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El ministro de Salud, Daniel Salinas, entró presuroso a la Torre Ejecutiva. Era el anochecer de una jornada caliente. El lunes 23 la presión de decretar la cuarentena total y obligatoria por el coronavirus (Covid-19) ya estaba muy encima y muy pesada sobre los hombros del presidente Luis Lacalle Pou, que unas horas antes se había reunido con el Sindicato Médico del Uruguay (SMU), un colectivo abanderado con este reclamo.
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Salinas, sin embargo, se tomó unos segundos para descomprimir cualquier situación de estrés mientras esperaba para subir al piso 11 para reunirse con el mandatario y otros ministros del gobierno. “¡Eso es aglomeración!”, bromeó fugaz y sonriente frente a un grupo de periodistas que subían todos juntos y apretados en el ascensor con destino a la sala de conferencias.
Luego aparecería muy serio en un extremo de la mesa donde están los micrófonos, tratando tímidamente de pedir la palabra para actualizar el reporte de nuevos casos e internados, pero soportando la mirada fija del presidente que evitó todo lo que pudo que su ministro hablara. Solo al final le cedió a desgano el micrófono para que informara sobre los nuevos casos. Salinas, su principal ministro hoy en día, notoriamente no es hombre de su círculo político de confianza.
Ese lunes fue un día de reuniones importantes en el edificio presidencial. También fue el día en el que Lacalle Pou aprovecharía para enviar señales fuertes de liderazgo hacia afuera. Pero también hacia adentro. En esa misma jornada había hablado el expresidente Tabaré Vázquez. En una entrevista con el programa Intercambio, de la Radio M24, el exmandatario marcó terreno. Dijo que era necesario decretar una cuarentena total y obligatoria. “Inevitablemente tenemos que ir a una cuarentena total si queremos cortar con este ciclo vicioso. Hay que cortarlo lo antes posible”.
Las palabras de Vázquez reforzaron no solo una suerte de clamor insistente en las redes sociales y en buena parte de la oposición, sino lo que el SMU había instalado con fuerza en la agenda de la emergencia por el coronavirus desde hacía varios días.
Los médicos reclamaban el aislamiento total, decían que era una medida que se debía tomar más temprano que tarde. Ese mismo lunes, donde todo parecía pasar a la misma vez, Lacalle Pou recibió al senador de Cabildo Abierto Guido Manini Ríos para bajar decibeles a sus reclamos con tintes de oposición a través de las redes; la central sindical PIT-CNT llamaba a un caceroleo y apagón para que el gobierno escuche sus propuestas para atender a los trabajadores en este contexto de crisis sanitaria.
El presidente se preparaba para volver a escena otra vez. Para mandar mensajes desde la Torre Ejecutiva e intentar dejar claro un concepto que no se cansa de remarcarle a su mesa chica, a su entorno cercano: quiere estar encima de todos los temas, quiere subrayar esa idea de gobernante que se “hace cargo”. Si puede, quiere hablar solo él durante la conferencia de prensa. En su círculo íntimo admiten que su impronta es la de delegar lo menos posible, pero valoran que es “implacable” en su manera de comunicar. Que lo hace con la “claridad y calma” que se requiere durante esta tormenta. El presidente se mantiene comunicado con sus ministros de forma online a través de un grupo de WhatsApp y suele convocar a reuniones “espontáneas” a los miembros del gabinete. Fue lo que ocurrió el lunes pasado.
El rezongo a los chamanes de la tribu
En la reunión con el SMU, en la tarde del lunes, estuvieron representadas todas las agrupaciones del ejecutivo del gremio médico. Lacalle Pou, acompañado de Salinas y el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, empezó reclamando que le debían haber pedido la reunión antes. Los médicos sostienen que le solicitaron dos veces un encuentro, antes y después de que fuera electo presidente, y que no habían obtenido repuesta.
El presidente del SMU, Gustavo Grecco, expuso los argumentos que cimientan el pedido de una cuarentena obligatoria, un aislamiento extremo para aplanar la curva de contagios.
El presidente escuchó. Pero también les hizo notar su discrepancia y “enojo” con el pedido y hasta con la forma de comunicarlo a la población. Les reprochó que el tema se “politizara”. Les pidió “responsabilidad”. Y usó un ejemplo, una figura, para explicar su punto. Les dijo que los médicos eran “los chamanes” de la tribu y que no estaba bueno que le marcaran la cancha al presidente en un contexto de crisis sanitaria, dijeron a Búsqueda participantes de la reunión.
Los médicos se mantuvieron en sus trece. Le explicaron que era “imperioso” tomar medidas extremas para dar tiempo a organizar el sistema antes de que llegue el pico de casos de coronavirus.
Unas horas después de esa reunión, el presidente se plantó firme y tiró varios tiros por elevación. Descartó otra vez la cuarentena general. Dijo que no está para “hacer política sino para gobernar”. Y remató: “Quien propone el aislamiento social general debe estar dispuesto a aplicar las medidas que llevan al desacato y que tienen una pena. ¿Alguien está dispuesto a llevar detenido a quien sale a ganarse el peso, no para la semana, para el día?”.