De locos que cantan la justa y comidas que terminan mal

escribe Javier Alfonso 
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Las compañías Los Años Luz y Pequeño Teatro de Morondanga desembarcaron en el primer piso de la Galería de las Américas hace diez años. Luego de recuperar el local donde en los 80 y 90 había funcionado un teatro y un cine (El Reloj), las huestes de Roberto Suárez crearon y estrenaron allí Bienvenido a casa. Los propietarios, la compañía dirigida por los actores y directores teatrales Álvaro Correa y Virginia Marchetti, bautizaron la sala como La Gringa, en honor a una obra olvidada de Florencio Sánchez. En 2014, Los Años Luz tomó el control total de la sala y de su programación. El origen del nombre es elocuente sobre la línea estética que el elenco ha mantenido en este tiempo: un buen balance entre el drama y la comedia, en clave realista, con fuerte arraigo en el Río de la Plata.

Ante la inactividad de las salas departamentales y de buena parte del circuito independiente, el teatro situado en 18 y Yí ha sido el primero en retomar las funciones. Desde inicios de febrero volvió El loco y la camisa (viernes a las 21), del argentino Nelson Valente, un nombre devenido en común denominador de la breve historia de la sala. Estrenada en 2017 con dirección de Marchetti, esta comedia dramática es el mayor éxito de La Gringa. En sus cuatro primeras temporadas llevó a unos 20.000 espectadores.

Ambientada en un típico hogar de clase trabajadora del conurbano bonaerense, cuenta la historia de una familia aparentemente convencional pero que intenta esconder a uno de los hijos por su discapacidad. Cuando lo dejan hablar, el muchacho, notablemente interpretado por Matías Vespa, dice todo lo que ve y lo que siente. “A nadie le gusta tener en su familia a alguien que todo el tiempo te está diciendo la verdad”, dice Valente sobre la partícula elemental de la obra. La historia narra cómo los padres (a cargo de Correa y Martha Vidal) deben lidiar con su incapacidad para aceptar la condición de su hijo. Sus dificultades emocionales para procesar el vínculo terminan siendo más problemáticas que la condición del joven, y el autor aprovecha las posibilidades del humor como recurso para canalizar la acción y la intensidad del relato. La versión uruguaya solo difiere con la argentina en las mínimas adaptaciones geográficas al territorio montevideano.

Con más de una década de funciones ininterrumpidas (hasta 2020) esta obra fue un clásico de la escena del Gran Buenos Aires. El autor estuvo muy vinculado al Banfield Teatro Ensamble, un centro cultural que tuvo que cerrar sus puertas definitivamente por la pandemia. Según contaron a Búsqueda, Correa y Marchetti fueron a verla varias veces a Banfield y trabaron amistad con Valente, quien vino al estreno montevideano. “Es muy interesante entender cómo surgió esta obra a nivel dramatúrgico. Primero las historias son representadas como números de café concert, el género estelar en ese teatro. Con el público sentado en mesas, comiendo y tomando una copa, y entre shows de comediantes y otras piezas breves, se escenificaban las escenas dramáticas fragmentadas”, cuenta Correa. Luego de varios años, las obras se van cohesionando y pasan a hacerse en el formato teatral tradicional. Esa raíz popular es la característica del teatro de Valente. Son textos profundos desde lo conceptual pero simples en su construcción y sencillos en su lenguaje, despojados de ornamentos estilizados o figuras poéticas. Van al hueso, sin concesiones ni eufemismos políticamente correctos. Y allí radica su potencia y su belleza.

Aunque Correa y Marchetti han transitado por un amplio espectro de estéticas, incluso en las antípodas del realismo, y aunque en La Gringa contratan puestas de otros estilos dramatúrgicos, esta forma de teatro directo y popular se ha ido decantando como el género que da identidad a la sala. “No fue algo que nos hayamos propuesto, pero con las otras obras que hemos estrenado de Valente y de autores similares se ha ido dando así, se ha trazado una línea conceptual”, explica Correa. Marchetti agrega que el público —que llena prácticamente todas las funciones, sea cual sea el espectáculo en cartel— conecta muy fuerte con esta sensibilidad.

Los directores entienden que los espectadores de teatro montevideanos tienen mucho más en común con la idiosincracia de la provincia y del interior argentino que con la vida en una gran capital como Buenos Aires. Incluso se da el curioso fenómeno de que todos los fines de semana viene mucha gente del interior a ver sus espectáculos. “No están de paso, vienen específicamente a ver una obra en La Gringa y se vuelven, incluso esa misma noche”.

Como en cualquier emprendimiento familiar, la pareja (arriba y abajo del escenario) que dirige el teatro está presente en todas las funciones, cortando boletos, acomodando al público y guiando a los espectadores en la salida. Sin una fuerte presencia mediática como por ejemplo tienen otros directores de salas independientes como Franklin Rodríguez, y con un bajo perfil en redes sociales, el secreto de este éxito de convocatoria pasa “por la selección de los espectáculos y por el boca a boca, que es nuestra principal herramienta de difusión”.

En 2018 Los Años Luz estrenó otra obra de Valente en la misma línea: Solo llamé para decirte que te amo. Esta otra comedia dramática está centrada en una ama de casa brillantemente interpretada por Fabiana Charlo y su universo de vínculos: ante la apatía y desinterés que le prodigan su marido y sus hijos, la mujer fantasea con una posible relación extramatrimonial y se desencadena su crisis, explotada al máximo desde el humor, por supuesto. Durante tres temporadas esta pieza fue representada en tándem con El loco y la camisa, con la que, de hecho, compartieron escenografía. Decisión atípica que no resultó un problema en absoluto.

Como una prima hermana de El loco y la camisa definen Correa y Marchetti a Como si pasara un tren, otra obra argentina contemporánea montada por Los Años Luz en La Gringa, dirigida por Correa y Marchetti, que acaba de iniciar su tercera temporada (sábados a las 22) y que fue vista por unos 7.000 espectadores. En un plan realista muy en línea con el teatro de Valente, trata sobre una madre con un hijo con una disminución cognitiva que aumenta su dependencia. Más que sobre el tema de la discapacidad, la obra, escrita en un tono más entrañable y con menos componente humorístico, apunta a la exacerbada sobreprotección maternal, y cuenta con las actuaciones de Fabiana Charlo y Franco Rilla.

En noviembre de 2020 se estrenó el tercer título de Valente en La Gringa: Declive, nuevamente dirigida por Marchetti, que volverá en marzo, luego de que baje de cartel Era como que bailaba, la notable versión libre de Wozzeck de Raquel Diana y Eli Almic. Es la historia más oscura y grotesca de las tres versionadas por la compañía montevideana: una comida familiar, un domingo cualquiera entre dos matrimonios formados por dos hermanos (Martha Vidal y Álvaro Correa) y sus respectivos cónyuges (Ernesto Liotti y Rosa Simonelli). La reunión comienza como una más, con los convencionalismos de siempre, hasta que uno de ellos, médico, plantea que está harto de su vida, no le gusta la medicina, y piensa en largar todo e irse a vivir solo al campo. De inmediato se inicia una discusión generalizada, todo se va al demonio, a punto de irse a las trompadas. En la hora que dura esta historia, el clima opresivo y violento llega al límite de lo sostenible, no solo para los personajes sino también para el público. Alguno incluso no lo soportó y se fue de sala antes del final.

Vida Cultural
2021-02-17T21:15:00