De líderes no vamos sobrados

De líderes no vamos sobrados

escribe Fernando Santullo

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Nº 2272 - 18 al 24 de Abril de 2024

Uno de los conceptos interesantes que aprendí en lo poco que leí sobre psicología social es el de emergente. El emergente es, según la breve definición del psicólogo argentino Guillermo Rivelis, una “situación nueva pero que proviene de condiciones previamente existentes. El ‘emergente’ muestra, no necesariamente con claridad, lo que está ocurriendo de forma evidente o no en un contexto determinado”. Y justo una de las cosas que se hacen evidentes cuando se escribe sobre asuntos sociales es que estos nunca se presentan descolgados de su contexto ni de su trayectoria previa. Esto es que los fenómenos que nos parecen novedosos o únicos suelen ser en realidad “emergentes” de un contexto y una problemática previas.

Todo esto viene a cuento porque viendo la campaña electoral, lo que parece primar es la mirada estanca, esa que se aplica a objetos fijos y sin trayectoria. Piénsese, por ejemplo, en la seguridad, que según parece será el tema estrella, dado el elevado índice de preocupación que los uruguayos tienen al respecto. Según una encuesta de Equipos Consultores realizada en octubre pasado, la inseguridad apareció en primer lugar entre los problemas, para 46% de los encuestados. Después, con 33%, apareció el desempleo, seguido por la preocupación por la situación económica, con 23%.

A efectos analíticos, las encuestas (y la ciencia en general) suelen separar los problemas de la realidad en distintas categorías. Sin embargo, en el mundo real esos temas están siempre conectados unos con otros, por lo que sería un error creer que existen aislados, sin relación entre sí. Tristemente y a tenor de lo que se puede leer en prensa de la boca de los distintos precandidatos, eso es lo que parece estar ocurriendo en esta campaña. Por ejemplo, Álvaro Delgado, quien, en un llamativo desdoblamiento, promete como candidato resolver aquello que no está logrando solucionar como gobernante. Hace poco más de un mes, Delgado decía: “El camino del trabajo, de la reinserción para evitar el nivel de reincidencia de los que salen de las cárceles, es un camino que vamos a seguir, pero vamos a profundizar. Sepan que la seguridad va a estar arriba de las prioridades de nuestro programa de gobierno, si nos toca gobernar”.

O lo declarado por Gabriel Gurméndez, uno de los varios precandidatos colorados, quien afirmó: “La seguridad es un tema que está primero en todas las reflexiones cuando uno habla con la gente y está primero en las encuestas y está primero en el discurso de todos los políticos que estamos en campaña. Entonces, lo que entiendo es que tenemos que encontrar acuerdos mínimos a nivel político para poder atacar esto. El narcotráfico es el enemigo público número uno y, si todos estamos de acuerdo en esto, me parece que debemos con madurez encontrar soluciones comunes”. Mas allá va Gustavo Zubía, también colorado, quien directamente propone “declarar la emergencia en seguridad… una presencia mayor de la policía y si es necesario de las Fuerzas Armadas”. Zubía, además, asegura que “falta represión, no vengan con teorías de ir hablarle a los narcotraficantes” y descree de los datos oficiales sobre la situación carcelaria cuando afirma que “no hay superpoblación en las cárceles, hay desorganización”.

Por su parte, Carolina Cosse, precandidata del Frente Amplio, lanzó su campaña en el barrio Villa Española afirmando: “Es un barrio muy querido para mí, lamentablemente está pasando por un fenómeno desgarrador de seguridad y de violencia” y “para mí, ir ahí también es un gesto”, confirmando que la seguridad será prioritaria en su campaña, al menos en cuanto a gestos. Quien sí estableció alguna clase de conexión entre la inseguridad y una de sus posibles causas fue Mario Bergara, quien tras declarar que el gobierno prometió “resolver la seguridad pública, no resolvieron nada”, recordó que “en los sectores vulnerables es paupérrimo el nivel educativo”. Bergara dio a entender (sin extenderse mucho, no sea cosa que la gente se aburra) que existe una relación entre ese narcotráfico que parece haber caído del cielo por culpa de “los otros”, y el hecho de que a un número enorme de jóvenes pobres, que son quienes más necesitan ese capital cultural, les vaya espantosamente mal en la educación.

Esa relación es bastante evidente si se mira la realidad y no las encuestas: la mayor parte de los asesinatos vinculados al narcotráfico ocurren entre pobres, la mayor parte de ellos entre jóvenes y la mayor parte entre jóvenes que no terminaron el liceo. Por eso es llamativo que la educación no solo no aparezca en el top tres de preocupaciones ciudadanas sino que esté casi completamente ausente en la campaña. Lo que sí parece haber es una correlación bastante perfecta entre las prioridades ciudadanas y la ausencia de propuestas políticas en determinados temas: en una democracia de mercado como la nuestra, ¿qué político va a introducir temas que el votante no consume? ¿Por qué focalizarse en asuntos que no son percibidos como prioritarios por el ciudadano, sabiendo que eso no aporta votos? Bueno, eso es lo que ocurre cuando el político comienza a verse a sí mismo no como un líder sino como una suerte de médium que se dedica a juntar chapas para alcanzar el poder, sin preguntarse demasiado qué va a hacer cuando lo alcance.

Recuerdo que uno de mis desacuerdos periódicos con mi compañera de panel en Todas las voces Laura Raffo era cuando ella decía que la tarea del político era escuchar al ciudadano. A lo que yo replicaba que sí, pero no: el político no se presenta ante el ciudadano como mera correa de transmisión, como un significante vacío que cada ciudadano rellena con sus expectativas. Se presenta con un programa, con un plan, como parte de una comunidad política, e intenta convencer al ciudadano de las virtudes de su punto de vista. Sí, claro que debe escuchar al ciudadano, pero no limitarse a eso. Si el ciudadano no se interesa por encontrar las conexiones entre los distintos problemas (después de todo, para eso paga a los políticos), es el líder político quien debe intentar exponérselas. La distancia que hay entre un líder y un político del montón es la que va entre tener la capacidad de plantar temas relevantes en la agenda o limitarse a mirar cómo vienen las encuestas.

La inseguridad es el emergente de un contexto previo y de unos problemas previos, entre los que la educación es uno de los fundamentales. Casi cada joven pobre que no termina el ciclo educativo queda inmerso en un círculo vicioso de pobreza, falta de herramientas emocionales y psíquicas y la más radical ausencia de oportunidades para el resto de sus días. Es ahí cuando el narcotráfico aparece como opción. Quizá sirva para conseguir votos, pero señalar los emergentes como si estos no tuvieran la menor relación con su contexto y con el caldo de cultivo que les dio paso es la mejor forma de perpetuar los problemas. El problema de la inseguridad es siempre el problema de la educación. Se necesitan líderes que lo recuerden y propongan hacer algo al respecto. Pero parece que de líderes no vamos sobrados.