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    Barbie: entre el cine comercial y la expresión artística

    El futuro que augura el fenómeno del cine del año

    En la entrada de más de un cine de Montevideo, se encuentra una caja sumamente tentadora. Amplia, alta, rosada y con un frente transparente, es fácil de ingresar y aún más fácil de ser fotografiado en ella. Es, en definitiva, irresistible: un reflejo fiel de su dueña original, causante de su aparición en nuestros cines. Esta es la caja de la muñeca Barbie.

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    Barbie, la película, se ha convertido en el fenómeno cinematográfico del año desde su estreno el 20 de julio, con una taquilla en constante aumento que se espera supere los 1.000 millones de dólares para el próximo fin de semana.

    La distribuidora Dispel, responsable de estrenar las películas del estudio Warner Bros. en Uruguay, se negó a compartir con Búsqueda la venta de entradas que ha registrado la película en el país hasta la fecha. El fenómeno, de todas formas, se pudo ver en las últimas semanas en funciones a sala llena, con varios de los espectadores vistiendo de rosa, así como una variedad de funciones, en idioma original y doblada al español, ya pautadas para los próximos días.

    Con su mezcla de fantasía musical y comedia que cuestiona y se burla de los conceptos de representación y feminidad convencional, Barbie ha generado una discusión, aún en desarrollo, sobre la representación que rodea a la muñeca, que desde su creación en 1959 se ha convertido en una figura icónica de belleza, pero también en un estereotipo inalcanzable.

    En esta película, su directora y guionista, Greta Gerwig, abraza la dualidad que ha acompañado al juguete desde entonces, burlándose y celebrando a Barbie al mismo tiempo y capturando la complejidad de la relación que el público tiene con ella. El eslogan de la película lo refleja: “Si amas a Barbie, esta película es para vos. Si odias a Barbie, esta película es para vos”.

    La muñeca protagonista es objeto de críticas por un grupo de adolescentes al traspasar su mundo de fantasía al mundo real. La escena resulta divertidísima (como gran parte de la película), ya que expone cómo Barbie es cuestionada por perpetuar ideales inalcanzables de belleza y por no representar la diversidad de las mujeres, cuestionando así su rol en la cultura contemporánea.

    En su papel de la Barbie Estereotípica, la actriz principal, Margot Robbie, da vida a un personaje más complejo de lo que parece a primera vista. Su evolución contrasta con la imagen “rígida” que se le atribuía al juguete y busca abrazar una humanidad y vulnerabilidad que siempre resultó inexistente. De manera similar, su pareja Ken, interpretado por Ryan Gosling, también emprende un camino de autodescubrimiento.

    La belleza de ambos actores, que posiblemente logren nominaciones en los próximos premios Oscar, es explotada para resaltar una hegemonía artificial, idea que acompaña a la búsqueda estética de toda la película. Cuando nos encontramos en Barbielandia, los ojos son incapaces de cubrir el destacado trabajo de arte que Gerwig y su equipo lograron. Los actores de carne y hueso son parte de un mundo de muñecas colorido, tan tangible como espeluznante en su misión de irradiar felicidad sin fin.

    Una vez que abandonamos esa ambientación para adentrarnos en el mundo tangible de Los Ángeles, representado aquí como “el otro mundo plástico”, la película continúa exhibiendo sus contradicciones. Mientras en el mundo real todo parece gris y dominado por los hombres, en contraste, en el mundo de fantasía de las Barbies emerge una utopía feminista construida con un maximalismo pop que entretiene y abruma por igual.

    La caja de Barbie, uno de los tantos aciertos de lo que hoy se considera una de las campañas de marketing más exitosas de estos tiempos, es también utilizada como una de las principales ideas rectoras de la película. Durante su incursión en el mundo real, Barbie termina en las oficinas de Mattel, compañía creadora y dueña de la muñeca, y también responsable de su llegada actual a los cines.

    Los ejecutivos de Mattel invitan a la Barbie de Margot Robbie a regresar a la caja, reforzando visualmente que el personaje carece de libertad de pensamiento y cuestionamiento sobre su existencia y desafío ante la noción de ser una mujer. Esta representación subraya cómo Barbie no encaja en el mundo patriarcal que Ken intenta replicar luego en Barbielandia.

    La escena ocurre en el segundo acto, donde se introduce el verdadero material emocional de la película: la compleja relación entre madre e hija, que causa los “males” que afectan a Barbie y la separan de su realidad cotidiana. Liderada por el comediante Will Farrel en el papel del CEO de Mattel, esta secuencia, que incluye una persecución a lo largo de las oficinas, hace referencia al cine del francés Jacques Tati y a la opresión laboral en el siglo XXI. No solo se percibe como un torpe momento de comedia física dirigido a un público infantil, sino que también refleja una tendencia, presente y francamente tenebrosa, en el cine estadounidense actual: la presencia descarada de las compañías y sus marcas en la ficción.

    El periodista estadounidense Nathan Lee narra en una crítica de la revista Film Comment que tuvo un curioso encuentro con la influyente crítica de cine de Estados Unidos Amy Taubin, conocida por su aguda perspectiva y análisis sobre el significado cultural y social del cine. Lee cuenta que alguien le preguntó a Taubin si se había sentido “inspirada” por la película, a lo que ella respondió con desprecio: “¡Es sobre una fucking muñeca!”.

    En su respuesta, Taubin resalta un punto crucial: Barbie es simplemente un juguete creado por Mattel, quien debió cambiar su estrategia de mercado debido a un marcado decrecimiento en sus ganancias. La película Barbie, siendo el mayor éxito de taquilla del año, es el resultado de una planificación cuidadosa por parte de la compañía detrás de la muñeca.

    Después de un período de ventas en declive, Mattel tomó la decisión de revitalizar la marca Barbie y expandir su propiedad intelectual en el ámbito cinematográfico. Esta visión fue encabezada por Ynon Kreiz, el CEO de la compañía, quien asumió el cargo hace cinco años con la ambiciosa idea de crear un universo cinematográfico basado en los juguetes de la marca. Así, Mattel entró en el mismo juego de Disney hace décadas al comprar a Marvel y LucasFilm: la explotación de propiedades intelectuales reconocidas por el público.

    Siguiendo el ejemplo exitoso de otras marcas como Lego y Hasbro con Transformers, Kreiz lideró la adquisición de los derechos de Barbie del estudio Sony. Estableció luego una asociación estratégica con Warner Bros. para llevar a cabo la producción de la película. Robbie visitó las oficinas de Mattel en 2018 y quedó fascinada con la historia y los productos de la marca. Fue ella, de hecho, quien propuso la idea de una película de Barbie a Gerwig, directora de Lady Bird y Mujercitas, quien vio una oportunidad de fusionar el mundo de las muñecas con el de la compañía en un guiño metanarrativo que, más que ingenioso, revela las intenciones comerciales de la película.

    “No tuve ni tengo ganas de escribir o hablar ‘seriamente’ de Barbie porque es un fenómeno prefabricado”, escribió la crítica mexicana Fernanda Solórzano en sus redes sociales. “Incluso señalar eso es hacerle el caldo gordo a una marca que decidió que ese sería nuestro tema de conversación, no importa si en favor en contra. Nop (…). No es lo mismo un fenómeno que una película, ni una marca como Mattel que un estudio de Hollywood. Claro: el cine es una industria y crea productos. De estos me ocupo, de los otros, no”.

    La postura de Solórzano, quien como crítica se ubica quizás demasiado a la defensiva de analizar un objeto de entretenimiento cultural de alcance popular, da cuenta de otro fenómeno alrededor de la película: si bien la estrategia de Mattel ha resultado en un éxito comercial innegable, también manifiesta una preocupación latente sobre la mayor presencia del mercado en el arte. Con la reducción de la diversidad de contenido en la industria cinematográfica, con un mercado cada vez más dominado por la nostalgia y las producciones basadas en propiedades intelectuales, un fenómeno como Barbie, pese a las buenas intenciones de su mensaje, augura un futuro poco rosa para el cine.

    Mattel tiene ahora planes ambiciosos de expandir su pisada en el cine y la compañía anunció 14 películas adicionales basadas en sus juguetes, en pos de continuar con su estrategia en una empresa de gestión de franquicias y capitalizar el éxito de sus propiedades más populares. A medida que Mattel y otras compañías profundizan su presencia en el mundo cinematográfico, el futuro de esta industria está en juego. Con Barbie liderando la taquilla, la balanza parece querer inclinarse hacia el lado de quienes hacen y venden los juguetes y no de quienes van al cine a ver películas sobre ellos.