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    Con su última temporada, Succession marca el fin de una era para HBO

    Las sobras serán millones

    En la icónica toma final de Los Soprano, la tensión se eleva mientras el protagonista, el mafioso Tony Soprano, disfruta de una cena familiar en un restaurante. Al escuchar la campana de la puerta, Tony, en la piel de James Gandolfini, mira hacia la cámara por última vez, antes de que la secuencia se corte abruptamente y la pantalla quede en negro. El espectador, en suspenso, es lanzado a un debate sobre el destino incierto del protagonista.

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    En la última escena de Succession, la exitosa serie producida por HBO, no hay lugar para tal ambigüedad. Kendall Roy, un millonario que buscó liderar Waystar Royco, la megacorporación fundada por su colosal y abusivo padre, contempla la bahía de Nueva York en una tarde cuyo ocaso refleja el fin del propósito de la vida que conocía hasta ahora. Pese a los millones que recibirá por la venta del negocio familiar —operación que no pudo detener—, se ha quedado sin aquello que más le importaba: el legado de su padre. Su vida y la de sus hermanos se hicieron añicos. Les queda el dinero.

    Los Soprano transformó a la televisión como medio narrativo. Succession, a lo largo de sus cuatro temporadas emitidas entre 2018 y 2023, volvió a revitalizarla. Creada por el guionista inglés Jesse Armstrong, la serie encontró su lugar en el panorama actual de la televisión no como la más popular de sus propuestas, sino como un nuevo ejemplo de una narración audaz al servicio de un grupo de personajes moralmente corruptos.

    Al introducir un protagonista mafioso con una complejidad emocional pocas veces vista, cuyas acciones dejaban a los espectadores inmersos en un conflicto interno, Los Soprano desafió los estereotipos arraigados de lo que un protagonista de una serie debía ser, y brindó un personaje que sentó las bases para otros de su clase que incluye a Walter White (Breaking Bad) y Don Draper (Mad Men). Ahora suma a la familia Roy como su última adquisición. Sujetos a un bucle shakesperiano de demolición intrafamiliar en donde los límites entre el negocio y la vida personal no existen, Succession se coronó, tras su último episodio el domingo 28, como una sátira punzante sobre la ultrarriqueza y su influencia en la sociedad estadounidense y el mercado capitalista internacional.

    La serie se centró en la sucesión del imperio de Logan Roy, un magnate multimillonario interpretado por Brian Cox, y los conflictos por el control de la empresa entre sus hijos: Kendall (Jeremy Strong), el hijo mayor y heredero aparente hasta que su padre decide que no cuenta con la voracidad y dureza que el trabajo necesita; Roman (Kieran Culkin), cuya crianza y abuso lo convirtieron en el bufón perverso de la corte de su padre, y Shiv (Sarah Snook), quien al comienzo de la serie se mantuvo distante del negocio familiar e inmersa, brevemente, en carrera en la política. También está Connor (Alan Ruck), un príncipe malcriado e hijo mayor de Logan, con una madre diferente al trío. El relato, al igual que a sus hermanos, lo ignora de una forma hilarantemente cruel.

    La trama muestra la crueldad y codicia de la naturaleza humana mientras explora la inevitabilidad de la repetición de los traumas generacionales en ciclos de abuso sin fin, lo que genera una mezcla de simpatía y desprecio hacia sus personajes principales. Con una visión nihilista, Armstrong y su equipo de guionistas dieron vida a una historia basada en los Murdoch como ejemplo de un imperio mediático familiar cuyo accionar moldeó directa y negativamente a la sociedad global.

    Con tramas entrelazadas y un enfrentamiento constante entre el bien y el mal en el contexto de la familia y el mundo corporativo, Succession ofrece una mirada crítica y cautivadora a las dinámicas del poder en la sociedad contemporánea. La habilidad de Armstrong y su equipo, encabezado por el director Mark Mylod, para combinar drama y comedia se destacó en todos los rubros posibles para una obra audiovisual que con maestría entrelaza escritura, dirección, fotografía, interpretación y música.

    Su última temporada repitió varias de las líneas argumentales vistas en el pasado, aunque reforzando sus ideas principales. Tras un tercer episodio que marcó la sorpresiva despedida de unos personajes insignia, puso a los hermanos Roy en un enfrentamiento triple. Mientras Kendall, Roman y Shiv buscaron detener la adquisición de Waystar por parte de la empresa sueca GoJo, liderada por un millonario tecnológico personificado por Alexander Skarsgard, los hermanos también se enfrentaron a sí mismos (en una dinámica de destrucción a la que sus padres los sometieron durante su vida adulta) y a sus demonios personales. Imaginar que Succession no terminaría como lo hizo, de manera trágica para el futuro personal de cada hermano, era pecar de un optimismo que la serie jamás tuvo.

    Mientras que Culkin y Snook pulieron la encarnación de sus personajes al punto de convertirse en protagonistas indiscutibles, la dinámica entre los personajes de Strong y Cox —un hijo intentando no verse ennegrecido por la sombra de su padre— convirtió a esta historia en El rey Lear del siglo XXI. Inspirado por técnicas de actuación muchas veces públicamente criticadas por sus propios compañeros de elenco, Strong construyó en Kendall un empresario carismático, ambicioso y con problemas de adicción que compitió hasta el final por el control de la compañía familiar, en planes y traiciones que lo llevaron a su propia destrucción. Con toques de Michael Corleone, Kendall fue una figura dramática que generó una inesperada empatía con los espectadores.

    Succession debutó en 2018 y desde entonces el panorama empresarial y político bajo el que la serie se gestó atravesó cambios. Actualmente, HBO forma parte del conglomerado Warner Bros. Discovery, que ha implementado medidas para reducir costos y anunció recientemente el cambio de nombre del servicio HBO Max a Max. La marca HBO se enfrenta ante una ola creciente de competencia y debe adaptarse para mantenerse relevante. Su programación no parece alejarse, a futuro, de la creciente tendencia de apostar a las propiedades intelectuales reconocidas y no a la innovación que figuras como Armstrong pueden traer. Por el momento, Succession, la última gran serie de la televisión, no ha dejado un reemplazo cercano y todo parece indicar que no lo habrá por un tiempo. Logan Roy lo sabía y sus hijos lo aprendieron a los golpes: el dinero, lamentablemente, siempre, gana.