N° 2046 - 14 al 20 de Noviembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos acontecimientos ocurridos recientemente en Ecuador, luego en Chile y ahora en Bolivia, conforman sin dudas un telón de fondo de enorme tensión para Latinoamérica. Imágenes de una represión militar con altos contenidos de violencia vienen circulando desde principios de octubre en redes sociales, lo que genera una creciente preocupación en la población a escala regional. Impacta particularmente el nivel de violencia alcanzado en Chile, que incluye violaciones a mujeres por parte del Ejército, abusos físicos de todo tipo y desapariciones de personas. El continente se encuentra en una situación de gran inestabilidad, y algunas consideraciones resultan relevantes para evitar repetir errores a en el ámbito local, más allá de las diferencias concretas de cada caso puntual.
Aunque en este momento son más las interrogantes que las certezas, el contexto político internacional parecería presentar algunas similitudes, o tendencias, marcadas en primer lugar por un aumento exacerbado –casi buscado– de la polarización social. Esta polarización se alimenta de discursos racistas, misóginos, homofóbicos, transfóbicos, nacionalistas y antiinmigración, que encuentra eco en una gran parte de la población y favorecen el crecimiento de fracciones populistas de extrema derecha.
El resurgimiento global del populismo de derecha aparece fuertemente asociado a sectores religiosos conservadores, que encuentran de este modo una forma de llevar sus ideas cristianas a la esfera política. Sin embargo, estos grupos se han vinculado también con sectores de izquierda en varias oportunidades, ya que el interés está centrado en acceder al poder, más allá de las expresiones partidarias. La serie documental The Family (estrenada en Netflix en agosto de este año) es un buen ejemplo de cómo una organización cristiana con base en Estados Unidos viene funcionando desde 1935 de forma casi invisible, para que todo el país sea “influenciado por Cristo” y conformar así una enorme red de injerencia global, con fachada religiosa.
La complejísima situación actual de Bolivia tiene un poco de todos estos ingredientes. En una sociedad dividida entre quienes apoyan al expresidente Evo Morales y quienes se oponen a él, aparece como líder de la oposición una figura que hasta hace pocos meses era irrelevante en el escenario político del país: Luis Fernando Camacho, “el macho Camacho” como le llaman sus seguidores. Un empresario de 40 años, involucrado en el escándalo de los Panamá Papers, de origen católico pero muy cercano a las iglesias evangélicas, que, tras la renuncia de Morales y García Linera, entró al Palacio de Gobierno, colocó la Biblia sobre la bandera de Bolivia y se puso a rezar. Mientras tanto, las fuerzas de oposición sacaban y quemaban la wiphala (bandera que simboliza a los pueblos andinos y fue reconocida como símbolo del Estado Boliviano por la Constitución de 2008) del Palacio de Gobierno, en un gesto simbólico que habla claramente del desprecio de estas fuerzas hacia la población indígena del país.
Dos días después de la entrada de Camacho al Palacio de Gobierno, la autoproclamada presidenta de Bolivia, la senadora Jeanine Áñez (abogada, presentadora de televisión y política boliviana, hermana del pastor Juan Carlos Áñez) también hizo su entrada a la casa de gobierno con una gran biblia levantada entre sus manos, diciendo: “Gracias a Dios…, que ha permitido que la biblia vuelva a entrar a Palacio, que él nos bendiga”, mientras un “gloria a Dios” estallaba de fondo. En la cuenta de Twitter del movimiento regional Con mis hijos no te metas (@CMHNTM), se celebraba el hecho expresando: “Bolivia | Misión Cumplida. Jeanine Áñez, quien participó como panelista en el Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia este año en Panamá, ha sido elegida como presidenta de Bolivia”.
Según el periodista Jamil Chade, la crisis de Bolivia generó una alerta en la cúpula de Naciones Unidas, donde se entiende que los hechos ocurridos pueden ser “una señal de que el continente podría entrar en una peligrosa espiral de incertidumbre y confrontación entre fuerzas conservadoras, progresistas y grupos gobernantes”, profundizando la polarización regional (UOL Noticias, 2019). Chade plantea que “analistas de grandes organizaciones estiman que Morales podría ser un campo de pruebas, debilitado, para una lucha de poder en la región” y que “los servicios de inteligencia señalan que hoy se ha intensificado la red de contactos entre los militares ultraconservadores en América del Sur”.
En estos momentos de elecciones nacionales en el plano local, se vuelve fundamental que todos los partidos políticos que defienden la democracia y la laicidad tomen conciencia de las fuerzas desestabilizadoras que están operando internacionalmente. Este será el único modo de evitar sorpresas y de asegurar que Uruguay se mantenga firme en el camino democrático, siempre avanzando hacia una sociedad cada vez más justa y con más derechos para toda la población.