Algunos que lo conocen lo describen como un muchacho “súper inteligente”; incluso en las jornadas de innovación que está organizando el Banco Central (BCU) con diferentes actores del mercado llamó la atención por ser uno de los asistentes más activos, con preguntas y planteos varios. Más allá de eso, a uno que consultó Búsqueda, el banco que Rodríguez Robledo está pergeñando le parece, por la información que le llegó, “una idea, no un proyecto”, impulsada por un inquieto “soñador”. También lo ven con incredulidad en ámbitos oficiales —tiene, al menos hasta ahora, “poco contacto con la realidad”—, si bien se le dará el trámite que corresponda.
Ser banco
¿Por qué la locura de pretender abrir un banco? Según relató el emprendedor, todo llevó a eso después de algunos caminos alternativos frustrados.
Neodimio empezó a funcionar en agosto del año pasado ofreciendo servicio de transacciones comerciales con otras compañías (B2B, por la sigla business to business), y “alcanzar el punto de equilibrio era muy difícil. Decidimos ir a un segmento retail y buscar un socio”, afirma su CEO. Un primer intento de alianza con un banco privado local fracasó, y lo mismo pasó con otro en el propósito de lanzar una tarjeta de marca compartida a partir de la tecnología de Neodimio. “Le dábamos todo gratis y cobrábamos un fee (comisión) por transacción. No nos íbamos a hacer millonarios, pero (el acuerdo) permitía validar nuestra compañía, que no es conocida. Para el banco, que tiene liquidez para dar crédito, era poder llegar a los menores de 40 años. Era perfecto”, señala el emprendedor. Pero el convenio se frustró porque, según dice, para esa institución financiera “era la prioridad 150. Eso también influyó” en la idea de pensar en crear un banco propio.
Ser una Institución Emisora de Dinero Electrónico (IEDE) lo descartaron. “Está OCA, hay jugadores fuertes. Pero ninguna IEDE por sí sola es rentable (con ese negocio). Prex da préstamos. Midinero claramente es por las facturas; la gente cobra y saca el dinero del cajero”, argumenta. “Hoy no hay una fintech retail. Está dLocal, pero en Uruguay su negocio es muy residual”, sostiene.
“Es tan caro poner una IEDE hoy… Y (abrir) una administradora de crédito sería fondearme a una tasa de interés alta para prestar a una tasa todavía más alta. Entonces, todos los caminos llevan ahí. Hace 38 años que no hay un banco nuevo en Uruguay; vino Itaú, vino Scotia, pero no son nuevos sino que compraron y cambiaron la marca. No sumaron entidades”, plantea Rodríguez Robledo.
Avanza en su relato: “Teníamos detectada las figuras de banco de inversión y de banco minorista, que nunca se usaron. ¿Cuál es el problema? Que tienen mucha restricción en la operativa con dólares. (Usar alguna de esas figuras institucionales) No tiene mucho sentido cuando la mayor operativa de los bancos hoy está con moneda extranjera”.
Los bancos pueden hacer intermediación financiera (captar depósitos y dar préstamos) y operaciones afines (cambiar moneda, emitir tarjetas de crédito, hacer administración fiduciaria, etcétera). Según la Ley 15.322, para poder funcionar como tales deben tener autorización “por razones de legalidad, oportunidad y conveniencia” por parte del Poder Ejecutivo, con informe previo favorable del BCU, además de una habilitación por parte de la Superintendencia de Servicios Financieros de ese organismo. Uno de los requisitos, además de una reconocida capacidad y reputación de quienes están al frente, es integrar el capital básico —la “responsabilidad patrimonial”—, que son 130 millones de unidades indexadas a la inflación.
Trámite y capital
Para empezar el proceso se debe hacer un depósito equivalente al 20% de la responsabilidad patrimonial mínima. Rodríguez Robledo asegura que la plata inicial ya estaría para integrar esos casi US$ 3 millones iniciales —de unos US$ 14,7 millones. “Tenemos US$ 5 millones comprometidos” a través de un family office que, desde Zonamerica, estructura patrimonios, asegura, sin identificar a esos inversores. Dice que ahora con ellos se está reuniendo seguido para analizar los “modelos” del negocio e “ir bajando a tierra” el proyecto del banco digital.
El trámite para obtener la patente involucra a varios organismos y se cierra con la firma del presidente de la República. “Nos dijeron que lleva 12 meses, pero calculamos 24 para ser responsables”, comenta el joven.
Aunque dice que antes había tenido conversaciones informales con algún jerarca, la semana pasada puso oficialmente en conocimiento del proyecto al BCU. “Se toma nota de la intención de iniciar un proceso de autorización” de una institución de intermediación financiera, “el cual se regirá por la normativa vigente al momento de la presentación”, le contestó el secretario general de la institución, Jorge Christy. Rodríguez Robledo dice que también mandó un mail a la secretaría de la ministra de Economía, pidiendo audiencia.
En paralelo a la cuestión burocrática, afirma que trabajan en el sistema informático para el banco que quiere crear; con la agencia Moody’s en cuanto al “riesgo y la calificación” crediticia; y con la consultora Deloitte para que sea auditor externo y elabore el manual de prevención de lavado de activos. La lista de mencionados sigue con, por ejemplo, la empresa que proveería los cajeros automáticos y buzoneras que instalarían en algunas zonas de Montevideo, si bien la operativa virtual sería lo central.
Para cubrir el capital mínimo y solventar gastos iniciales, asegura que este mes lanzarán una emisión de “notas convertibles” como parte de una ronda de financiación “puente”. Esa instancia de capitalización con la “serie A” por US$ 15 millones se cerraría en el primer semestre del año próximo. Rodríguez Robledo afirma que ya hubo contactos con fondos de riesgo regionales, la mayoría argentinos.
El cronograma delineado sigue en el primer semestre del 2022 con la “formación de la estructura societaria”, del gobierno corporativo y el inicio de la contratación de personal; para integrar el equipo directriz o gerencial “es probable que yo quede afuera porque no esté apto”, reconoce el muchacho. En ese período también se haría el depósito del 20% del patrimonio mínimo exigido.
Para el último trimestre de 2023 está prevista una segunda ronda de financiación —“serie B”— por US$ 35 millones, para completar el capital básico requerido y solventar otros gastos. En esos meses se pediría la habilitación para empezar a funcionar. “Antes tengo que cerrar la ronda (inicial), construir el gobierno corporativo, pagar seguros, reclutar mucho, construir el Core (informático) y una cantidad de cosas”, dice, en una enumeración que parece más lógica en boca de un ejecutivo cuarentón. “¡Ahora me salieron canas!” acota enseguida, divertido, con una risa fuerte acorde con su edad.
Aunque es algo todavía preliminar, en la planificación figura que, dados los “bajos niveles iniciales de depósitos proyectados”, en el segundo trimestre de 2024 pedirían una línea de crédito por hasta US$ 100 millones a dos bancos de inversión y a uno multilateral para “apalancar la emisión de tarjetas de crédito y préstamos” al consumo. Eso es “fundamental para el crecimiento y la consolidación de la nueva institución”, alega el emprendedor.
Para “no arrancar de cero” con el banco, elucubra otra alternativa: comprarle la unidad de banca retail a una entidad a la que no le está dando jugo.
Su cabeza lo lleva a pensar a su banco uruguayo como parte de algo más grande. “Ahora recibimos el apoyo de la fintech argentina Pomelo, que junto con Mastercard nos permiten emitir en Brasil y México. La idea es vender (servicios) como si fuera un grupo. En lo local (Uruguay), el banco sería la novelería, pero a nivel regional seguramente sea mucho más rentable Brasil y México. Y en México, como hay una ley fintech, se podría operar casi con la misma flexibilidad que un banco, cosa que acá existe”, explica. Según el plan, esa operativa regional la harían desde una zona franca uruguaya.
Lanzamiento, ética y locura
El emprendedor cree que su idea está en un punto en que es necesario contarla, en parte porque, alega, un par de bancos privados pretenden hacerla abortar. “Más allá de que tenía 300 accionistas y eso es un problema, una cosa que pasó con Abitab fue que hubo un telefonazo para que no saliera, cuando dijo que quería hacer un banco” hace algunos años. Rodríguez Robledo teme que a su proyecto le pase lo mismo.
Su intención es hacer un evento de lanzamiento para “poner la cara y decir: bueno, asumimos el riesgo y vamos a poner un banco”. Agrega: “Lo vamos a presentar como la fintech que va a poner un banco. El nombre es el menor de mis problemas ahora”. Según cuenta, en ese asunto trabajan con la consultora de branding española Saffron.
“Va ser totalmente digital, el primero en la historia en Uruguay. Una sola sucursal —la casa matriz, no un edificio de 20 pisos sino algo chiquito— y una sola caja para cumplir con la Tesorería del BCU”, se adelanta. Tener muchas sucursales “es totalmente inviable”. Y se explaya en la descripción: “Es un banco para tener una cuenta corriente, una tarjeta de débito y una de crédito, quizás para cubrir un sobregiro. Pero no un banco full service sino claramente retail. Eso es muy importante para tener los costos controlados. Y ser serios, porque no puedo decir: ‘Vamos a regalar casas’. Eso no existe”.
Rodríguez Robledo remata: “La banca ética no es cuando se abre el banco, es ahora. Es decir: ‘asumimos un riesgo reputacional y vamos a hacer el proceso como corresponde, cumpliendo con todo’. La confianza al futuro ahorrista hay que ganarla desde ahora. Entonces, ser ético con eso. ¿Estamos medio locos? Sí, pero somos transparentes en esto”.