Música de billares

escribe Eduardo Alvariza 

Vaya personaje este señor Suvorin. Un pianista ruso olvidado, viudo, en el exilio, con el cuello de la camisa torcido y restos de espuma de afeitar en la cara. Los camareros lo tienen en gran estima y le traen un vaso de agua. Ya no bebe ni fuma. Las mujeres lo amaron porque sabía interpretar a Bach, “el mejor aliado del hombre”, la necesaria higiene para el espíritu. Sí, Bach, Mozart y Beethoven, aunque también es maravilloso el entrechocar de las bolas de billar en la madrugada, dice Suvorin. Eso sí que es música de las esferas. También nos recuerda que es necesario observar el agua para componer. Y que hay un vals de Schubert de solo una página —ni número de opus tiene— que se ejecuta en menos de un minuto y medio.

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