“Una puede ver cómo se transforma en el equipo de fútbol que va a representar a un continente entero en los Oscar”

escribe Pablo Staricco 
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El cine de Maite Alberdi (Santiago de Chile, 1983) siempre escondió misterios. Los escondió luego de hallarlos en historias cotidianas, como en la labor de un guardavidas (El salvavidas, 2011) o en la sagrada ceremonia del té de un grupo de amigas septuagenarias (La once, 2014). Con una filmografía que ya tiene una década de trabajos y reconocimientos, la cineasta chilena hoy domina su arte con capacidad narrativa y sin las ataduras que, muchas veces, la palabra documental imprime a las obras de esta índole.

La clave en sus películas, según la propia realizadora, es que trabaja con historias reales y, por lo tanto, son más fascinantes de lo que ella podría escribir o imaginar alguna vez. El desafío, autoimpuesto, es que esos relatos logren las mismas reacciones que uno esperaría, más comúnmente, en una ficción.

El agente topo, hoy el misterio más popular de Alberdi, cumple y sobrepasa esa meta. La película, disponible en Netflix en América Latina, muestra la misión de Sergio Chamy, un viudo de 83 años que acepta un trabajo como investigador privado y se interna en un asilo de ancianos para velar por la seguridad de una de sus residentes. En clave de cine noir, El agente topo suplanta el humor lúgubre que abunda en el género por un aire de esperanza y ternura hallado en un lugar donde, para muchos, los adioses solemnes son más comunes que las bienvenidas con algarabía.

Repleta de giros, la película sorprendió a la industria del cine latinoamericano al obtener una nominación como Mejor documental en los próximos Premios Oscar, a entregarse el domingo 25 de abril. La obra de Alberdi competirá con los documentales estadounidenses Time, Mi maestro el pulpo, Campamento extraordinario, y con el rumano Collective.

En la antesala de su viaje a Los Ángeles, y en pleno frenesí ante la atención que su película ha causado en la prensa internacional, Alberdi conversó con Búsqueda.

—¿Qué es lo más inesperado de obtener una nominación en los Premios Oscar?

—Lo más inesperado es pensar que El agente topo es un documental bastante independiente, con un modelo de financiamiento latino que logró insertarse en una industria que funciona con otras reglas. Es la única película de la televisión pública, porque el resto de los nominados son de Amazon, Netflix y estudios grandes. Aunque sí es una producción grande para Latinoamérica, con un modelo de financiamiento con canales públicos, fondos europeos y con cinco países involucrados.

—¿Creés que hubo algún otro factor que ayudó a romper esa barrera entre los mercados cinematográficos?

—Creo que la pandemia nos regaló esta posibilidad. Nos permitió hacer una campaña alternativa, digital, donde no había que hacer esos eventos gigantes para que la gente viera la película. Empezamos en enero del año pasado pensando que íbamos a tener en los cines un montón de cosas que no tuvimos. Quizás lo más sorprendente, y también lo extraño en este contexto, es que nuestro cotidiano no ha cambiado nada. Hablábamos con la productora (Marcela Santibáñez) y decíamos que quizás todavía no entendemos que estamos nominadas al Oscar porque seguimos en un confinamiento estricto, tratando de lidiar con lo doméstico. En mi caso, sentándome en el computador y viendo cómo hago con mi hijo. No estoy en la fiesta de Hollywood, ni en el almuerzo de los nominados ni en la ceremonia de los Spirit Awards, entonces es una realidad paralela, extraña. No está en los sueños de una como cineasta latina, pero al mismo tiempo cuesta creérselo porque mi rutina no cambió absolutamente nada en este contexto.

—¿Qué tan importante fue que la película se haya distribuido en Netflix?

—No es un “original de Netflix”. En Estados Unidos tiene una distribución distinta y en el resto del mundo también. Mi campaña sería más fácil si yo tuviera a Netflix atrás apoyándome, pero es solo una adquisición para Latinoamérica. Lo bueno para mí como realizadora es que mis películas se vean en Latinoamérica, donde los cines programan poco. En Uruguay yo presenté Los niños y fue una oportunidad increíble, pero después que la recomiendas ya nadie la puede ver porque no está en cartelera. Netflix llegó en un momento donde la película estaba a punto de ser nominada al Oscar, dentro de su shortlist, también nominada a los Premios Goya y con un ruido de prensa gigante. Fue la tormenta perfecta entre la prensa, la nominación y Netflix. Nunca me había pasado de poder medir el impacto de una de mis películas. Uno no conoce a los espectadores, pero puede ver la discusión en redes sociales y cómo una se transforma en el equipo de fútbol que va a representar a un continente entero en los Oscar. Ha sido increíble ver cómo se discute sobre la vejez, o a gente que me ha dicho: “Llamé a mi papá después de ver la película”.

—¿Piensan ir a la ceremonia de premios en Los Ángeles?

—De momento, vamos a ir. El gobierno de Estados Unidos nos dio un permiso especial de trabajador para un equipo muy reducido. Iré junto con la productora y Sergio Chamy, el protagonista. Me dijo que era el primer viaje de su vida. Nunca se subió a un avión. Tratamos de plantearle todo lo riesgoso que era, pero para él es un sueño muy emocionante. Quiere hacerlo a toda costa. Dice que es “su última aventura”. Tenemos que hacer una cuarentena superestricta como de 10 días. Hasta que no esté realmente en Los Ángeles no voy a creer en nada.

—¿Cuáles fueron las primeras interrogantes que te hiciste durante la concepción de El agente topo?

—Quizás las primeras preguntas fueron muy estilísticas, de una búsqueda que venía de mis películas anteriores sobre cómo hacer un documental para que la gente se pregunte “¿qué es esto?”. Que sientan ficción en la forma, de una manera muy enraizada, y que se sienta como cine, sin las referencias al lenguaje de género documental. Nos preguntamos: “¿Qué género siempre ha sido muy de la ficción? Ok, el film noir. ¿Cómo sería un film noir documental? ¿Quién sería el protagonista? Un detective. Entonces investiguemos a las agencias de detectives. ¿Hay o no hay? Pues hay muchas. ¿Por qué hay muchas?”. Terminamos en el hogar de ancianos porque, después de la historia de La once, era el que yo sabía filmar. Era un caso que se me hacía orgánico y el único lugar en el que yo no iba a arruinar la misión. También tuvimos que preguntarnos cómo filmar esta película sin tener que hacer puras caras borrosas para mantener la confidencialidad de todo el mundo. Así es que yo pude estar inventándome otra película que se supone que estoy filmando mientras Sergio entró a hacer su misión por su lado.

—¿Podrías contarme cómo se componía el equipo encargado de registrar la estadía de Sergio en el hogar de ancianos durante el tiempo que estuvo allí?

—Éramos un equipo bastante reducido. Un director de fotografía, el sonidista, una productora en terreno y asistente de dirección y yo. Lo que hacemos es un mapa de ruta visual. Todas las decisiones estilísticas se toman antes. Si queríamos hacer un film noir entonces buscábamos qué tipo de lentes o iluminación son los que usan en ese género. No voy decidiendo cómo se filma en el momento. Decidimos dónde nos ubicamos para que esa vida fluya de la manera más armónica posible. No estamos montando para cada escena, sino que montamos como si fuera un set de televisión en el que vamos a filmar por varios meses y ahí nos vamos moviendo.

—No se me ocurre cómo lograron algunos de los planos/contraplanos que se ven en la película...

—Tiene que ver con la construcción de montaje. En La once, por ejemplo, una señora dice algo en una escena, la otra le contesta y el plano donde le contesta en el contraplano es de dos años antes. Como siempre tienen la misma luz, siempre están vestidas más o menos igual y siempre hablan lo mismo, porque todas las tardes hablan de lo mismo, entonces lo podía montar libre. En El agente topo pasaba igual. Una escena con plano/contraplano está construida con muchos momentos distintos en esa misma locación. Por ejemplo, las señoras se sientan a almorzar y están todas hablando de Sergio. ¡Se pasaron una semana hablando de él, del “nuevo”! Cuando vos ves esa escena con plano, contraplano y miles de planos que parecen en el momento, fueron ocho días donde registramos conversaciones en todas las mesas.

—Usás las repeticiones de lo cotidiano a tu favor, digamos.

—Totalmente. Es fundamental para poder lograr ese plano/contraplano. Lo que quizás un documentalista aborrecería, que es la repetición, a mí es lo mejor que me puede pasar.

—¿Por qué creés que el público se empeña tanto en entender los límites entre lo ficticio y lo documental de tu obra?

—Creo que sucede porque estamos acostumbrados, o porque nos criamos con una forma de entender el género y con cierto arraigo del lenguaje cinematográfico del documental que tiene que ver con las convenciones de las entrevistas o las cámaras que no se ven. Y entonces surgen preguntas o comentarios: “¿Cómo va a lograr eso con la cámara perfecta?”. “Es obvio que están actuando”. Mi defensa, o mi lucha, es que con mi equipo hemos ido buscando una forma de trabajo que nos permita esa estilización y esos presupuestos para llegar a eso. Nuestros rodajes son carísimos porque implican mucho tiempo. Mi día de rodaje no se materializa en el número de escenas filmadas, como sería en una ficción. Hay semanas en que no tengo material. Pero no es una semana perdida. Tengo que estar ahí, en el terreno, para aprender a mirar.

—Cuando presentaste tu película Los niños en Uruguay, hace un par de años, me comentaste que la temática de ese documental no era el síndrome de Down, sino los deseos de sus protagonistas. ¿Cuál es el caso de El agente topo?

—Quizás también sean los deseos. Es una película donde vemos personas mayores con distintos deseos. Los que quieren trabajar, la que se quiere casar, la que quiere ver a su hijo. Ha aumentado la vida, pero no necesariamente el deseo de vivir. Acá tenemos gente deseando. El tema principal es el aislamiento institucional frente a la dependencia. Una persona mayor que necesita de otros se va a otro lugar y se rompe cualquier vínculo social y familiar, se siente abandonada y sola. Como necesita a otros, ¿no puede estar integrada? Ahí te encontrás también con tantos deseos distintos y tantas maneras de vivir la vejez que no puedes hacer una categorización social, ¿cachai?

—Pienso en lo que contabas de Sergio y su deseo de una última aventura yendo a los Oscar. Uno pensaría que, a su edad, sería difícil encontrarse con ese anhelo.

—Con lo del viaje a los Oscar, era yo la que pensaba: “Ay, no, que no le vaya a pasar algo”. Le decía a Sergio: “¿Cómo vas a ir y cómo me voy a arriesgar yo a esto?”. Él me respondió que entre estar un año más encerrado en su casa y arriesgarse para ir a los Oscar, prefería mil veces tomar ese riesgo. Es como al revés de mi manera de pensar a mi edad, en la que estoy prolongando y cuidando un montón de cosas. Sigue siendo un aprendizaje para mí también.

Vida Cultural
2021-04-14T21:10:00