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    La situación de la Armada Nacional

    Sr. Director:

    ¡Ah, tupé! ¡Qué palabra juguetona para un asunto tan serio! Parece que el senador Javier García, con la memoria de un pececito de colores, se asombra de la calma chicha en la designación del nuevo comandante de la Armada. ¡Él, precisamente él!, el extimonel de esas aguas turbulentas ahora levanta la voz como si nunca hubiera navegado en medio de la tormenta. Tormenta que él creó, agitó y protegió.

    Por trascendidos de prensa publicados por el diario El País se ha conocido que, con fecha 16 de mayo del año en curso, el senador Javier García ha realizado un pedido de informes dirigido a la Sra. Presidente de la Cámara de Senadores, Ing. Carolina Cosse. A dos meses de zarpar el nuevo gobierno, el senador se impacienta. ¡Dos meses! Como si cinco años de marejada constante fueran olvidados en un abrir y cerrar de ojos. La ministra, con la parsimonia de quien sabe que las aguas están envenenadas, se toma sabiamente su tiempo. Y lo bien que hace, porque la herencia recibida huele a salitre rancio y a maniobras oscuras.

    En ese pedido, el senador se alarma porque “a dos meses de asumido el gobierno, éste no ha designado comandante de la Armada Nacional”. Es increíble cómo él mismo, siendo ministro de Defensa hasta el 4 de marzo de 2024, protagonista y partícipe de todas las irregularidades que se fueron dando en la Armada bajo su gestión, salga con tanta vehemencia a juzgar el actuar cauteloso de las autoridades actuales. Como si él no fuera gran responsable de la situación actual que ha dejado de herencia.

    En más de una ocasión, la ministra ha manifestado en forma explícita que va a tomarse el tiempo que sea necesario para designar a la persona que entienda sea más adecuada. Esto en particular es entendible si se analizan todas las bochornosas acciones en las que los almirantes candidatos han estado involucrados en el gobierno anterior.

    ¡Qué cinismo el de García! Él, que mantuvo al almirante Wilson aferrado al mástil, sordo a los alaridos de suboficiales y contralmirantes que denunciaban la podredumbre. Las denuncias, como botellas lanzadas al mar, nunca llegaron a puerto. Los denunciantes, en cambio, sufrieron persecución y el látigo de la sanción.

    A tres meses de asumido como ministro, se desató la tragedia en el Comando de Infantería de Marina. Tres vidas jóvenes segadas en un ridículo puesto de guardia, como flores pisoteadas por la desidia. ¿Y la respuesta del entonces ministro? Proponer al comandante de esa desventura como agregado de Defensa en Alemania, país que reaccionó rechazando al enviado uruguayo como si fuera un barco fantasma cargado de peste y malos presagios. ¡Desde la Segunda Guerra Mundial no se veía tamaña afrenta! Fue la primera ocasión desde entonces que este país rechaza a un agregado de Defensa de una nación que se dice amiga.

    El proceso de la compra de los buques de patrulla oceánica (OPV) fue y es todo un bochorno y sigue teniendo todo tipo de sombras. Ocasionando, en el medio, todo tipo de roces diplomáticos. Primero con los Países Bajos por la desestimación en la primera convocatoria en la cual la influencia directriz de García fue notoria a favor de China. El idilio con China, al son de un TLC que nunca floreció. Luego el volantazo hacia Cardama, generando otro choque de olas con los orientales. ¡Un vodevil de negociados con aroma a pescado podrido!

    Y ahora, García parece desconocer los rostros de los posibles sucesores, todos ellos fantasmas de su propio pasado ministerial. El actual comandante de la Flota, el contralmirante Diego Vizcay, protagonista de aquel bochornoso episodio del pesquero chino, detenido ilegalmente en presunta infracción, en dudoso procedimiento al que el senador defendió con uñas y dientes para luego tener que recoger velas. El mismo senador que, a los pocos meses, aplaudió el hundimiento ilegal de tres buques contaminantes, un atentado ecológico violentando la ley y lo que establece el Marpol, que hasta la lancha auxiliar de la ROU 51 se tragó el mar de la incompetencia. ¿Y esa lancha, varada hasta hoy en el puerto, como un símbolo de la desidia sobre cuatro tacos de madera? Compraron los repuestos, sí, pero la reparación sigue siendo un misterio, como los manejos de la gestión anterior, como los entresijos financieros de la lancha hidrográfica “Trieste”.

    Sobre este episodio, el exministro acompañó a Wilson y participó de las mentiras hechas a la Comisión de Defensa. Si fuera algo tan menor como se informó, ¿por qué hasta el momento no se ha podido dejar a la lancha nuevamente operativa?

    Sigamos el desfile de los herederos de la tormenta. El actual jefe de Estado Mayor, el contralmirante Héctor Magliocca, en su gestión anterior se desempeñó como director de Material Naval, responsable del festín de carne desaparecida (35 toneladas), hecho que fue denunciado en Fiscalía por un capitán, el cual terminó siendo relevado y sancionado.

    El actual director de Personal Naval, el contralmirante Gustavo Luciani, recordado en su gestión como jefe de Estado Mayor de la Armada. Es de suponer que García lo conoce bien, ya que fue él quien lo castigó por decir una verdad grande como un templo, calificándolo de “Figureti”, fue sancionado con cinco días de arresto a rigor. En breve deberá responder por promover primero y ocultar después los desfalcos en la Dirección de Bienestar Naval y en Sanidad Naval, ambos bajo su mando.

    Otro de los posibles candidatos es el actual encargado de Despacho, el contralmirante José Elizondo. La designación de este como comandante en jefe podría tener consecuencias legales, ya que un artículo de la ley orgánica de la Armada vigente lo impide, lo que podría traer amparos y reclamos de los demás almirantes.

    Por último, el actual director de Finanzas, el contralmirante Miguel de Souza, quien ha sido recientemente sancionado con arresto a rigor por la ministra por brindar falsa información con el tema vinculado a Cardama y el actual director de Material Naval y jefe del Proyecto de ¿Construcción? de las OPV, el contralmirante José Ruiz, quien también fue sancionado a rigor por razones sobre el mismo tema. Con estos dos personajes se completa la tenebrosa disponibilidad de contralmirantes en actividad, todos inhabilitados de una u otra forma para asumir la enorme responsabilidad de rescatar del naufragio a la Armada Nacional, devolviendo la dignidad a una fuerza que no merece el escarnio a la que fue sometida, no por las actuales autoridades ministeriales, sino por la mafiosa manipulación de las autoridades anteriores.

    En síntesis, la calma actual en la Armada no es sino la pausa reflexiva del que intenta poner orden en un barco zarandeado y azotado por cinco años de mala mar y sospechas de abundantes delitos.

    ¿Por qué, senador García, no se preocupó entonces de enderezar el rumbo? ¿Por qué sus investigaciones se perdieron en la niebla de la burocracia ministerial? Exigir ahora celeridad es un acto de hipocresía, un tupé digno del mejor sainete criollo. Exigirle al gobierno entrante que designe a un comandante de una institución en la cual usted fue el principal responsable político por el descalabro que sufre es de una tremenda hipocresía.

    La ministra, con buen criterio, navega con cautela, evitando los naufragios a los que el senador nos tenía acostumbrados. ¡Que siga tomando el timón con firmeza, que la tempestad aún resuena en los mástiles!

    Almirante Canaris