El ángel exterminador

escribe Eduardo Alvariza 

Dura poco más de diez minutos. Vemos a Matt Dillon comer un huevo duro en su casa, salir con su chelo, ensayar con la orquesta y volver al hogar en metro. Pero esa salida rutinaria, de todos los días, cambiará su vida. Durante el viaje en metro, bajo esa inconfundible luz blanca, se le ocurre preguntarle la hora a una pasajera que se sienta enfrene. La mujer le responde con la misma pregunta y acto seguido lo sigue por las calles hasta su casa. A partir de allí se instala un juego inquietante que incluye los tópicos de la identidad, el sexo, los afectos reconocidos e incluso el arte, esto es: el espacio que uno ocupa en el mundo. La banda sonora es envolvente, un juego de cuerdas que tienen que ver con la propia música que Dillon interpreta (la Sinfonía simple de Benjamin Britten) y ruidos ambientales. El tono sobrepasa la extrañeza y bien podría tratarse de un thriller o de un breve relato fantástico con el tema del Otro, como en William Wilson, de Poe.

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