“Al hombre le tocás el bolsillo y lo matás, es su viagra”

REDACCIÓN  
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En el piso 12 de una torre puntaesteña, sobre la playa Mansa, veranea Ana Rosenfeld. Son las tres de la tarde y el televisor del living está encendido, con volumen bajo, en el canal de Intrusos. La abogada dice que están hablando de ella, que por eso está mirando el programa. “Darín le recomendó a Rosenfeld que no agarre el ‘caso Darthés’”, dice un sobreimpreso. Por defender a alguna de las partes en un escándalo mediático u otro, Rosenfeld suele estar en el candelero. “Defiendo a Scioli desde que perdió el brazo”, dice. Aunque también se dedica a lo que se llama el resguardo del honor, su especialidad son los divorcios. En 2013 publicó su primer libro, El terror de los maridos. Cómo prepararse para ser una futura exesposa. En eso se ha convertido, y es algo de lo que se enorgullece. “Todo lo que hago no lo hago desde el resentimiento, lo hago desde un matrimonio feliz. Todo lo que hice en la vida lo hice por convicción”, asegura Rosenfeld, casada con el también abogado Marcelo Frydlewski desde hace más de 30 años. Específicamente, lo que la “apasiona” es la investigación de los patrimonios ocultos en los divorcios. “El hombre siempre chicanea y dice que no tiene lo que tiene”, dijo a galería

¿Estas son sus vacaciones o cuando viene a Punta del Este también trabaja?

Yo trabajo toda la vida. Siempre. Para mí las vacaciones son físicas, no mentales. Quedarme viendo televisión hasta muy tarde sabiendo que al día siguiente no tengo que madrugar, más allá de que me levanto temprano, esas son mis vacaciones. Para mí las vacaciones son deleitarme con el paisaje, salir a navegar, disfrutar del ambiente esteño, que amo, que lo acomodo desde la ropa hasta con mi actitud. Me gusta lo que hago, y obviamente tengo la feria judicial. 

¿Le cuesta no involucrarse emocionalmente con sus clientes?

Me sale naturalmente involucrarme. No quiero que no me cueste, me involucro y me gusta. 

¿Y cuál es el precio de eso?

Yo siento que mostré otra Ana Rosenfeld a través de Instagram, porque todo el mundo piensa que por ser Ana Rosenfeld las 24 horas no tengo vida privada, no tengo familia, no me divierto, no la paso bien. Y yo siento que atajo el problema en el momento en que está sucediendo. A lo sumo me puedo quedar pensando en cómo avanzar en alguna situación especial, cómo resolverla, o me vienen a la mente soluciones jurídicas, pero el profesionalismo no hace que no pueda disfrutar la vida desde otro lugar. 

¿Qué tipo de casos no acepta?

Violaciones. Primero que nada, mi expertise es civil, así que dentro de ese ámbito nunca me vería en una situación donde tuviera que defender a una persona sospechada de un delito de esas características. Pero el límite ético y moral tiene que ver con un delito de violación, muerte. 

Sus clientas son más bien de clase alta, de alto poder adquisitivo.

Sí, pero no porque yo las busque, sino porque lo que buscan ellas es eso. Me vienen a ver mujeres que buscan encontrar el patrimonio escondido de sus maridos, el patrimonio oculto en sociedades, en paraísos fiscales, más allá de que hoy, con el tema del blanqueo, mucho patrimonio se expuso. Pero generalmente pasa que, aun teniendo fortuna y aun teniéndola a la vista, consideran que todo es de ellos, que no tienen por qué darle a la mujer absolutamente nada, porque el laburo lo hicieron ellos, porque el sacrificio es de ellos, porque la empresa es de ellos, porque se la dio papá, y la mujer lo único que hizo fue cumplir el rol de dama de compañía, tristemente titulado así.

¿Hombres y mujeres tienen naturalmente una posición diferente frente al dinero?

Sí; la mujer a lo mejor te viene a ver y primero viene por despecho, por hastío y por no querer sostener la pareja porque la está pasando mal. En cambio, al hombre le tocás el bolsillo y lo matás, es su viagra. Su billetera es su potencia. Porque además, a un hombre grande con una chica menor, obviamente la billetera le da la tranquilidad de saber que no le va a faltar mujer. La mujer lo que quiere es lo justo, y no le preocupa eventualmente quedarse sola y ser la jefa de familia o la responsable de su entorno y de cuestiones domésticas. Quiere lo suyo, pero es mucho más sentimental.

Una mujer despechada, ¿piensa más claramente o es al revés?

La mujer despechada me viene a ver y enseguida empieza a tomar el toro por las astas. Viene ciega pero automáticamente ve la luz. “Ya pasó, ya me di cuenta, la pareja no sigue, ahora pienso en lo mío. Doctora: manos a la obra. ¿Cómo hago ahora para protegerme y que no me embrome con los bienes? Porque ya me embromó en las sábanas”. 

¿En algún caso les recomienda que se tomen un tiempo para juntar evidencia o encontrar cierta información?

Les pido que traten de recabar la mayor cantidad de información posible, porque obviamente mis ojos son aleccionadores, yo las puedo orientar, les puedo dar una lección de qué es lo que tienen que buscar, pero en definitiva es la mujer la que está adentro de la casa y tiene acceso a la información o a la documentación que le puede ser útil. Pero las ordeno para que sepan qué tienen que buscar.

Ha tenido clientas uruguayas. ¿Ve alguna diferencia en cuanto a los planteos o a cómo se solucionan las cosas?

Ahora nosotros también tenemos un régimen de separación de bienes, antes era de ustedes. En Argentina no lo teníamos, pero a partir de 2015 incorporamos el sistema de capitulación. Cuando empecé a trabajar con casos de Uruguay yo dije: esto en realidad se llama rendición, porque la traducción de capitulación para las invasiones inglesas significa rendición. En Uruguay he volteado unas cuantas, demostrando que no son tan herméticas esas convenciones que ustedes firman, y que de alguna manera se puede perfectamente demostrar que hay ganancialidad cuando el hombre cree que está blindado. Cuando el convenio está muy bien firmado, es hermético, pero todos los que yo he visto estaban bastante tambaleantes.

¿Recomienda acuerdos prenupciales?

No. En Argentina no son el ideal de lo que la gente imaginaba. No vino Hollywood a la Argentina a copiar los convenios prenupciales. A mí me comparan a veces con la abogada de Hollywood Laura Wasser, la de Angelina Jolie, que trabajó con los convenios prenupciales contra Brad Pitt o contra Michael Douglas o Tiger Woods. Me han llamado de la BBC de Londres, de Estados Unidos, y les digo que no, que nuestros convenios prenupciales son distintos. Lo propio sigue siendo propio. Los frutos pasan a revestir el carácter de gananciales, salvo que hagas algún tipo de especulación al respecto. El convenio prenupcial en Argentina, para mi criterio, salvo que esté muy bien hecho, es posible tirarlo abajo, porque en definitiva podés convertir en gananciales bienes que eran propios, por desconocimiento jurídico.

El libro Primates of Park Avenue, de la antropóloga Wednesday Martin, dice que en Manhattan es muy frecuente que en los matrimonios de clase alta los maridos les den un bono a sus esposas por su labor en la crianza de sus hijos y su educación, recibir gente en la casa y ese tipo de tareas. ¿Se acostumbra eso en Argentina?

No, no existe que el hombre le dé un reconocimiento dentro de ese marco mientras están casados. Salvo que el matrimonio lo pacte y la mujer le diga: “A mí dame tanto por año, o por mes, o por viaje, para que yo tenga mi libre administración”. Pero la nueva ley, a partir de 2015, implementó lo que se llama la compensación económica, que contempla lo que la mujer empezó a perder a partir del divorcio, su empobrecimiento. Es un bonus, pero solamente con el divorcio.

¿Eso rige aunque no haya hijos de por medio?

Sí. Tenés que demostrar cómo vivías antes y qué pasas a tener ahora después del divorcio. Da buena plata.

¿Ve con frecuencia que las mujeres tomen a sus hijos como rehenes en una negociación?

En ese caso yo no las defiendo. Yo creo que la relación de papá y mamá no tiene que afectar la relación con los chicos, porque si no, estás generando chicos que el día de mañana tienen traumas y que eventualmente, cuando sean padres, ellos mismos no sabrán manejar la relación familiar. Creo que el chico nunca tiene que estar en el medio de una discusión de mayores y de adultos, y menos por plata. Yo sé que a veces para la mujer es muy difícil, si siempre tuvo y pudo, que de repente tenga que decirle a la hija: no te puedo comprar esto, no podemos hacer la vida que hacíamos antes porque papá no nos pasa la cuota alimentaria. Es cruel que lo diga, pero es la realidad. Pero de ahí a que diga: hoy no vas a ir a ver a papá estoy en desacuerdo.

A menudo, las exesposas de hombres en buena posición económica disputan por el dinero porque saben que si no, los hijos se acercarán más al padre, por ser el que tiene dinero y que paga viajes y educación y los ayudará económicamente cuando se independicen. ¿Lo ve así?

Los padres compran el cariño, y sentís que tienen dos casas esos pobres chicos, porque a lo mejor en la casa donde viven con la madre tienen un montón de privaciones y no tienen la última playstation o la zapatilla de moda, y llegan a la casa del padre y les da todo, y cuando se van, lo peor es que les cambia las zapatillas, la ropa, les hace dejar los chiches en esa casa. A los 17 años el padre les compra el auto y gana terreno, no desde lo emocional ni desde la relación linda que tiene que tener un papá con su hijo. Entonces a veces no es que la madre use al chico de rehén, es que el padre aprieta con la plata, y producto de eso la mujer siente que lo está castigando al no dejar que se lo lleve. Es el huevo o la gallina. Pero ¿el padre qué piensa? ¿Que la mamá se va a gastar la plata en qué? 

 En Uruguay se estima que 60% de los padres deben pensión alimenticia. ¿Esto habla de una falla en la Justicia?

La Justicia es machista en Uruguay, en Argentina y en Chile. Ante los principios elementales de fijar una cuota alimentaria y de exigir su cumplimiento, la Justicia es como que colapsa en muchos casos, se paraliza y no sabe que tiene que hacer cosas muy rápidas, porque los chicos comen todos los meses, no sirve que el padre después le pague diez cuotas juntas. Tengo casos de gente muy importante, muy famosa, de mucho dinero, jugadores de fútbol, que juntan diez cuotas alimentarias. ¿Y el chico mientras tanto de qué vive? No es que no las paguen, pero les encanta juntar, juntar, juntar, y los intereses de tribunales son baratos. Pero los vencimientos, si vos no pagás la luz, mañana te la cortan. 

Ahora que las mujeres acceden a altos cargos con buenos sueldos, ¿cómo se está dando la situación a la inversa?

 Es muy común y está bien si la mujer es el sostén, es la que trabaja, y el hombre cumple el rol de quedarse en la casa. 

¿Ha visto casos de esos de cerca?

Sí, he visto muchos casos donde la mujer es CEO o dueña de una empresa, o profesionales que no dan un paso al costado ni postergan su trabajo, y el hombre, que de alguna manera no tiene esa misma condición, se queda en casa, o trabaja desde la casa, pero obviamente su aporte a la olla es inferior. Entonces pasa que cuando se divorcian el que pide es el hombre. Es lo que corresponde. En ese sentido la Justicia es absolutamente criteriosa.

Una mujer que llega a su despacho y le pide que la represente, ¿qué busca? ¿Por qué la elige a usted?

Primero que nada, tranquilidad. Cuando me vienen a ver me dicen: “Doctora, usted está todos los días en nuestra mesa de luz, en nuestras conversaciones”. Pero no porque estén hablando de Ana Rosenfeld como abogada, porque no soy la única, hay muchos abogados que saben hacer lo que yo hago, pero siento que me tomaron como una especie de referente. Al tener un micrófono tenés la oportunidad de decir: señora, sus derechos son estos, ejérzalos. Y eso hace que la gente me escuche como en su época escuchaban a Tita Merello decir: “Señora, hágase el papanicolaou. ¿Qué le ofrezco yo? Tengo mucha experiencia en lo que hago, sé buscar donde otros a lo mejor no buscan. Yo estudié en Carlos Pellegrini, un colegio en la Argentina con una gran raíz de Derecho Comercial, y miraba libros de comercio, estudiaba balances, estudiaba sociedades. Todo eso me hizo dar cuenta de cuándo los hombres arman sociedades, cuándo tienen los balances adulterados, cuándo confunden las cuentas patrimoniales. Sé todo. Yo viajé a Panamá cuando nadie hablaba de Panamá. En Argentina se habló de los Panama Papers después de que yo ya había ido a Panamá a buscar sociedades offshore

¿Fue por alguna clienta en particular?

Por divorcios. Viajé a Panamá, a New York, Miami, San Francisco, Mónaco, Madrid, Italia, Paraguay. Paraguay yo digo que es el nuevo Panamá. 

¿Cree que el revuelo mediático que provocan algunos casos puede quitarle objetividad a un juez al momento de fallar?

No, a los jueces les importa tres pepinos que el caso sea mediático. Además, un divorcio mediático siempre es un Boca-River. Siempre vas a tener los que quieren a un personaje, los que quieren al otro, o eventualmente los que creen en una verdad y los que escuchan otra. 

¿Le costó tomar la decisión primero de defender a Juan Darthés en el caso de acoso a Calu Rivero y después de apartarse?

La primera fue fácil. Le creí a Darthés 100% porque me limito a las pruebas. Soy abogada, yo creo en las denuncias en tribunales, no en las mediáticas, y justamente todas las pruebas que me había traído Darthés apoyaban perfectamente que estábamos hablando de algo que estaba afectando su buen nombre y honor. Ahora bien, cuando hay una denuncia de la magnitud que hay con el mismo personaje involucrado, que es Darthés, donde yo tomo conciencia de que esta persona está sospechada por algo que es mi límite ético y moral, no hay dos Anas. Tuve que tomar una decisión fuerte y cruel. Pero no abandoné, dejé en gente de mi estudio la continuación de esa causa, que la hubiera ganado si no hubiera aparecido lo otro, que hizo que yo renunciara. 

Ha dicho que se considera femenina, pero no feminista. ¿Sigue pensando lo mismo?

Siempre digo que resisto todos mis archivos. El feminismo es un tema que me asusta. La defensa de los derechos de la mujer, que ejerzo desde el día uno, no me gusta con la terminología feminismo, porque todo lo que implica extremismo, conducta terrorista en el sentido de extremo, no me gusta. Estoy absolutamente de acuerdo con que la mujer no tiene que ser tomada como objeto, con que tiene que poner límites a los aprovechamientos indebidos tanto en lo profesional como en la vida cotidiana. Defiendo a la mujer desde ese lugar, pero me asusta la masificación del término. 

 

El momento más crítico del matrimonio

 

En sus 45 años de abogada, Ana Rosenfeld dice haber pasado por rachas de todo tipo. “Hubo una época en que los divorcios eran de mujeres de mediana edad, entre los 40 y los 60. Después hubo una época en la que los divorcios eran de mujeres mayores de 60, que decían: ‘Ahora ya casamos a nuestros hijos, no tenemos la preocupación de la crianza y de la formación de hijos para la vida y un futuro, así que podemos pensar individualmente en nosotros y decidimos divorciarnos”.

Lo más frecuente ahora, según observa, es la poca tolerancia en las parejas jóvenes. “Se casan y no se bancan y deciden divorciarse de un día para otro. Hoy, la pareja tiene menos tolerancia, menos ganas de apostar a curar las cosas o enderezarlas, y en el momento en que la ven fulera, la cortan. No la reman como antes. Lo veo en mis consultas diarias, me vienen a ver chicas que a los dos, tres años de casarse dicen: ‘No es el hombre para toda mi vida; no importa que tenga un bebé de meses o un chico chiquito, sé que me las voy a arreglar. No voy a hacer lo que hizo mi mamá o mi abuela de aguantar un matrimonio por el qué dirán, por la sociedad o para estar cómoda económicamente”.

 

Las jóvenes preguntan?: “¿Por qué las cosas no están a nuestro nombre?” 

 

Según Ana Rosenfeld, las mujeres que recién se casan “siguen siendo iguales” que las de otras generaciones en cuanto a su involucramiento en las finanzas o los negocios de sus maridos. “Tienen la diferencia de que todas les preguntan a sus abogados: “¿Estoy bien asesorada? ¿Estoy haciendo las cosas bien?”, dice. Ella considera que al menos se ha iniciado un movimiento en el que las mujeres se animan a hacer preguntas, como: ¿por qué las cosas no están a nuestro nombre? ¿Por qué tenemos testaferros? ¿Por qué hay una sociedad? ¿Por qué vivo en una casa que dice alquilada cuando la compramos?

“He dado muchas conferencias donde he tenido mil mujeres delante de mí, con sus maridos incluso muchas veces, y de repente estoy hablando y siento los codazos de las mujeres en los hombres como diciendo: ‘¿Ves lo que está diciendo? No es desconfianza, es orden’. Y vos sentís que los hombres piensan: ¿qué hago acá?”.

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2019-01-17T00:00:00