El destino ya nos alcanzó

El destino ya nos alcanzó

escribe Fernando Santullo

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Nº 2212 - 9 al 15 de Febrero de 2023

Cuando el destino nos alcance era el título de una vieja película de ciencia ficción protagonizada por Charlton Heston. El título original era Soylent Green y describía una sociedad distópica en la que la violencia, la escasez de alimentos y la segregación social eran la norma. La traducción, que como muchas traducciones de títulos de películas no se caracterizaba por su sutileza, aludía al instante en que el futuro que construimos a partir del presente se hacía realidad y nos arrasaba a todos. Un futuro, un destino, que el protagonista se encargaba de develar en el final del filme y que era cualquier cosa menos optimista. Pues bien, pareciera que la incertidumbre como destino laboral estructural de muchos uruguayos, nos alcanzó y pocos de los decisores parecen haber tomado nota de ello.

Eso es lo que parece desprenderse tanto del estudio realizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) como de una interesante entrevista que le hacen al economista Matías Brum, ambos publicados por el diario El País. El informe del CED es resumido de manera clara por el también economista José Licandro en seis tuits: “1. La pandemia parece haber acelerado la destrucción de tareas simples y de baja remuneración afectando sectores como servicio doméstico y comercio. Pero también aceleró otras como servicios vinculados a la tecnología. 2. Eso afecta particularmente a los jóvenes, que en su mayoría abandonan el sistema educativo formal y que antes podían aspirar a los empleos de baja calificación. 3. La reforma educativa tiene un gran desafío en proveer a nuestros jóvenes de una educación que mejore y apunte hacia los sectores que se expanden y que ofrecen mejores salarios. La sociedad también tiene el desafío de convencerlos de que vale la pena el esfuerzo. 4. Otro aspecto favorable es la mayor formalización del empleo. A ello aportan tanto la nueva oferta de trabajos de calidad, como las mejoras en los beneficios de SS que otorga hoy el sistema con los cambios impulsados recientemente (seguro de desempleo, asignaciones familiares, etc). 5. Es imprescindible crecer más rápido para consolidar las tendencias y generar oportunidades. La estabilidad macro y social del país, su mayor apertura, permitirán aumentar la necesaria tasa de inversión para que ello ocurra. 6. Sería muy bueno para el país que en la campaña electoral venidera estos temas formen parte muy relevante de la agenda de discusión”.

La cita es larga, aunque vale la pena para entender los impactos de un problema que parecía estar ubicado en el mediano plazo, pero que ya se instaló entre nosotros y no parece ser un elemento cíclico: muchos empleos de peor calificación y más baja remuneración se están yendo para no volver. La pandemia trajo al presente inmediato aquel destino que parecía aún lejano y por llegar.

De manera similar, Matías Brum dice en la entrevista que si bien en 2022 se produjo “una baja genuina de la informalidad” y que “el vaso medio lleno refleja menos gente trabajando sin registro”, al mismo tiempo significa “más gente fuera del mercado de trabajo y mayor pobreza”. Dice Brum: “La pandemia desplazó gente a la inactividad, sobre todo informales y por eso la informalidad cae; después, cuando la economía rebota, hay gente que nunca vuelve a su situación anterior. Y también hay gente que entró, por circunstancias especiales que se dieron, en el mercado. Con una baja en el salario real y un aumento en la demanda de trabajo por parte de las empresas, es probable que se hayan generado oportunidades. Pero la contracara de eso es que, seguramente, haya gente que con esos salarios bajos no esté dispuesta a volver al mercado de trabajo”. Y después dice estar “más convencido de que hay un componente de irreversibilidad importante, o sea que efectivamente se destruyeron empleos que no van a volver.”

Lo sorprendente no es que la academia constate que un proceso que ya se venía cocinando (y sobre el cual se ha cansado de avisar) se haya acelerado y concretado como efecto colateral de la pandemia. Lo sorprendente es ver que fuera de esa academia (que en estos temas suele limitarse a otros economistas) nadie parezca haber tomado nota de la bomba. No hay que ser un genio para conectar el aumento de la violencia entre bandas de narcos por el control de territorios con la existencia de “gente que con esos salarios bajos no esté dispuesta a volver al mercado de trabajo”. O con lo que Licandro señala sobre los afectados por estos cambios: “Jóvenes que en su mayoría abandonan el sistema educativo formal”. ¿Cuántos jóvenes integran hoy esas bandas? ¿Cuántos son estudiantes que desertaron del sistema educativo, perdiendo la cobertura que este les daba, y que no lograron ingresar al mercado formal, quedando así por fuera de la cobertura que proporciona esa formalidad?

Licandro plantea una cuestión clave cuando dice que sería “muy bueno para el país que en la campaña electoral venidera estos temas formen parte muy relevante de la agenda de discusión”. Sin embargo, no hay razones para ser optimistas en este sentido. A pesar de la eventual reforma, la discusión en la educación sigue anclada en cuestiones de gobernanza (quien manda más en los organismos de decisión) o en las falsas oposiciones entre contenidos y competencias (debate absurdo y perimido). Y esto es así, calculo, porque no hay uno solo entre quienes están discutiendo estos temas, políticos y sindicalistas, que se encuentren en la clase de intemperie en la que se encuentran aquellos jóvenes que, cada vez más, ven el narco como una salida más viable que la precariedad mal paga de por vida.

De nada sirven los diagnósticos técnicos o las opiniones de los académicos que están más empapados en el tema si la institucionalidad que debería hacer algo con esos diagnósticos y recomendaciones permanece enroscada en posturas ideológicas cerradas que responden no a la lógica de las necesidades sociales sino a la lógica electoral de la búsqueda o permanencia en el poder. A priori, parecería que los primeros que deberían haber tomado nota de lo que dicen Brum o el CED (y con lo que insisten también Bruno Gili y Gabriel Oddone) son los sindicatos y los partidos políticos. Pero en realidad tanto unos como otros son parte del sector formalizado y por tanto su agenda responde a esa realidad, no a la del muchacho del quintil de menor ingreso que abandona el liceo y que, sin perspectiva alguna de mejorar siguiendo el menú de opciones legales que se le ofrece, encuentra atractivo el mundo del narco y la violencia.

En aquella escena final de Cuando el destino nos alcance (que, por cierto, se desarrollaba en 2022), el personaje de Charlton Heston proclamaba a los gritos la revelación clave de la película (no voy a espoilerla, no teman). Pero su vozarrón resonaba en el vacío: el sistema estaba tan afianzado que ya no había vuelta atrás. A la luz de los escasos ecos que se registran en el tema laboral y lo poco que los decisores parecen estar entendiendo sobre la gravedad del asunto, parece que el grito de instituciones y académicos también aquí pasará desapercibido. Será que el destino ya nos alcanzó y casi nadie tomó nota.