El destino de los inmuebles públicos ociosos

Lector  

Adrián Peña era muchas cosas y destacado en todas, pero yo quiero recordarlo como un ser entrañable. Lo conocí siempre ocupando cargos de importancia, pero nunca posando de prohombre. Siempre apagando incendios, pero nunca echando leña al fuego. Siempre enfrentando dificultades, pero nunca con el ceño fruncido. Siempre cordial, siempre optimista, siempre trabajando sin descanso, siempre por buenas causas. Solo un hombre así podía convocar a la multitud variopinta que lo despidió en su San Bautista natal, entre el desconsuelo de su familia, el dolor de sus amigos, y el desconcierto de todos por el cruel capricho del destino. Su recuerdo permanecerá en nuestros corazones, y en el mío multiplicado con gratitud, por la atención y la distinción con la que me honró en el camino político que transitamos juntos.

Esta nota es exclusiva para suscriptores de BÚSQUEDA y GALERÍA
Elegí tu plan y suscribite

Suscribite

¿Ya sos suscriptor? Iniciá sesión

Probá nuestro servicio, registrate y accedé a una nota gratuita por semana.