras medidas. Eso lo tienen que resolver las autoridades de la Educación y, aunque debe de ser difícil de instrumentar, hay maneras de aplicarlo”, dice Cohen en entrevista con Búsqueda.

No es la primera vez que lo proponen: lo indicaron en un informe de agosto y lo repitieron en su última conferencia el jueves pasado. “Los riesgos que corren por no ir a la escuela son importantes”, agrega, y “no sabemos cuáles son los beneficios”.

Los riesgos no solo alcanzan a los niños. El médico ve con preocupación el aumento de casos de Covid de las últimas semanas, el “desgaste” de los rastreadores y el personal de salud, y el “descuido” en la población.

La tarde del miércoles, su celular volvió a temblar de mensajes por la repercusión del reporte diario del Sistema Nacional de Emergencia (Sinae), que registró un récord de 80 contagios nuevos, 559 casos activos y un fallecido de 90 años.

El médico insiste en que Uruguay está en el “piso” de la escala de alerta amarilla planteado por la Universidad de Harvard, pero que la situación ya no es “cómoda”. “Tenemos que planificar muy bien el verano y la llegada desde el extranjero”, advierte.

Los expertos del GACH reconocen que los niños están “sufriendo” al dejar de ir a la escuela para proteger a los adultos. Tienen tasas de contagio bajas y los efectos colaterales de que se queden en sus casas son “peores”. ¿Por qué continúa restringida la presencialidad en las escuelas?

–Desde la primera conferencia, el GACH fue portavoz y dijo que los niños se enferman poco y que los riesgos que corren por no ir a la escuela son importantes. No sabemos cuáles son los beneficios. Radi fue el primero que lo puso en duda. Se abrieron escuelas rurales, se recomendó aumentar el horario y luego dijimos que no había problemas para aumentar la presencialidad. En donde no se puede mantener la distancia, se pueden usar otras medidas. Eso lo tienen que resolver las autoridades de la educación y, aunque debe de ser difícil de instrumentar, hay maneras de aplicarlo y de pensar en el próximo año.

—Pese a las recomendaciones del grupo asesor y al reclamo de colectivos de padres que piden mayor presencialidad en las escuelas públicas, el gobierno mantuvo las restricciones. ¿Cómo fue el diálogo del GACH con el Ejecutivo? ¿Hubo discrepancias sobre este tema?

–Para nosotros, la presencialidad no ha sido un problema en la interna ni en la relación con el Poder Ejecutivo. Te lo digo con total seguridad. En una reunión en el Salón de los Pasos Perdidos, (el presidente del Consejo Directivo Central de la Administración de Educación Pública) Robert Silva vino con los consejeros de Primaria, Secundaria y UTU a agradecerle a Radi en nombre del Codicen por lo que el GACH había hecho. También hay que decir que Gonzalo Baroni, que es el director de Educación, participa siempre de las reuniones. Tenemos un diálogo excelente.

—Integrantes del GACH como Mónica Pujadas y Gabriel González dijeron que la pandemia aumentó la brecha educativa en Uruguay. ¿Están trabajando en recomendaciones para instrumentar la escolaridad en 2021?

–La brecha educativa en Uruguay existe hace muchos años y hay una cantidad de estudios que lo muestran. Nuestros grupos no están trabajando en eso, pero en la cabeza de nuestros pediatras y psicólogos ya está este tema. El 2021 vamos a empezar de cero, con un año de experiencia en la pandemia y —espero— mejores condiciones para que nuestros niños sufran menos y empiecen a aliviarse de lo que pasaron este año. Además, los que más sufren son los niños, pero cuando ellos sufren, sufren los padres, los adultos, la sociedad.

Foto: Nicolás Der Agopián / Búsqueda

—En una respuesta a un pedido de acceso a la información pública, Presidencia dijo que no tenía informes escritos del GACH y que los reportes se hacían de forma oral. ¿Es así? ¿Cómo los asesoran?

–Nosotros hicimos una serie de reuniones, la mayoría presenciales y algunas por Zoom en la cual presentamos los informes, los discutimos a fondo y ellos toman las decisiones que tienen que tomar. Las decisiones políticas son de ellos, involucran otros factores y lo nuestro son recomendaciones científicas. Nosotros presentamos documentos escritos que están en el sitio web de Presidencia y el profesor Radi anunció que vamos a ir agregando los documentos que están maduros en una pestaña propia. Desconozco ese asunto del pedido de información y nosotros no somos una institución del Estado.

—En su última conferencia, el GACH dijo que esperaba que Uruguay se volviera a teñir de verde (en referencia a la escala que la Universidad de Harvard utiliza para identificar cuando la situación está bajo control) antes de fin de año, pero siguieron aumentando los casos. ¿Aún es realista pronosticar ese escenario?

—Es una expresión de deseo. Nosotros dimos la conferencia el jueves y el fin de semana tuvimos 70 casos. Veníamos de días bastante buenos y de repente el número saltó. El brote en Cerro Largo, por ejemplo, nos preocupa y muestra que la gente se descuidó, se relajó. Queremos llegar al verde antes de tener un mayor ingreso de los uruguayos que vienen a ver a sus familias o a pasar sus vacaciones. Por ahí no podemos llegar y, si bajamos un par de escalones, estamos contentos. Ahora estamos en el piso del amarillo, no estamos en el techo ni en la mitad de la calificación de Harvard. Sabemos de la fatiga, el cansancio y la desmotivación, pero necesitamos que entiendan que son parte de la solución. Hay cambios en las costumbres y por lo menos por un tiempo van a seguir.

¿Los uruguayos aprendieron a convivir con las medidas?

—Parcialmente, sí. Si fuera un sí completo, no tendríamos el aumento de casos que hemos tenido en las últimas semanas. Ya nos sentimos menos cómodos. Paganini, que es el hombre de las matemáticas, ya dijo que mientras no lleguemos a tres cifras el sistema de rastreo funciona bien. Y todavía no llegamos. Pero depende de cómo lo comuniquemos, que la gente venza la fatiga y entienda las medidas. No pueden hacer fiestas de fin de año, un casamiento o una reunión masiva, pero sí una cantidad de cosas. No estamos frustrados en cuanto a lo social, solo hay que hacerlo distinto.

—La fatiga de la sociedad se traslada a los rastreadores, que están encargados de seguir el hilo de cada caso. ¿Les preocupa que el personal se sature?

—Absolutamente. Nos preocupa muchísimo la fatiga de los rastreadores y del personal de salud. A veces decimos que estamos bien porque en el CTI tenemos muchas camas, pero necesitamos al personal médico y no médico. Los enfermeros están haciendo un esfuerzo impresionante y muchos trabajan en más de un lugar. Nos preocupa el desgaste que trae ponerse un equipo especial, saber que estás más expuesto. Los cuidados al moverse, de ver a sus familias.

—Los recursos humanos son limitados. ¿Están alerta por una posible falta de personal capacitado para seguir los rastreos si aumentan los casos?

—El año empezó con 11 personas capacitadas como rastreadores y ahora estamos llegando casi a 100. Ellos han hecho un trabajo extraordinario en el seguimiento de pacientes. Este asunto de diagnosticarlos, buscarlos y aislarlos parece fácil de decir pero es difícil de hacer. Es muy artesanal. Ellos tienen que hacer una serie de preguntas y una metódica grande. Si empezás a decir que va a venir una cantidad equis de Argentina, Brasil, del exterior, nos vamos a quedar sin test. Tenemos que planificar muy bien el verano —y esa es una de las recomendaciones que damos— para tener cierto ordenamiento en la llegada desde el extranjero.

—¿Hacer una suerte de “tandas”?

—Por ejemplo. En el futuro esperemos que tengamos test más rápidos y más económicos. Hay una serie de trabajos muy interesantes que muestran que se podrían llegar a hacer como los de embarazos. Ahí se sacrifica la sensibilidad, pero en la repetición de los test podríamos tener mucha gente diagnosticada. En el caso de los que tengan una alta tasa de falsos positivos, a esa persona se le puede hacer una PCR.

—Están trabajando en la guía para el verano “seguro”. ¿Cuáles son los pilares de las recomendaciones?

—La guía la estamos haciendo con la Cátedra de Enfermedades Infecciosas y el profesor Julio Medina. Todavía está en una etapa de borrador, pero vamos a trabajar para mantener las medidas lógicas con adaptaciones a la situación.

—¿Puede dar un ejemplo?

—Un ejemplo son las playas. No es lo mismo estar en una playa que donde estamos nosotros (el living de un apartamento) o en una reunión con mucha gente. Vamos a estimular el estar en espacios públicos porque sabemos que los contagios se producen en espacios cerrados. Pero no podemos dejar de advertir que al estar en una aglomeración al aire libre sí hay una pequeña chance de infectar. Tenemos que tener ciertos recaudos como con las sombrillas. Hoy no podemos tener una al lado de la otra ni podemos hacer cosas —que son normales en verano— como pararse en la orilla y conversar. No hay que olvidar que nunca sabemos quién es asintomático y puede estar cerca de nosotros. Lo bueno es que no ha aumentado el porcentaje de asintomáticos, es uno de los datos positivos.

—Como médico, ¿le preocupan los retrasos en diagnósticos de enfermedades crónicas por los pacientes que no van a las consultas y por el cierre preventivo que hubo en policlínicas?

—Sin ninguna duda. Los cardiólogos tuvieron menos consultas y eso puede generar mayores patologías. Otro ejemplo fuera de mi especialidad: hace poco fue el Día del Cáncer de Mama y se hizo una campaña muy bienvenida, incluso, con la participación de (la vicepresidenta) Beatriz Argimón. ¿Cuántas mamografías menos se puede haber hecho? Aunque no tengo las cifras, es claro que son menos. En mi especialidad, el diagnóstico precoz del cáncer de colon, por ejemplo, puede haberse retrasado. Hay una cantidad de efectos secundarios. Uruguay tiene 63 muertos por coronavirus, una cifra que lamentamos, pero que comparada con la de otros países es baja. También tenemos que evaluar cuántos uruguayos pueden empeorar su enfermedad o fallecer por el retraso en un diagnóstico.

Foto: Nicolás Der Agopián / Búsqueda

—La médica Gabriela Ormaechea dijo en Búsqueda que hay ancianos que murieron “desahuciados” y que hubo un deterioro importante en la tercera edad. ¿El daño se puede recuperar?

–Y probablemente les cueste mucho tiempo. Los efectos fueron muchísimos. Nuestro grupo está trabajando sobre cuáles son los cambios comportamentales que tenemos que mantener para seguir tolerando la pandemia y paliando los daños que se produjeron. Se sabe que más allá de que tengamos una solución final paulatina, hay consecuencias que seguirán. Fijate que hay ancianos que tienen poco contacto con su familia, que se mueven poco; se deterioran muy rápidamente.

—Con ánimo de cuidarlos, ¿la población confundió el distanciamiento físico con el aislamiento de los ancianos?

—Nosotros hicimos una gran prédica para llamarlo distanciamiento físico para que eso no ocurriera, mientras en el mundo sí lo llamaban distanciamiento social. No puede ser social y mucho menos emocional. Si a mí me viene a visitar mi madre, que tiene 85 años, y mis hijos, podemos convivir. Estamos en un ambiente grande y usamos las máscaras mientras no comemos. No vamos a estar a los abrazos y besos. Me muero de ganas de darles un beso. Pero eso no quiere decir que no podamos compartir un par de horas juntos.

–Ustedes insisten en el cuidado de la ciudadanía para controlar el avance del Covid y tener herramientas para que esta situación no se repita. ¿La afirmación es realista? ¿O la pandemia es un recordatorio de nuestros límites y finitud?

– Nunca está de más una reflexión filosófica. Tal vez la pandemia no sea la única que vivamos, pero ojalá que el mundo salga más maduro y aprenda una lección. Depende de nosotros prepararnos para la próxima. Hay que decirles a los científicos que no solo vamos a tenerlos en cuenta ahora sino que vamos a seguir trabajando en conjunto cuando salgamos de la situación. Saldremos poco a poco.

  • Recuadro de la entrevista

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Contratapa
2020-11-11T22:38:00