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    Biden asume en el “peor escenario”, con mucho por “reconstruir” y con las relaciones diplomáticas con la región lejos de sus prioridades

    Todo lo que avanzó Uruguay en su relación con Estados Unidos durante la administración Trump “desapareció”, opina Ignacio Bartesaghi

    Todos los exsecretarios de Defensa de Estados Unidos aún vivos, demócratas y republicanos, publicaron una declaración conjunta el domingo 3 en el Washington Post. Era un mensaje dirigido al personal civil y militar de esa cartera. “Los esfuerzos para involucrar a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en la resolución de una disputa electoral nos llevarían a un territorio peligroso, ilegal e inconstitucional”, escribieron. “Los funcionarios civiles y militares que dirijan o ejecuten tales medidas serán responsables, incluso enfrentando posibles sanciones penales”.

    Era un mensaje tan claro como inusual en la política norteamericana. Tanto como ha sido todo el proceso electoral y de transición entre la administración saliente de Donald Trump y la de Joe Biden. “¿Qué diría Estados Unidos si esto mismo pasara en otro país?”, se preguntó el especialista Álvaro Caso, en diálogo con Búsqueda, al analizar el “intento de subvertir la democracia” que Trump y sus aliados han puesto en práctica a lo largo de los últimos meses. “Eso es lo que más me rompe los ojos”, añadió Caso. Y todavía era lunes 4 por la tarde.

    Dos días más tarde, cuando el Congreso inició el proceso de ratificación del resultado electoral, Estados Unidos vivió una crisis institucional inédita en su historia reciente. Una vez que la tormenta amaine, Biden tendrá mucho trabajo de “reconstrucción” por delante, tanto en la arena local como internacional, evaluaron académicos uruguayos consultados por Búsqueda. En ese contexto, coincidieron, es probable que las relaciones con la región queden en un lugar bajo de la agenda de prioridades del nuevo gobierno estadounidense.

    El golpe

    La voz de Trump acapara buena parte de la grabación de más de una hora. Su interlocutor principal es el secretario de Estado de Georgia, el republicano Brian Raffensperger. Y el diálogo gira en torno al pedido del presidente para que las autoridades de Georgia “encuentren” los poco más de 11.000 votos que le faltan para dar vuelta el resultado. Porque Trump dice y repite que ganó él, pero que hubo fraude. Todo tipo de fraudes, insiste. Los enumera. Raffensperger habla poco, a veces da la palabra a sus asesores, y sobre todo se dedica a explicarle al presidente que sus datos están equivocados, que no hubo fraude de esa escala. Y también graba.

    La divulgación de ese diálogo el domingo 3, primero en el Washington Post, expuso uno de los últimos movimientos de Trump por revertir el resultado electoral adverso. Antes, su equipo de abogados presentó más de 60 denuncias sobre presuntas irregularidades en las elecciones de varios estados. Una a una la Justicia las desestimó, en la mayoría de las ocasiones porque no había evidencia que las sustentara.

    El Financial Times escribió en su editorial del lunes 4, a partir de la difusión del audio, que “por extraordinario que pueda parecer en Estados Unidos se está intentando lo que, en la práctica, es un golpe de Estado no declarado”.

    Ayer miércoles el Congreso comenzó el proceso de ratificación del triunfo de Biden, el último paso formal antes de la toma de posesión prevista para el 20 de enero. Trump presionó hasta el último momento al vicepresidente Mike Pence para que no cumpliera los pasos previstos.

    Aun sabiendo que no tenían los votos, un grupo de senadores y representantes republicanos decidió presentar recursos para que no se certificara el triunfo de Biden en varios estados. Durante la discusión, el líder de los senadores demócratas, Chuck Schumer, denunció que se estaba ante un intento de golpe de Estado. Su par republicano y un gran aliado de Trump hasta ese momento, Mitch McConnell, dijo que no podían desconocer los resultados porque dañaría la República “para siempre”.

    A unas cuadras del Capitolio, Trump encabezaba un acto con sus partidarios. Su hijo, Donald Trump Jr., amenazó en su discurso a los legisladores que ratificaran el triunfo de Biden. Su padre fue igual de incendiario. “Nunca nos vamos a rendir, nunca vamos a conceder (la victoria)”, dijo. “Ellos dicen que perdimos; nosotros no perdimos”.

    Cuando terminó el acto, los seguidores del presidente comenzaron a acercarse al Capitolio, custodiados por unos pocos policías detrás de unos vallados dispuestos para la ocasión.

    Y de pronto, el caos. Los manifestantes superaban varias veces en número a los policías y se abrieron paso a los empujones. A las 16 horas, la sesión del Congreso fue suspendida de apuro. “Los manifestantes están en el edificio”, le susurró un asesor al senador republicano James Lankford, quien en ese momento estaba dirigiéndose a sus colegas.

    Las imágenes del desastre eran transmitidas en vivo al resto del mundo. Biden declaró que la democracia norteamericana estaba “bajo un asalto sin precedentes”. Los mensajes de solidaridad de otros gobernantes llegaron pocas horas después. El presidente Luis Lacalle Pou escribió en su cuenta de Twitter que manifestaba su “más profundo rechazo ante los hechos de violencia” y expresaba su confianza en que “los valores democráticos de esa nación prevalecerán frente a cualquier intento de menoscabar sus instituciones”.

    Trump publicó un video en Twitter en el que llamó a sus seguidores a retirarse del Congreso, pero también les dio la razón. “Sé que están doloridos por cómo robaron la elección, pero es tiempo de que vayan a casa en paz”, dijo. Y agregó más adelante: “Esta fue una elección fraudulenta, pero no podemos hacerle el juego a esta gente. Necesitamos paz, así que vayan a casa. Los queremos, son muy especiales”.

    En la noche de ayer los legisladores retomaron el proceso de ratificación del triunfo de Biden. Las calles de Washington D.C. estaban pobladas de policías y militares producto del toque de queda decretado por las autoridades. Mientras, los medios norteamericanos informaban que algunos integrantes del gabinete evaluaban invocar la enmienda 25, que permite la destitución del presidente. El Washington Post y el Miami Herald publicaron editoriales ayer pidiendo la remoción de Trump, quien no debería estar ni un día más en el cargo.

    El “peor escenario”

    Sea que es destituido ahora o que abandone la Casa Blanca el 20 de enero, la polarización que caracterizó la presidencia de Trump, quien obtuvo 74 millones de votos, seguirá latente. Una encuesta divulgada por NPR en diciembre muestra que el 72% de los republicanos desconfía de los resultados de las elecciones.

    En los cuatro años de su administración, Trump “ha tensionado más allá de lo razonable las instituciones norteamericanas”, sostuvo Ignacio Bartesaghi, especialista en relaciones internacionales.

    Para el director del Departamento de Negocios de la Universidad Católica, Biden llegará a la presidencia “en el peor escenario y en la peor crisis interna” de Estados Unidos, a lo que se suma que es uno de los países que más ha sufrido el impacto de la pandemia a causa del Covid-19. “Asume al frente de un país dividido, frente a un Trump que ha generado los mayores cuestionamientos y desconfianza del sistema. Esto le va a llevar a Biden, le va a llevar mucho tiempo reconstruir la sociedad norteamericana”. De hecho, acotó, “hoy todavía se habla de la transición y no de los planes del nuevo gobierno”.

    Nicolás Albertoni, otro analista consultado por Búsqueda, opinó que “siempre que hay un cambio en ese bipartidismo estructural que tienen, para un lado o para el otro, siempre se estima un año y medio o dos años de foco del gobierno entrante en la economía doméstica. Sea republicano o sea demócrata, terminan poniéndole, invirtiendo tiempo en la economía doméstica para imponerle su impronta”, añadió.

    Los tres expertos coincidieron en que la confirmación esta semana de que el Partido Demócrata contará con la mayoría en las dos cámaras del Congreso es una muy buena noticia para la futura administración.

    Ninguno de los tres, en cambio, fue demasiado optimista en cuanto al lugar que ocupará la región en las prioridades de la política exterior norteamericana en los próximos años.

    “En la agenda internacional, cuando se empiece a generar, China va a ser el tema número uno, después el cambio climático, la vuelta al Acuerdo de París”, dijo Albertoni. A esa lista Bartesaghi añadió la reconstrucción de las relaciones con la Unión Europea, el “complicado” conflicto con Irán y la tensión con Corea del Norte.

    Bartesaghi opinó además que es difícil que el Mercosur esté en el radar de la administración Biden. El Brasil de Jair Bolsonaro había afianzado la relación con Trump y, de hecho, fue de los últimos en reconocer el triunfo del demócrata.

    Caso, historiador y profesor de la Universidad de Colorado, dijo al respecto que “hay que prestar mucha atención a los mandos medios” que designen en el Departamento de Estado. En los últimos cuatro años el descontento con la política exterior de Trump provocó la salida de muchos integrantes del servicio diplomático. El secretario de Estado designado, Antony Blinken, “es una figura conocida para gente de la región porque estuvo al lado de Biden” durante la administración de Barack Obama.

    “Todo de vuelta”

    En el primer año de su gobierno, Luis Lacalle Pou tomó varias decisiones que le permitieron sintonizar con la administración Trump. Apoyó la reelección de Luis Almagro al frente de la Organización de Estados Americano, condenó al régimen venezolano de Nicolás Maduro y respaldó la designación de Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), lo que rompió la tradición de que la institución no sea encabezada por un estadounidense y provocó molestia en gobiernos de la región. Y cuando apenas faltaba un mes para las elecciones, el canciller Francisco Bustillo visitó Washington D.C. y se reunió con el secretario de Estado Mike Pompeo.

    “Eso desapareció”, resumió Bartesaghi. “Ahora tenés que reconstruir todo de vuelta. El beneficio está en que, si bien volvés un poco para atrás, arrancás con una nueva agenda, y eso te permite mirar a otros actores”. Para este experto no es tan complicado generar “acciones diplomáticas” que le puedan “ayudar” a posicionarse ante las nuevas autoridades. Bartesaghi y Caso señalaron que el rol que tendrá la exembajadora de Estados Unidos en Montevideo Julissa Reynoso, quien fue designada jefa de gabinete de la primera dama, le puede ser útil al Uruguay.

    Información Nacional
    2021-01-07T02:05:00