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    Las ayudas sociales, la corrupción y el sindicalismo son los temas que más polarizan a los partidos políticos uruguayos

    Dirigentes de todos los partidos muestran consenso en temas que provocan grandes discrepancias en otros países, como la carga impositiva y el grado de intervención del Estado en la economía, de acuerdo a una investigación de la fundación Friedrich Ebert Stiftung

    La polarización se convirtió en un concepto frecuente para describir la creciente distancia entre las opiniones políticas. Se trata de un fenómeno que, influenciado por las redes sociales, se ha profundizado en buena parte del globo, dificultando el diálogo político y la construcción de consensos.

    Sin embargo, Uruguay parece quedar al margen de ese fenómeno. O al menos está lejos de llegar a una polarización “tóxica”, concluye una reciente investigación de la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung.

    El estudio, que se publicará en las próximas semanas y a cuyo adelanto accedió Búsqueda, exploró la polarización en Uruguay poniendo el foco en la élite política. Y constató que entre los dirigentes locales no hay señales de una marcada polarización, a diferencia de países como Argentina y Brasil, donde son los políticos los principales promotores de discursos que ubican a los adversarios en los extremos y polarizan el debate.

    A partir de 30 entrevistas con dirigentes políticos del oficialismo y la oposición realizadas entre setiembre y diciembre de 2023, la investigación concluye que no hay una polarización “tóxica” que “devenga en un rechazo absoluto y en una deslegitimación permanente del otro”. Por el contrario, los dirigentes “parecen tener claro qué intereses representa cada partido" y "de qué manera gestionar las diferencias sin llegar a deslegitimar a los adversarios”.

    “Uruguay es un caso interesante porque hay varias tendencias que parecieran ineludibles en esta época y que aquí claramente no se cumplen”, comentó a Búsqueda Iván Schuliaquer, autor del estudio. La investigación interrogó a los dirigentes sobre distintos temas —como impuestos, políticas sociales, seguridad, corrupción— para explorar cuáles provocaban mayores distancias. El resultado mostró que “son muy pocos los temas que polarizan, e incluso los que sí, tampoco son tan polarizantes”, explicó el doctor e investigador argentino. “Pareciera que en Uruguay hay un montón de temas sobre los que hay acuerdo”, destacó.

    Schuliaquer señaló lo particular del caso uruguayo cuando se lo compara con sus vecinos, donde la polarización política es un fenómeno notorio que hace especialmente difícil el diálogo entre adversarios. En Uruguay, la mayoría de los entrevistados enfatizó que es “fácil o muy fácil” dialogar con los opositores políticos, aun cuando tengan posiciones encontradas. “Este dato es clave, ya que implica que reconocen en el otro a un actor legítimo con el que interactuar, negociar, discutir”, indica el estudio, cuyo título recoge una frase que fue repetida por varios dirigentes: Acá nos conocemos todos.

    De hecho, ante la primera pregunta que se les planteó, que apuntaba a conocer sus impresiones sobre la política uruguaya, la enorme mayoría se refirió a “la fortaleza” de la democracia. “Hay un cierto credo en la democracia, en la pluralidad, en el poder dialogar con los otros” que la mayoría de los entrevistados reivindicó como importante, dijo Schuliaquer.

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    Álvaro Delgado, Carolina Cosse y Luis Lacalle Pou

    Álvaro Delgado, Carolina Cosse y Luis Lacalle Pou

    Y aunque el clima político internacional y las herramientas tecnológicas “lleven a los actores políticos a radicalizarse para ganar espacios y generar identidades políticas”, eso no se observa como algo mayoritario en la dirigencia uruguaya, evaluó.

    El autor señaló que las expresiones políticas más radicalizadas han aparecido en general luego de “ciertos fracasos” de las derechas o las izquierdas tradicionales, algo que no ha ocurrido en Uruguay. “Así, la permeabilidad para terceras opciones radicalizadas, como se dio en otros países, parece difícil en el corto plazo”, sostiene el estudio.

    Por otra parte, ideas impulsadas por movimientos de extrema derecha, como el rechazo al feminismo o a la legalización del aborto, no son mayoritarias entre los dirigentes uruguayos, ni de la oposición ni del oficialismo.

    Para el investigador, hay un elemento “central” que explica la excepcionalidad de Uruguay, y es el rol que juegan los partidos políticos como “ordenadores de la competencia política y de las identidades sociales”. “El partido media sobre los propios intereses de los actores, y hay una negociación constante, con mucho espacio para el desacuerdo tramitado bajo carriles institucionales”, explicó, lo que termina por “amortiguar” las distancias y moderar los extremos.

    Más acuerdos que diferencias entre el oficialismo y la oposición

    Algunos temas que causan enormes distancias en otros países en Uruguay no provocan mayores diferencias. Por ejemplo, el estudio señala que la gran mayoría de los dirigentes cree que la carga impositiva es en general adecuada, está de acuerdo con el grado de intervención del Estado en la economía y comparte que las empresas de servicios públicos deben tener gestión estatal.

    “Es importante señalar que tres puntos económicos centrales que podrían ser fruto de discordia muy clara en otros países, por una cuestión programática entre izquierdas y derechas, no lo son en Uruguay”, subraya la investigación.

    Tampoco polariza el tema de la seguridad: el consenso “fue claro y unánime” en cuanto a que el principal problema es el narcotráfico. Los distintos sectores políticos reconocen “que no han sabido dar buenas respuestas cuando les tocó gobernar” y coinciden en la necesidad de abordar el tema como política de Estado. Por fuera del narcotráfico, hay algunas diferencias: mientras la mayoría de los dirigentes oficialistas “destacan la gestión de seguridad y la disminución de gran parte de los delitos”, en la oposición sostienen que las mejoras estadísticas en ciertos delitos “no resultan del todo fiables ya que dependen de que las víctimas hagan las denuncias”.

    Otro tema que suscita consenso y que abona a la “excepcionalidad” del caso uruguayo son los medios de comunicación y los periodistas, que son bien valorados por dirigentes de todos los colores. “Uruguay cuenta con un elemento fundamental para tener un debate público menos polarizado: los hechos que construyen los medios informativos son, en general, compartidos”, y “tampoco está la noción de que los medios estén claramente alineados políticamente”, indica la investigación.

    Luis Lacalle Pou y José Mujica
    Luis Lacalle Pou y José Mujica durante el 40 aniversario de la CAF, en el Palacio Legislativo en Montevideo

    Luis Lacalle Pou y José Mujica durante el 40 aniversario de la CAF, en el Palacio Legislativo en Montevideo

    No obstante, hay algunos temas en los que el consenso se rompe. Por ejemplo, las ayudas sociales “son un punto de separación clara entre oficialismo y oposición”, de acuerdo al estudio. Quienes son parte de la coalición consideran que las ayudas son suficientes, mientras que en el Frente Amplio creen que son insuficientes. De todos modos “la disidencia no es extrema”, porque no hay actores que opinen que las ayudas son excesivas o que deberían eliminarse.

    El sindicalismo también demostró ser “una fuente de división muy importante”; la izquierda lo valora de manera muy positiva, “como un actor fundamental de la vida pública”, mientras que en el oficialismo “la enorme mayoría lo califica de manera negativa”.

    De forma similar, el tema de la corrupción “polarizó de manera muy clara”. Las respuestas “fueron diametralmente opuestas según el partido político”: los dirigentes del Frente Amplio sostuvieron que la corrupción aumentó, mientras que los del oficialismo se manifestaron en desacuerdo. Sí hubo consenso en que la corrupción “no es sistémica”, puntualizó el autor.

    También son causa de diferencias asuntos como la legalización del aborto y el feminismo, aunque la polarización no es tan evidente entre oficialismo y oposición, sino entre colorados, blancos y frenteamplistas, que expresan mayoritariamente un respaldo, y los cabildantes, que manifiestan un unánime rechazo. En cuanto a la forma en que se procesó la salida de la dictadura, los colorados coinciden con los cabildantes en considerarla “ejemplar”, mientras frenteamplistas y blancos son más críticos.

    La polarización dista de ser extrema: no se puede decir que en Uruguay exista una división entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ La polarización dista de ser extrema: no se puede decir que en Uruguay exista una división entre ‘nosotros’ y ‘ellos’

    De acuerdo a la investigación, la separación por temas muestra que “la afinidad partidaria no define tan claramente los posicionamientos ante todas las cuestiones”. Por tanto, añade, “la polarización dista de ser extrema: no se puede decir que en Uruguay exista una división entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ que eclipse y subsuma todo otro tipo de divisiones” .

    Y si bien “circula entre distintos actores del debate público uruguayo la noción de que el país está más polarizado que antes, entre los dirigentes no hay una polarización que implique un extrañamiento marcado ante los rivales”, sostiene.

    El dato no es menor, destaca el estudio, porque son las élites las que “tienen en esta época más incentivos para polarizar y para priorizar la competencia descarnada por sobre la cooperación con sus adversarios”. Y en el caso uruguayo, concluye, si bien no hay elementos “para saber si la sociedad está polarizada ‘por abajo’, sí podemos ver que ‘por arriba’, y en la gran mayoría de los dirigentes, no hay una polarización que devenga en un rechazo absoluto y en una deslegitimación permanente del otro”.

    Según sintetizó el autor en diálogo con Búsqueda, “todavía en Uruguay el espacio de debate público sigue siendo un espacio de encuentro”.