¿Hay vida después de marzo?

¿Hay vida después de marzo?

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2116 - 25 al 31 de Marzo de 2021

Sí, el país está viviendo el peor momento desde que comenzó la emergencia sanitaria, exactamente hace un año atrás. Lo que nadie esperaba llegó: miles de casos nuevos cada día, aumento de muertes diarias y porcentajes de ocupación de CTI que parecen estar llegando al límite. Para colmo, hay quienes dicen que las vacunas disponibles disminuirían su efecto ante la nueva cepa P1, recientemente detectada en Uruguay.

Pero no es precisamente a la situación por la Covid-19 a lo que el título de esta columna se refiere, sino a lo que significa para las mujeres organizadas sobrevivir al mes de marzo y además tener alguna perspectiva de visibilidad para los meses siguientes. Es que no hubo un día en todo el calendario en el que no hubiera algún seminario, conferencia, taller o conversatorio sobre temas de igualdad de género. En realidad, ese es justamente el sentido de definir un mes como “el mes de la mujer”: dar visibilidad a lo que hacen las mujeres en todos los ámbitos de actividad, así como poner sobre la mesa problemáticas estructurales que son compartidas por todas, como la precarización laboral o las situaciones de violencia y abuso.

En cuanto a la visibilización de las mujeres en los distintos sectores de actividad, durante todo el mes se compartieron experiencias tanto de las que se desempeñan en política como de las científicas, artistas, emprendedoras, las que se desempeñan en los sectores de tecnologías de la información o las que se enfrentan a las vulnerabilidades del sexo comercial.

Por un lado, esto resulta positivo, ya que generalmente no hay oportunidad de escuchar, por poner un ejemplo, a la jefa del Departamento de Construcción y directora de la carrera de Ingeniería Civil de la Facultad de Ingeniería, o de conocer las líneas de investigación que llevan adelante muchas mujeres científicas en el país. Es que la atención en estas áreas suele estar acaparada por hombres. El mes de marzo viene entonces a demostrar que existen mujeres destacadas, desempeñándose día a día en todos los sectores de actividad.

La contracara, sin embargo, es que marzo termina operando como la “cuota mínima” de aparición, como ese momento del año en que las mujeres somos frenéticamente convocadas para todo tipo de actividades —la mayoría de las veces en forma no remunerada— para luego volver a la habitual invisibilidad y falta de oportunidades. Urge entonces transformar la presencia de las mujeres en algo cotidiano, una presencia en la agenda pública que exceda al tercer mes de cada año.

El otro tema central en marzo, además de la visibilización del trabajo en sí, es poner sobre la mesa los problemas que, indefectiblemente, enfrentan las mujeres en las diferentes áreas: desde las desigualdades laborales hasta los distintos tipos de violencias que enfrentan —física, verbal, simbólica, sexual—. Lamentablemente, hay más aspectos en común de lo que las propias trabajadoras podrían a priori imaginar: la dificultad para acceder a cargos de poder ocurre tanto para las mujeres del sector audiovisual como para las que se desempeñan en el sector público. Es que estas características (que en la jerga laboral se conocen como “techo de cristal” y “suelo pegajoso”) atraviesan todos los ámbitos.

A este combo de obstáculos se suma el componente de la violencia que muchas sufren en los lugares de trabajo. Violencias que atraviesan, de diferentes maneras, los sectores más disímiles de actividad. Pienso, por ejemplo, en la situación de las mujeres diplomáticas que el 8 de marzo presentaron una carta a la presidenta de la Comisión de Género, en la que planteaban una serie de propuestas para avanzar hacia una mayor igualdad en sus espacios de trabajo, adjuntando un anexo con ejemplos de violencias y acosos sufridos por las firmantes. “Expresamos toda nuestra disposición para contribuir con la administración a llevarlo a cabo”, plantean las funcionarias, en el tono siempre correcto y conciliador que caracteriza a la diplomacia. Sin embargo, lejos de haberse abierto un espacio al diálogo, las trabajadoras se enteraron por la prensa de que el ministro había reenviado la carta al fiscal de Corte. Además, la carta generó que muchos compañeros hombres tomaran una actitud hostil hacia ellas, haciéndoles bromas amenazantes del estilo “ahora prepárense cuando tengan que ir a declarar a Fiscalía” o “les vamos a ir a llevar torta a la cárcel”. Comentarios que, por supuesto, causan mucha incomodidad, además de pretender amedrentar a quienes se animaron a hablar.

Pero al pensar en violencias pienso también en la reciente ola de fuertes agresiones a mujeres que ofrecen servicios sexuales por parte de hombres que muchas veces son los propios dueños de las whiskerías en las que trabajan. Mujeres sin contención “laboral” de ningún tipo. Si bien se trata de ejemplos totalmente diferentes, lo que se puede identificar es un problema estructural de violencia contra las mujeres que, definitivamente, no se termina en marzo.

Ojalá que abril, mayo y setiembre vengan cargados de acciones, políticas y actitudes individuales y colectivas tendientes a mejorar la situación de las mujeres en todos los ámbitos de actividad. Y sigan usando tapabocas que la cosa está complicada.