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    Disrupciones como el ChatGPT plantean interrogantes para el mundo laboral; ¿una “renta” para quien deba reconvertirse?

    La llegada del ChatGPT puso en alerta a las autoridades educativas —también en Uruguay— ante el uso que los alumnos puedan darle a esta y otras herramientas similares de Inteligencia Artificial (IA). Al mismo tiempo, esta disrupción tecnológica planteó interrogantes para el mundo del trabajo, con el potencial de afectar tareas rutinarias, así como propuestas para apoyar a los posibles perjudicados.

    El Chat GPT es un chat bot desarrollado por la organización OpenAI que genera texto con una alta capacidad analítica: logró superar pruebas de prestigiosas universidades del mundo, por lo que algunas decidieron prohibir su uso a los alumnos, aunque su potencial va mucho más allá del ámbito educativo. “Es mejor que el promedio de nosotros para escribir un texto”, dijo a Búsqueda Gabriel Budiño, profesor y coordinador académico del Posgrado en Sistemas de Información de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) en la Universidad de la República.

    Budiño aclaró que esta tecnología tiene un gran potencial a pesar de haber sido entrenada con datos genéricos y se preguntó: “¿Cuál hubiera sido su potencial si lo hubiéramos entrenado con datos más específicos?”. Otra limitación de esa plataforma es que se apoya en información que llega hasta 2021.

    Existen otros chats, como los de las páginas web de varias empresas que son “malos” —según ese experto— porque ofrecen respuestas limitadas, un lenguaje poco natural y no solucionan los planteos del usuario. Según Budiño, una tecnología “no tiene que ser perfecta, alcanza con que en promedio sea un poco mejor” que los seres humanos para sustituirlos. En esa situación el hombre “deja de ser necesario para producir y para consumir” y pasa a “tener un rol de cuestionar a las máquinas sobre qué uso se les dará. Pero para que esto sea posible hace falta que la sociedad decida una nueva forma de distribuir el ingreso y, en su opinión, “la renta básica universal puede ser razonable. Es decir, los humanos tenemos derecho a vivir porque fuimos los que creamos la tecnología que nos permite vivir con menos horas de trabajo”.

    Para Ignacio Munyo, autor del libro La revolución de los humanos, el futuro del trabajo publicado en 2021, “nunca se va a poder sustituir la parte más humana de los puestos de trabajo, la empatía, la capacidad de persuadir” y de discernir, además de las llamadas “habilidades blandas. Ese es el último bastión de los humanos”. En esa línea, señaló a Búsqueda que en la medida que la tecnología sustituya el hombre, generará que se valoren más (en términos de mercado) tareas más vinculadas con estas habilidades.

    Coincidió en parte con Budiño en que, en este contexto, sería necesaria una “renta esencial —ni básica, ni universal, no debe ser sin nada a cambio— para apoyar a las personas que tengan que reinventarse en el mercado laboral”, para así encontrar otro trabajo en el que desarrollarse y así seguir agregando valor en el proceso productivo.

    Fuentes de la Cámara Uruguaya de Tecnología de la Información (CUTI) dijeron a Búsqueda que esta es una tecnología tan disruptiva que aún no están tan claros los impactos que pueda tener sobre la oferta y la demanda de personal en esta industria. Juan Pablo Pignataro, referente de la mesa de IA y Data Sciencia de esa gremial, avisora cambios: así como la tecnología cambió la forma de dar clases introduciendo la virtualidad, “la forma de trabajar hoy en tecnología aplicada también se va a reconvertir”.

    Más allá de las distintas opiniones, es una realidad que muchos puestos de trabajo serán sustituidos por este tipo de tecnologías. Bill Gates, cofundador de Microsoft, citado en la revista Forbes del martes 7 se expresó entusiasmado ante la irrupción de este chat bot, ya que permitirá cubrir la falta de trabajadores disponibles para “muchas causas nobles”, como la medicina en los países de África o la posibilidad de que los estudiantes a lo largo del mundo puedan contar con un tutor de matemática y otras asignaturas.

    La educación del futuro

    Para Munyo, debido a que las habilidades blandas de las personas son la parte más humana del trabajo, hace falta potenciarlas. Pero estas “no son fáciles de enseñar y el sistema educativo no las enseña en su mayoría”, explicó. Ese economista y director académico del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) considera un error la idea de centrar la enseñanza en torno a las nuevas tecnologías, “cuando en el fondo hay que enseñar a las nuevas generaciones a tener más empatía. Una minoría de las personas, un 0,1% seguirán trabajando en la tecnología de punta, mientras que el 99% seguirá trabajando en tareas de componente humano”, remarcó.

    En esta línea, el columnista del The New York Times, David Brooks, escribió semanas atrás que a la prosa y el arte generado por ChatGPT les falta “la pasión, el dolor y otras vivencias personales que las personas experimentan en sus vidas”. Insistió en que la IA proporciona herramientas que ayudarán a la sociedad, pero también “obligará a los humanos a redoblar esos talentos y habilidades que solo los humanos poseen”.

    Budiño y Munyo concordaron en que “la mayor consigna es no repetir el modelo” que se venía desarrollando hasta ahora y por el cual se enseña a las personas a verificar que supieran repetirlo. “Pero con el surgimiento del Internet” hubo que cambiar el objetivo, “teníamos que darles sentido a los conceptos. Pero ahora resulta que el sentido también lo puede dar una IA”, reflexionó el profesor de la FCEA. En su opinión, al enseñar a escribir, por ejemplo, el objetivo no debe ser que el alumno sea un gran escritor, sino que desarrolle “otras habilidades”, como la capacidad de expresarse, la comprensión lectora y pensarse a sí mismo. Ese enfoque debería ayudar a reforzar “la creatividad y el pensamiento crítico” de los seres humanos, explicó.

    Humanos y tecnología

    Para Budiño, la tecnología está cada vez más imbuida en la vida de los seres humanos y se entrelaza con sus cuerpos: el reconocimiento facial y las huellas dactilares. Esto llevará a que “cada vez sea más difícil distinguir entre qué es tecnología y qué es humano; el ChatGPT es un buen ejemplo, uno puede sostener un diálogo como si el chat fuera un humano”, por más que sepa que no lo es.

    Agregó que el ser humano va naturalizando la incorporación de la tecnología en su vida con el paso del tiempo y comienza a cuestionarla cada vez menos, de la misma manera que no cuestiona el estado del tiempo cuando mira el pronóstico en su celular. “Ya casi nadie saca el brazo por la ventana para verificar que coincide la temperatura” con la que le indica esa información, ejemplificó. El docente imagina en el futuro contar con tecnología que organice la agenda para las personas y decida la hora en la que poner el despertador en base a cuánto quieren dormir, cuánto demoran en desayunar y en bañarse. O los GPS que estén incorporados en el parabrisas de los autos, de modo que, en vez de mirar la realidad y la pantalla por separado, la persona vea “la realidad junto con una capa de datos”.

    De esta forma, para Budiño, si la sociedad toma “las decisiones correctas”, debería encaminarse a un mundo de más tiempo libre para realizar tareas más “gratificantes” y vinculadas con lo recreativo. Pero depende de que las personas disminuyan su carga horaria de trabajo al igual que cuando la “humanidad comprendió que las personas no tenían que trabajar 16 horas” y se resuelva el tema de la distribución del ingreso.

    • Recuadro de la nota

    La inteligencia artificial desarrollada en Uruguay: contar árboles, riego, identificar leones y clasificar créditos