Entrevista a Robert Silva

REDACCIÓN  
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¿Qué le dijeron su esposa y sus dos hijos cuando les anunció que le habían ofrecido ser candidato a vice? Tengo tres hijos, uno falleció, pero siempre digo que tengo tres hijos. Tenía ocho meses y le vino púrpura fulminante, falleció el 24 de diciembre de 2006. Era el menor, después vino Agustina. Tengo a Bruno con 17 y a Agustina que tiene 10. El que más me estimuló a aceptar el ofrecimiento fue mi hijo, me dijo que tenía vocación para eso. Tengo el apoyo de ellos, de mi señora y de mi familia.

¿Cómo conoció a su señora? Cuando vine a estudiar a Montevideo desde Tacuarembó, vivía con un compañero en un apartamento. Ella era amiga de la novia de él y una vez fuimos a un baile de una residencia y ahí nos conocimos. Ella es licenciada en Fisioterapia, trabaja en una mutualista. 

Estudió becado en el colegio San Javier de Tacuarembó y durante toda su vida profesional estuvo ligado a la educación pública. ¿Dónde estudian sus hijos? Los mando a una institución privada con vocación pública: el Elbio Fernández, la escuela fundada por José Pedro Varela. Nosotros estábamos solos en Montevideo cuando empezaron a ir, necesitábamos un centro educativo que los albergara por varias horas porque trabajábamos. Estamos muy conformes por la enseñanza en valores.

Nació y creció en Tacuarembó. ¿A qué momento o lugar de su infancia le gusta volver cuando se pone nostálgico? Me gusta todo Tacuarembó; si pudiera, viviría ahí. Las cuestiones de la vida me trajeron acá. Primero vine a estudiar con mucho esfuerzo, con las encomiendas y la plata que me mandaban mis padres, viviendo en pensiones. Antes de recibirme trabajé de intendente en una residencia verificando la limpieza de los baños y cambiando los tubos de luz para poder pagarme el alojamiento. 

Su madre y su abuela eran maestras. ¿Pensó en dedicarse al magisterio? Sí. Le dije a mi padre que quería ser maestro o profesor de Historia. Me dijo que no, que si venía a Montevideo tenía que hacer otra cosa. Elegí ser abogado porque siempre me gustó. Mi primera vocación es la docencia, después el Derecho; luego la vida me dio una oportunidad con un plan creado en la reforma de Germán Rama, que permitió a los egresados universitarios tener formación en Ciencias de la Educación Didácticas y título docente. Como abogado ejercí poco, porque en 1996 me ofrecieron la Secretaría General de Secundaria.

¿Toda su familia era colorada? Mi abuelo y mi abuela materna eran wilsonistas. Mi madre votó al Partido Nacional muchas veces; la familia de mi padre eran todos colorados. Luego mi madre votó al Partido Colorado, y después todos fuimos colorados.

¿Qué lo atrajo de la figura política de Julio Sanguinetti? Me crie en dictadura. En 1984 empecé a descubrir lo que era la democracia y me apasionó Sanguinetti. Yo fui colorado primero por tradición y luego por convicción. Además, soy colorado porque creo que soy el producto de esa sociedad batllista que permitió que el hijo de una persona que a los 12 años abandonó la escuela rural para salir a carpir en una chacra y de una maestra muy esforzada y trabajadora, pudiera llegar. Yo no tenía problemas culturales, en casa se respiraba educación, pero sí con problemas económicos importantes. La sociedad batllista nos permitió ir creciendo para alcanzar las oportunidades. Conocí a Sanguinetti en la militancia en la Facultad de Derecho. 

Trabajó en el Codicen con Germán Rama. ¿Qué recuerda de él? Tenía mucho carácter, compromiso, dedicación. Era un ser humano espectacular. Dejó cargos internacionales para venir a hacer lo que decía que había que hacer. Trabajaba 16 horas o más por día construyendo lo que él creía que debía ser un sistema educativo transformado. Y lo logró, porque pasaron dos décadas y seguimos hablando de él.

En 2015 ingresó al Codicen electo por los docentes. ¿Cómo logró ese lugar en un sector en que la mayoría está identificada con la izquierda? Fue a partir de llamadas de docentes de todo el país. Me dijeron: “Robert, vamos a armar algo”. Hice un sondeo en todo el país. Conseguimos en 30 días, con mucho esfuerzo de compañeros para pagar la nafta y los boletines, una patriada que nos llevó a conseguir casi 7.000 votos. Votaron 18.000 en blanco, 12.000 al sindicato y 7.000 a nosotros. Propusimos un proyecto profesional, con foco en el interior, y ampliamente plural, más allá del partido político que votó.

¿Qué le gusta leer? Novelas o ensayos de historia nacional. Y leo libros vinculados a la educación, a la profesión docente. 

¿Qué hace en su tiempo libre? Voy a las fiestas de mis hijos, los acompaño en instancias deportivas, y he tratado de cuidar mi físico, así que voy al gimnasio. También me gusta reunirme con amigos en una casita que compramos en Cuchilla Alta.

¿Por qué eligió ese lugar? Por mi madre. Ella falleció de cáncer en 2013 y como despedida, sabedores de lo que se venía, la llevamos con mi hermano a Balneario Argentino y pasamos toda la familia juntos ese enero. Ella salía a recorrer con su esposo y me decía: “Robert, ustedes tienen que comprarse una casa acá”. Cuando ella falleció vendimos una casa y con esa plata no sabía qué hacer. Un día estaba en mi escritorio trabajando y arreglando unas cosas cayó un papel con la letra de mamá que decía: “Casa en Cuchilla Alta” con un teléfono. Ella salía y anotaba. Pensé “ya está”.

Dicen los que lo conocen que siempre tuvo el pelo canoso. ¿En qué momento le empezó a quedar blanco? A los 15 años me salió un mechón blanco. Las canas me acompañaron en mi vida, no tengo traumas. Siempre me decían “canoso” o “gordo”. Fui muy gordo y adelgacé cuando vine a Montevideo, porque me propuse cambiar.

 

 

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2019-08-08T00:00:00