Adiós, mundo cruel

Adiós, mundo cruel

La columna de Silvia Soler

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Nº 2271 - 11 al 17 de Abril de 2024

En la Sima de los Huesos, en las cuevas de Atapuerca, a 12 kilómetros de Burgos, se encontró en 2001 el cráneo fosilizado de una niña preneandertal que vivió hace 500.000 años. Atapuerca es uno de los mayores yacimientos de fósiles, y fue allí donde descubrieron los huesos de esta chiquita que había sufrido una rara patología llamada craneosinostosis. La enfermedad deformó su cráneo, le afectó el rostro y le produjo un retraso psicomotor. Hoy se sabe que su aspecto debió ser diferente al resto —tuvo una cabeza asimétrica— y se movía con dificultad. Quienes vivían con ella y se cobijaban en las cuevas la cuidaron, la cargaron y le dieron de comer. Solo así se explica que haya muerto a los 11 o 12 años.

El equipo que estudió el cráneo la llamó Benjamina, “la más querida”. Benjamina es un caso emblemático de compasión y el primero de integración de la humanidad que se conoce. En Evolución humana. Prehistoria y origen de la compasión, el divulgador de ciencia Roberto Sáez recopila decenas de casos de amor al prójimo que ocurrieron en la prehistoria y ponen en cuestión nuestra idea de la brutalidad de los neandertales (palabra que se usa a veces para insultar).

Para que Benjamina sobreviviera, alguien comprendió su dolor. ¿Por qué? ¿Cómo saberlo a tanta distancia? Las emociones no se fosilizan, pero los sentimientos esta vez lograron hablar a través de los huesos. Ignacio Martínez Mendizábal, uno de los antropólogos forenses que descubrió el cráneo, se emociona cuando habla del hallazgo. Detrás de Benjamina “están la voluntad y el amor (…). Es el fósil más importante que he encontrado en mi vida porque nunca pensé que encontraríamos al amor fosilizado. Y nos da un mensaje muy hermoso: que estas personas ya eran tan humanas como nosotros… Y nos manda un mensaje hacia el presente porque viendo lo que ellos hacían nos sentimos muy orgullosos de formar parte de ese linaje”, dice.

Medio millón de años después de Benjamina la humanidad sigue lidiando entre la compasión y la crueldad, a marchas y contramarchas. La evolución no ha sido lineal. Si bien el cuidado hacia los débiles palpita en infinidad de leyes y costumbres, la crueldad y la violencia no desaparecen. Según hacia dónde se dirija la mirada, resultará más o menos posible enorgullecerse de pertenecer a la especie humana.

Quinientos mil años después, el presidente argentino Javier Milei, habituado a utilizar las redes sociales para comunicarse, aprobó con un “Me gusta” una publicación que ridiculiza a las personas con síndrome de Down. A fines de febrero, y en medio de un conflicto con el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, Milei se congració con un meme que mostraba al gobernador con características de síndrome de Down. No es la primera vez ni un hecho aislado. El presidente y otros integrantes de su gobierno se han burlado de quienes quedaron sin trabajo luego del cierre o la reducción de empresas estatales y se alegran de “las lágrimas” de los perjudicados. “Si sos un jubilado arriba de no sé cuántos años, es seguro que te vas a morir”, dijo la canciller Diana Mondino en el programa La noche de Mirtha Legrand.

En ocasiones, Milei utiliza imágenes para ejemplificar sus posturas que en vez de ser didácticas llevan la mente a escenarios despiadados. “El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, dijo en 2019. La sustitución de los retratos femeninos de una sala de la Casa Rosada por los llamados próceres es otro ejemplo de perversidad. La iniciativa no nace de una urgencia, de las tantas que vive hoy Argentina, sino más bien de un capricho o una revancha. Fue una mujer la encargada de dirigir el relevo, pero como contrapartida no encontró ninguna que tuviera méritos para estar representada en la nueva sala. Y la fecha elegida fue el 8 de marzo. Ni el 7 ni el 9. No corre la sangre por el cambio de retratos, aunque la acción es profundamente cruel en su simbolismo; algo así como “te lastimo con tu arma y en el día de tu cumpleaños”. “La crueldad está de moda en la Argentina. Luce bien, cae bien”, ha dicho el destacado escritor Martín Kohan. ¿Para quién y para cuántos? Otras voces de psicoanalistas, sociólogos y pedagogos se suman en señalar este desborde de insensibilidad.

Quizás todos hemos sido crueles en algún momento. La definición de crueldad se escurre entre los dedos. Sin embargo, se la reconoce de inmediato cuando se la padece. La filosofía identifica en ella dos componentes básicos: la insensibilidad, al cruel le resulta imposible ponerse en el lugar del otro, y el placer en ver el sufrimiento ajeno.

Si es cierto lo que dice la ciencia, la solidaridad y la compasión han sido fundamentales para que sigamos haciendo de las nuestras en el planeta. Las capacidades sociales que nos diferencian de otros seres vivos hunden sus raíces en ellas. A lo largo de la historia hemos aprendido a valorar los sentimientos altruistas, mientras intentamos tomar distancia de la crueldad o sublimarla a través del arte. ¿Quién no ha sentido una horrible pena ante el mito de Edipo o al leer el cuento infantil de las zapatillas rojas? Ser compasivos nos permite aprender y aprovechar los saberes de los viejos y los más frágiles. Nos hizo fuertes.

Desde una perspectiva antropológica, Milei y algunos de quienes lo rodean combaten un sentimiento que los homínidos cultivamos desde hace miles de años (con tropiezos) y nos trajo hasta aquí, que nos permite disfrutar en paz en un sillón o interactuar en la red X, por poner ejemplos frívolos. Eso solo para no entrar en temas más hondos como lo bien que nos hace amar y ser compasivos.