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Se define como un cineasta-fotógrafo, como un artista de la mirada. Y fue justamente mirando que se inició en la fotografía. “Mi abuelo tenía un equipo completo de fotografía, con laboratorio de revelado incluido. Crecí viendo cómo trabajaba en ese ambiente rojizo y cómo aparecían las imágenes. Era magia para un niño”, dice el artista Cao Guimarães, quien está exhibiendo en la galería Xippas de Punta del Este su muestra Quase nada (Casi nada), con series de fotografías de distintas épocas.
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El artista estuvo casado con una uruguaya y desde 2016 va y viene de Belo Horizonte, donde nació en 1965, a Marindia, su lugar de residencia en Uruguay. “Marindia me salvó la vida. Yo vivía de forma bastante bohemia y cuando tuve hijos fue un lugar ideal para estar con ellos. Ahora que estoy mayor, también es ideal para caminar y cuidar la salud. Creo que me voy a quedar mucho más en Marindia”, dice y se ríe.
Mosaico: un mural de 8 metros y 45 fotografías. Foto: Pablo Kreimbuhl
Fue en ese balneario donde surgió una de las obras que por primera vez está exponiendo en Xippas: Maré. “Durante la pandemia iba todos los días a la playa y me fijaba en el dibujo que deja el agua en la arena. Iba dibujando un paisaje que me recordaba al de Minas Gerais. Todos los días lo fotografiaba y terminé haciendo una colección gigante”.
Junto a estos trabajos están sus fotografías de lo mínimo: las huellas que dejan los pájaros en la tierra y dibujan una suerte de mapas o las que forma la humedad de una hoja en el piso. “Es la expresión de lo ínfimo, de la potencia que un acontecimiento ordinario puede tener. A veces una hoja que cae de un árbol puede ser tan expresiva como una escena de sexo. Tengo un amigo crítico que definía mi trabajo como el microdrama de la forma. Creo que es muy lindo, la forma también es dramática, igual que los pequeños acontecimientos”.
En esa línea ha hecho videos muy breves con burbujas. Uno de ellos se llama Soplo y sigue a una burbuja en blanco y negro que vuela en el paisaje, como una forma en mutación constante. “Las burbujas y las hormigas me encantan”, comenta. “Hay otro video que se llama El inquilino, como la película de Polansky, y la burbuja está dentro de una casa vacía y cerrada. Va transitando por los rincones. El sonido cumple el papel de la dramatización”.
El cine ha sido parte de su vida, desde siempre, como realizador y como espectador. En su juventud de los años 80 le fue difícil hacerlo, entonces trabajó como fotógrafo en medios periodísticos, en publicidad, en la moda. Después vivió en Londres y empezó a filmar en super-8, y también empezó a entrar en los museos. “Siempre tuve mucho vínculo con artistas plásticos, mucho más que con cineastas. Mis primeras películas cortas ganaron espacios más en museos que en salas. En los años 80 empezaron los videos de arte y las instalaciones. Los vi en el Tate Modern y en el Serpentine Gallery de Londres. A los curadores les gustaron los videos que yo hacía y empezaron a invitarme a las exposiciones”.
Uno de los espantapájaros de Cao Guimarães. Foto: Pablo Kreimbuhl
En total hizo 12 largometrajes, la mayoría documentales experimentales, y tiene una gran producción de cortos. Su último documental se llama Amizade (2023), y es el producto de toda una vida filmando a sus amigos, con mucho trabajo de archivo y cinco años de edición.
Su arte no puede mirarse sin los viajes, que fueron muchos durante su juventud. En ese movimiento continuo empezó a describir el mundo a través de la cámara. “Aprendí mucho de los sonidistas, de la amplitud de los sonidos. Fui descubriendo de a poco que me encanta trabajar con la realidad, capturar cosas que me impresionan o que me espantan, pero que me dan el deseo de hacer algo”.
Quasi nada es un título que resume su concepción artística en sus diferentes vertientes. “La realidad, nuestra existencia, es casi nada. Y fue otro aprendizaje prestar atención a los ‘casi nada’ de la vida. Porque en las cosas aparentemente cotidianas e inexpresivas sale el arte”.
Con la misma filosofía y en forma paralela a sus “microdramas de la forma”, Guimarães fue haciendo inventarios producto de sus viajes y de su ojo puesto en los detalles. Entonces aparecieron las gambiarras, un término difícil de traducir pero fácil de identificar. “Es todo lo que uno hace para encontrar una solución provisoria y resolver un problema. Hay excelentes gambiarristas y su material esencial es el alambre. En Brasil, Cuba, Tailandia, en los países pobres, hay muchas gambiarras. Me pasé buscándolas por el mundo porque en ellas encontraba pequeñas expresiones artísticas de la sobrevivencia”.
Cuando a fines de los 90 volvió de Londres, viajó por 10 estados brasileros para hacer una película sobre los oficios en extinción: O fim do sem fim. “Me enamoré de nuevo de mi país. No hay nada como estar fuera para valorar lo propio. Empecé a fotografiar estas cosas banales, simples, de gente que tenía que sobrevivir arreglando cosas. Y no paro de buscar y fotografiar en todos lados. Estuve en Ciudad de México y pasé caminando sin mapas buscando gambiarras y fotografiándolas”.
En Quase nada sus gambiarras aparecen en un enorme mural llamado Mosaico, que tiene 8 metros de largo y 45 fotografías. Se ubica en una sala diferente a la de sus trabajos con los rastros efímeros de hojas y huellas. Es una forma de atrapar los “casi nada“ que fue registrando en sus viajes. “Mosaico es como un montaje de todo lo que capturé durante 20 años. Es una catedral de las gambiarras de diferentes culturas, que dialogan unas con otras”.
Quienes sí comparten espacio con ese gran mural son tres fotografías de espantapájaros. Las tomó cuando estaba viajando en 2004 por Brasil para hacer una película y se detuvo a contemplar estas figuras de la cultura popular. “Me encontré con un jardín de espantapájaros, como si estuvieran en un ritual o en una reunión. Uno percibe que alguien gastó tiempo y dedicación en esa vestimenta colorida, en darles expresividad a los cuerpos. Todo con una imaginación increíble. Cobra otro valor en este tiempo de tanta homogeneidad”.
En Quase nada hay hermosas fotografías de una ciudad brumosa de tonos azulados, por donde se asoman edificios que parecen irreales. También hay un video, Memoria, filmado en plano secuencia que muestra el paisaje de una isla griega a través del espejo retrovisor de un ómnibus. Lo que el espectador ve es lo que va quedando atrás.
Aunque Guimarães dice que dejó de escribir porque necesitaba de muchos cigarros y whisky para concentrarse, continuó elaborando una poesía muy depurada, y aparentemente sencilla, como su arte. De una de ellas salió el título de su muestra: En todas estas cosas, casi cosas / Yo vivo, casi vivo. Casi nada”.