Fuera de fronteras la elección uruguaya no suscita gran interés. Y eso, para Ignacio Zuasnabar, es una buena noticia. En un contexto mundial “hiperpolarizado”, la contienda local transcurrió en “calma”, dice.
El 10% del electorado definió su voto el día de los comicios, dice el director de Equipos Consultores, y agrega que en la segunda vuelta “la enorme mayoría de la población no va a cambiar su voto”, por lo que el “territorio de batalla” serán segmentos “pequeños y heterogéneos entre sí”
Fuera de fronteras la elección uruguaya no suscita gran interés. Y eso, para Ignacio Zuasnabar, es una buena noticia. En un contexto mundial “hiperpolarizado”, la contienda local transcurrió en “calma”, dice.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEsa falta de conflictos no la hizo aburrida. Las encuestas de Equipos Consultores detectaron un par de fenómenos que su director de Opinión Pública mira con interés. A diferencia de lo que suele pasar, en la primera quincena de octubre, el mes de las elecciones, el porcentaje de indecisos creció en lugar de disminuir. Y en el “boca de urna” del domingo 27, 10% respondió que había decidido su voto ese día, un número cinco veces mayor que en 2014.
A Zuasnabar lo entusiasma también el resultado inusual. Los partidos del oficialismo sumados superaron al Frente Amplio por más de tres puntos porcentuales. Uno a cero gana la coalición republicana. El Frente Amplio obtuvo mayoría en el Senado tras crecer cinco puntos en comparación con su resultado de 2019. Uno a uno.
En noviembre sí o sí habrá un ganador. El sociólogo dice que ambos bloques tienen argumentos sólidos para mirar el balotaje con optimismo. La campaña que hagan los candidatos en las próximas cuatro semanas pasa a un lugar más relevante. Pero buena parte de los elementos que vuelcan el voto para un lado u otro ya están “en el disco duro” de los ciudadanos. El partido se juega en “microsegmentos” del electorado.
—En una entrevista con Búsqueda en agosto, usted decía: “Hoy la corriente con más fuerza es la que favorece al Frente Amplio, pero no es la única corriente que vemos en el océano. Vemos en sentido contrario corrientes que operan a favor de la posible continuidad del oficialismo”. ¿Qué corriente se llevó la mejor parte?
—Hay una situación prácticamente de empate. Está claro que efectivamente las dos corrientes traían fuerza. Y mirando en perspectiva estas cuatro semanas, creo que podemos decir que estas dos corrientes van a seguir teniendo fuerza. Efectivamente. Esa lectura de la realidad, que implicaba mirar la estructura de la opinión pública no solo a partir de un indicador único, que es la pregunta de intención de voto, sino contemplando otros indicadores que tienen que ver con el contexto, era correcta.
—Antes de que empezara la entrevista, comentó que Uruguay “no deja de sorprender”. ¿Por qué?
—Siempre hay alguna sorpresa. Por lo pronto, quedó un escenario muy curioso en términos de mayorías parlamentarias, es decir, la no mayoría parlamentaria: mayoría del Frente Amplio en el Senado y de nadie en Diputados; con un diputado más de la coalición, pero cualquiera de los bloques necesita negociar con Identidad Soberana para tener mayoría. Si bien en los análisis uno venía manejando los tres escenarios, donde un bloque tuviera mayoría parlamentaria o el otro bloque la tuviese, y un escenario intermedio, menos probable, con una situación de empate, ese escenario menos probable fue el que se terminó dando de forma muy curiosa. Está claro que la votación de Salle es un factor de novedad que las encuestas mostraron. Durante octubre se dio un proceso muy interesante en términos de cómo evolucionó el proceso de decisión de voto. Las últimas encuestas cerradas en setiembre mostraban un 10% de indecisos. A lo largo de octubre, en un tracking diario que Equipos Consultores realizó, durante la primera quincena los niveles de indecisión iban aumentando y llegaron a mitad de mes al 16%. Es decir, contra lo que suele ocurrir, que es que en el mes final hay un proceso de decisión, en la primera quincena del mes de la elección hubo un proceso de indecisión. Después de ese proceso aparecen consolidándose algunas cosas que no habían aparecido antes. Y entre ellas quizás la más notoria es la votación de Salle.
—¿Qué lectura hace sobre ese fenómeno de aumento de los indecisos en octubre?
—Hay un indicador adicional que afirma esta idea de que hubo un estado de opinión pública no sé si llamarle más líquido, pero sí, por lo menos, de decisiones más tardías: en la encuesta a boca de urna que Equipos realizó durante la jornada del 27, que le preguntaba a la gente al salir del circuito a qué partido había votado, si había votado los plebiscitos y cuándo había definido su voto, el 10% de la gente que respondió dijo que había definido su voto en el mismo día, el propio 27 de octubre. Eso siempre puede tener un poquito de sobredeclaración pero, si comparamos con una pregunta similar hecha con elecciones anteriores, esa proporción ha venido aumentando. Por ejemplo, en 2014 era el 2%, cosa que ya parecía mucho. Está claro que algo pasó. Esta idea de decisiones tardías la vimos en nuestro tracking en segmentos pequeños del electorado, porque está claro que el 70-75% de la gente definió su voto mucho antes de que arrancara la campaña. La decisión tardía puede tener relación con lo que dijimos reiteradas veces sobre esta campaña, que parecía fría.
—Usted habla de empate, pero la noche del domingo los ánimos parecían de triunfo entre los blancos y cierto desánimo en el Frente Amplio. ¿Hubo algún bloque triunfador?
—Decía que hay como una cuestión de empate porque en términos de voto popular la suma de los partidos de la coalición tiene una diferencia de tres puntos y algo sobre el Frente Amplio. Pero, a su vez, en términos de cantidad de bancas, el Frente Amplio logra una mayoría del Senado. Hay una situación de cierto equilibrio, los dos tienen elementos para mostrar resultados positivos a partir de lo que ocurrió el domingo. Si uno mira una perspectiva más larga, evidentemente seguimos en un país donde hay dos bloques con peso similar.
Vimos cierta dinámica que no es menor en el interior de los bloques. En la coalición hubo cambios más significativos, sobre todo en la posición de Cabildo. El Partido Nacional, pese a alguna baja después de las internas, terminó votando apenas por debajo de 2019, mientras que el Partido Colorado mostró una recuperación. El Partido Independiente, sin llegar al objetivo del Senado, creció levemente. Cabildo, que había sido la gran novedad en 2019, es quien tiene la caída más abrupta. Eso también es una novedad.
—¿Y el Frente Amplio?
—Consiguió un conjunto de objetivos muy importantes, entre ellos, renovar su menú de liderazgos. Hubo una recomposición de la interna, de la institucionalidad del partido liderada por Fernando Pereira, pero además de eso hubo una recomposición de la oferta de candidaturas. También tuvo una recuperación electoral de cinco puntos respecto a 2019.
—¿Hubo una subestimación en las encuestas del voto al Partido Nacional?
—El desempeño colectivo del sistema de encuestas creo que fue muy bueno. El resultado del Partido Nacional está prácticamente dentro del margen de error. Las proyecciones lo mostraban en torno a 25% y votó 26 y algo (por ciento). El crecimiento apareció cuando las encuestas proyectaron indecisos; no aparecía en el voto declarado.
—¿El “empate” del domingo 27 implica que parten en igualdad de condiciones para el balotaje?
—Soy esclavo de los datos. Hasta no ver las primeras encuestas de intención de votos es difícil responder. Los dos bloques tienen de dónde agarrarse, elementos que son indiscutibles. Es decir, cuando la coalición multicolor dice “tuvimos más votos que el Frente Amplio”, eso es un hecho fáctico. Y cuando dice “las últimas tres instancias electorales donde se midieron los bloques la coalición multicolor tuvo un poquito más de votos que el Frente Amplio” —considerando el referéndum de la LUC—, evidentemente son datos de la realidad también. Cuando el Frente Amplio dice “en segunda vuelta siempre hubo migración y, si la migración se repite en la misma medida, entonces tenemos altas chances de ganar”, también son datos de la realidad: en las segundas vueltas siempre hubo migración hacia el Frente Amplio.
En el corto plazo tenemos el desempeño de los candidatos y sus elencos, que es algo que no podemos anticipar y predecir. Lo que sí está claro es que esta elección va a estar definida por microsegmentos, es decir, por segmentos muy pequeños de electores. Porque está claro que el grueso de los votantes del Frente Amplio del domingo, la enorme mayoría, van a votar a Yamandú Orsi en segunda vuelta. Y también la mayoría de los votantes de la coalición multicolor van a votar a Delgado.
—¿Cuánto puede migrar de la coalición oficialista al Frente Amplio?
—Esa va a ser probablemente la disputa de la elección junto con los partidos no alineados y el voto blanco o nulo. Empezando por el voto blanco o nulo, en general en la segunda vuelta tiende a ser un poquito mayor. Alguien que votó blanco o nulo en primera vuelta no es fácil de convencer. Entre los partidos no alineados, hay algunos que tienen comportamientos probablemente predecibles. El votante de Unidad Popular seguramente tiene mucha mayor propensión a votar a Orsi. Con el Partido por los Cambios Necesarios, podemos razonar en sentido contrario. Lo del PERI (Partido Ecologista Radical Intransigente) es más incierto. Está claro que el gran botín de ese público es el votante de Salle. Es un segmento que parece chiquito, pero al final del día puede ser el diferencial. Después están los territorios colorados, blancos y cabildantes que en el 2019 emigraron al Frente Amplio. En el Partido Nacional ha habido flujos de migración en segunda vuelta hacia el Frente Amplio; en general eran en contextos donde el Partido Nacional estaba dominado por una puja fuerte entre el lacallismo y el larrañaguismo. Pero ahora los sectores han cambiado mucho y el nivel de apoyo que tiene Lacalle Pou dentro del Partido Nacional es mucho más alto que el que tenía en 2019. Tampoco Delgado es un candidato que genere rechazos fuertes hoy dentro del electorado nacionalista como para pensar en un flujo migratorio blanco demasiado importante. Los cabildantes fueron un segmento que alimentó fuertemente el crecimiento del Frente Amplio en la segunda vuelta del 2019. Eso está estudiado: en un Cabildo de 11%, en torno al 3% votaron al Frente en segunda vuelta. Hoy lo que hay para repartir ahí es mucho más chico. Queda un territorio muy interesante de entender que es el del Partido Colorado. ¿En qué medida puede haber una especie de colorados con sensibilidad progresista que pasen a votar al Frente Amplio? Si uno mira la oferta electoral colorada ahora, el propio candidato del Frente Amplio lo decía el otro día, se hablaba poco de Batlle y Ordóñez. No sé cuán batllistas son los colorados que votaron al partido en primera vuelta que tenía a Ojeda, Bordaberry y Zubía. Es un partido muy distinto al de Talvi de 2019, que se autodefinía como liberal-progresista. De todos modos, Ojeda incorpora al análisis un nuevo clivaje, que es el de la nueva política sobre la vieja política. ¿Cuántos votantes colorados de primera vuelta fueron por ese clivaje de nueva política y entonces pueden considerarse más libres ahora? ¿Y dónde encontrarán una mayor identificación? Son preguntas difíciles de responder. Lo que está claro es que la enorme mayoría de la población no va a cambiar su voto en cuatro semanas. Todos estos territorios son pequeños y heterogéneos entre sí, y este es el territorio de batalla.
—¿Es posible que la migración hacia el Frente Amplio ocurra otra vez?
—Es una hipótesis que tiene sustento. Cuando uno miraba las encuestas previas, la pregunta sobre la segunda vuelta mostraba una ventaja leve de Yamandú Orsi sobre Álvaro Delgado. ¿Cuánto puede cambiar eso? Puede haber cambiado o puede cambiar en la campaña y al final es lo que está en discusión. La foto hay que sacarla de nuevo. Quizás las primeras fotos ya nos pueden dar alguna pista de, por lo menos, cómo empieza esa historia.
—¿Cuánto puede jugar la consolidación de la “coalición republicana” para retener votos?
—Si uno analiza la campaña, la idea de la coalición estuvo más instalada en el discurso y en la propuesta de todos los líderes. En 2019 era más incipiente; ahora es un hecho tangible. Incluso Ojeda decía que en octubre peleaba la interna de la coalición. Estaba en el discurso de Pablo Mieres y también en el de Manini. El nivel de información que hoy tiene el público sobre la existencia de estos dos bloques es mayor. ¿Esto es garantía para minimizar las migraciones? Lo vamos a ver en pocas semanas. Por eso digo que, al final, los dos candidatos encuentran evidencia para tener esa expectativa de un triunfo.
—El Frente Amplio empezó a usar el argumento de que tiene el control en la Cámara de Senadores. ¿Es un buen argumento?
—Cuando decía que había un empate, está claro que ese elemento es parte del motivo. ¿Ahora, eso cuánto funciona como argumento de campaña? Es otra gran duda. ¿Cómo se traslada eso a un votante común? Es un tema institucionalmente complejo de entender.
—En el Partido Nacional ganó la lista 40, uno de cuyos referentes, Sebastián da Silva, ha tenido un discurso muy duro. ¿Es un triunfo del discurso que polariza?
—Diría que es al revés. Al final es una elección uruguaya que transcurrió —y quizá esto es lo más importante y al darlo por hecho nos olvidamos— bajo una absoluta normalidad, transcurrió en paz, sin grandes conflictos. Hubo alguna salida de tono pero, comparada con un mundo hiperpolarizado, es una elección muy moderada. Es relevante decir que eso responde a la demanda del público, un público que tiende a evitar esas grietas, ayudada también por el perfil de los candidatos emergentes. Al final, mirada de afuera, es una elección que luce muy calma, moderada en contenidos y en formas.
—¿Cambia mucho la lógica sobre la cual define el voto una persona en primera y segunda vuelta?
—En la mayoría de los votantes el factor central es la identidad partidaria. En el votante que no tiene identidad partidaria o identidad de bloque, influyen un conjunto de factores mucho más heterogéneos. No es solo lo que va a pasar en estas semanas, porque todo el mundo tiene alguna opinión positiva o negativa sobre el gobierno, sobre la economía, sobre los candidatos, sobre el pasado, sobre cómo gobernó el Frente Amplio cuando fue gobierno. Todas esas imágenes están construidas. Hay un conjunto de gente que, por más que tome la decisión el día de la elección, no lo hace por lo que pasó esa mañana, tiene información en su disco duro.
—¿Cabildo Abierto tiene chance de recuperación?
—Margen para rearmarse siempre hay. Son dos escenarios distintos si la coalición gana el gobierno que si pierde. Delgado ha dicho estos días que, si la coalición gana, todos los partidos, con independencia de su nivel de votación, van a integrar el Ejecutivo. Eso no necesariamente significa que Manini va a integrar el Ejecutivo, pero tendrá mayores espacios de gobierno que si está en la oposición. Esos elementos son importantes porque, por ejemplo, buena parte del proceso de recuperación que el Partido Colorado tuvo en este período tuvo que ver con haber desarrollado un conjunto de liderazgos desde el ejercicio del gobierno. ¿Qué pasará con Cabildo en el futuro? No lo podemos saber. Pero sí está claro que recibió un golpe duro.
—¿Qué se puede esperar de Salle en el Parlamento?
—Sus convicciones son tan claras que me parece que no hay mucho margen para que claudique. Me parece que lo que vamos a ver es a Salle siendo Salle, posiblemente con formas más adecuadas al contexto parlamentario. Y, como siempre digo, bienvenidas las personas con cualquier tipo de ideas en una sociedad a jugar el juego de la democracia, pelear por sus lugares y manifestarlas en el mejor lugar donde lo pueden manifestar, dentro del Parlamento.
—En el escenario de un gobierno sin mayoría en el Senado ni en Diputados, ¿habrá más negociación y mejor democracia o un gobierno paralizado?
—Me cuesta imaginar un Uruguay paralizado. No creo que sea el escenario más probable. Eso es lo que repito todos estos días a la gente del exterior que me consulta. Creo que tenemos una cultura política muy potente, somos una de las pocas democracias plenas del mundo. Esta cultura política tan potente es una cultura que valora mucho el diálogo y la búsqueda de acuerdos. Y al final del día este factor de cultura política termina condicionando a los propios actores. Son situaciones desafiantes las que pueden quedar planteadas en función de los resultados, capaz que un poquito más desafiantes si gana la coalición que si gana el Frente. Pero soy optimista de que la democracia uruguaya es capaz de superar esta prueba.
—¿La campaña que hagan los candidatos pasa a ser más importante en estas cuatro semanas?
—Bueno, sí, para la sintonía final, sí. Pero creo que todos esos electores que están en esos territorios competitivos ya tienen mucha información en el disco duro. Lo que pase en estas semanas va a ser un elemento más, pero no necesariamente el decisivo. Va a haber un debate también.
—¿Es algo que puede mover la aguja?
—Los estudios sobre los debates muestran que en realidad tienen mucho más efectos de reforzamiento de comportamientos que de cambio. Porque a esos públicos que quedan por definir, en general, les interesa menos ese tipo de instancia. La política les interesa menos. Y no me los imagino con mucha expectativa mirando un debate. Por supuesto que todo lo que ocurra puede tener efectos marginales. Y quizás esos efectos puedan terminar siendo definitorios. Pero, reitero, aun en los territorios en disputa ya hay mucha información ahí.