Cortar la cinta invisible

Cortar la cinta invisible

La columna de Facundo Ponce de León

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Nº 2112 - 24 de Febrero al 2 de Marzo de 2021

Al ver la inauguración de la UAM me acordé del famoso escritor ruso Anton Chéjov. Para explicar la extraña asociación tendremos que dar tres rodeos. El primero es la bienvenida gestualidad republicana de lo que se vivió el lunes pasado. Ya se ha mencionado en diversos medios, pero nunca está de más repetir la importancia de ciertas acciones.

En consonancia con la retirada conjunta de Julio Sanguinetti y José Mujica del Senado, el Plan Nacional de Salud Bucal bautizado “María Auxiliadora Delgado”, o la reunión del exintendente canario Marcos Carámbula en Torre Ejecutiva; la presencia conjunta del presidente Luis Lacalle Pou, la intendenta Carolina Cosse, el ministro Carlos Uriarte, el intendente Yamandú Orsi y distintas autoridades nacionales y departamentales es digno de celebración. El final feliz de la cogobernanza de la UAM es una buena noticia de nuestro sistema político. Demuestra responsabilidad en las obligaciones de gobernar, ser oposición, y negociar en tiempos prudenciales.

Segundo rodeo: el momento del corte de la cinta. Allí se colocaron tijera en mano las autoridades. 3, 2, 1, a cortar. Aplausos. Lacalle Pou sale rápido y entrega un trozo de cinta a Daniel Martínez y otro a Ana Olivera. Cosse va detrás y hace lo mismo, y suma a Christian Di Candia. Reconocer a los anteriores jerarcas es otro lindo gesto político, como el que tuvo Tabaré Vázquez con Jorge Batlle al inaugurar el Aeropuerto en 2009. Pero hay que detenerse en este aspecto gestual y entenderlo en el marco de lo que significa ser político y hacer política.

Tercer y último rodeo: lo visible y lo invisible. Imaginen que por un segundo Lacalle Pou y Cosse se reúnen antes de la inauguración para ver a quiénes darles un trozo de cinta. Quieren ser justos. Al minuto ya validaron a Martínez, Olivera y Di Candia. Simple, exintendentes. Va un pedazo de cinta para cada uno. Luego Lacalle Pou sugiere a un miembro del ministerio que fue clave en la implementación del organigrama, Cosse le propone también un trozo de cinta para la secretaría general, que estará a cargo del Ministerio de Ganadería, y otro para el director de Regulación Alimentaria de la intendencia. Enseguida suma a Isabel Andreoni, directora de la unidad Montevideo Rural, y Lacalle Pou hace lo mismo con Jorge Gandini, que lideró las negociaciones parlamentarias… En ese momento revisan los documentos, y los informes, y los archivos. Se dan cuenta de que si le dieran un trozo de cinta a todas las personas que hicieron posible la apertura de la Unidad Agroalimentaria Metropolitana la cinta tendería al infinito. Eso sin siquiera sumar a los productores que generación tras generación sostuvieron y empujaron la actividad. Por poner un solo ejemplo, habría que darle un trozo de cinta a Antonio Aufe, quien empezó en el Mercado Modelo cuando tenía 12 años; y este lunes, con 87 años sobre la espalda, se trasladó a la UAM para seguir trabajando.

Salgamos de la reunión imaginaria de Cosse con Lacalle Pou pero retengamos este asunto: ¿en qué momento se vuelve imposible rastrear hasta dónde llega la cinta? ¿Cuándo se vuelve invisible? La política es visibilidad, hay que estar en la foto, hay que meter tijera y hay que hacerse ver. Pero también tiene la política un costado invisible que la sostiene, y que también es político. No es ni superior ni inferior al aspecto visible. Es otra dimensión, y es tan relevante como la primera: el problema es que su invisibilidad la vuelve casi imposible de buscar.

Ahora llegamos a Chéjov. Conocido mundialmente por sus cuentos y sus piezas teatrales, primero fue médico. Es más, él mismo declaró que su literatura es hija de su formación como doctor, que sus cuentos son una manera de hacer el diagnóstico justo de una condición humana determinada. Para estudiar medicina, Chéjov se trasladó de su ciudad natal, Taganrog, a Moscú. La distancia son 1.143 kilómetros, y el viaje en tren, que el ruso hizo en setiembre de 1879, demora hoy 23 horas. ¿Cómo hizo si era pobre? Ganó una beca de la Rusia zarista. En su ciudad ni siquiera había universidad. Con esa beca estudió y ayudó a su familia. Era tanta la penuria económica que empezó a hacer cuentos para poder seguir estudiando y pasarles parte de la beca a su madre y sus cinco hermanos. Se recibió en 1885. Ya se había vuelto conocido como escritor y dramaturgo. El resto de la historia es sabida. Para algunos entre los cinco mejores literatos de todos los tiempos.

Siempre quise saber quién le otorgó la beca. Lo investigué sin éxito. Eran los tiempos del último zar, Nicolás II. Eso es lo que se conoce, lo visible. ¿Pero a quién se le ocurrió implementar un sistema de becas para esa inmensidad que es Rusia? ¿Y quién fue el burócrata que estaba en una oficina perdida en Taganrog recibiendo a este muchacho de 17 años en harapos que decía que quería curar a las personas? Aquel oficinista público zarista, que nunca sabremos su nombre porque apenas se sabe lo de la beca, hizo política al cumplir el papeleo y otorgar la matrícula a Chéjov para trasladarse a Moscú. No verán en Wikipedia ni en ninguna página en español ese dato, es muy poco conocido. Lo publicó un biógrafo de Chéjov recién en 1998 y está solo en inglés. Pero es un hecho clave y responde a una acción política. Repito: no es ni mejor ni peor esta anécdota por ser invisible. Algunos se rasgan las vestiduras por jactarse de hacer sus acciones en silencio y que no se vean. Error. En política la visibilidad es bienvenida. Otros le quitan importancia a lo invisible por considerarlo inferior, como si no llegara al mérito de la visibilidad. Error. Desconocen que hay un momento que perdemos la cinta, pero ella sigue, y a ciencia cierta todos merecen un pedacito, aun aquel que ni siquiera sabemos su nombre.

La política, la visible y la invisible, cambia la vida de las personas. Nunca podemos asir del todo este proceso porque es un entramado muy denso. Pero imaginen los vecinos que vivían al lado del viejo Mercado Modelo el silencio que deben sentir ahora a las 4 a.m. Será extraño después de décadas escuchando camiones que entran y salen. Cambiará sus vidas. Imaginen a los nuevos vecinos… La historia de una mujer que estaba a punto de desesperar y ahora consiguió trabajo en el nuevo local. Vuelve a respirar.

Las familias que mudan los establecimientos estarán viendo cómo honrar la memoria de los viejos productores en el nuevo edificio. De alguna manera también aquellos pioneros deberían recibir un pedazo de cinta. Y también los innovadores que están pensando cómo mejorar todos los procesos: acelerar cargas y descargas, generar trazabilidad más clara para el consumidor, traducir la página al mandarín para acercar nuestra granja a los chinos… Algunas de esas cosas quedarán en el camino, otras darán un viraje que hoy no nos imaginamos.

La UAM es lo que vimos el lunes y todo lo que no vimos ni veremos. Iniciativas más o menos visibles, pero que son todas políticas y afectan a la vida de las personas y a la historia del mundo. Mientras miraba el acto inaugural y los saludos, no sé por qué me acordé de que sin aquella beca no habría existido El jardín de los cerezos.