El disparate trans

El disparate trans

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2275 - 9 al 15 de Mayo de 2024

La prostituta esto, la prostituta aquello, la trans, el trans, una trans, los amigos trans. Así se fueron llenando estos días las páginas de los medios de comunicación, a partir de la imputación a Romina Celeste y Paula Díaz por las denuncias falsas contra Yamandú Orsi.

“Disculpen el atrevimiento, quería saber si soy la única persona que siente ASCO al ver esas caras?”, comenta alguien debajo de un posteo sobre el tema, publicado en Instagram por un portal de noticias.

Los hechos ocurridos pusieron rápidamente en evidencia el desprecio profundo que una gran parte de la población sigue teniendo hacia las personas trans, en especial hacia las mujeres trans. Un delito cometido por dos mujeres, que de inmediato mancha la reputación de todas las demás. Las locas, las putas, las poco confiables. Hay piedra libre para el repudio, para despacharse a gusto con todo tipo de insultos, de disparates.

Y parece que no importa tanto opinar sobre la campaña sucia y sobre lo complejo que se puede esconder detrás de este hecho, importa más si “jajaja ¿van a ir a la cárcel de mujeres o a la de hombres?”. Y de paso, aprovechar a sacar toda la artillería antigénero: “Aunque te amputes el pene siempre vas a ser hombre”, respondió Gustavo Salle con tono jocoso en una entrevista, tono que fue in crescendo hasta llegar al clásico: “¡Quieren despoblar el planeta! Destruir al ser humano ¡destruir al niño!”, en una argumentación de manual, que prefiere seguir expandiendo el miedo de que “van a homosexualizar a tus hijos!” en vez de ponerse, por una vez en la vida, en la piel de una comunidad que ha sido y sigue siendo víctima de todas las violencias posibles.

Porque Romina Celeste y Paula Díaz no representan con sus acciones a todas las mujeres trans uruguayas, pero sí son parte de una comunidad que está profundamente atravesada por la marginalidad. Como muestra el primer censo de personas trans en Uruguay realizado en 2016: de las 853 personas censadas, 90% son mujeres. De ese total, solo 16% pasa los 50 años de edad. La violencia y discriminación que en un alto porcentaje proviene inicialmente de sus propias familias, hace que muchas tengan que abandonar los hogares a edades tempranas, lo que a su vez las desvincula del sistema educativo y las acorrala en una supervivencia en la que el trabajo sexual callejero es de las pocas alternativas. Esto las expone a condiciones de trabajo insalubres, marcadas por la violencia. De todas las personas censadas, 88% declararon haber sido discriminadas en algún momento de su vida. En particular, en los ámbitos educativos, la discriminación proviene tanto de estudiantes (75% de los casos en Primaria y 72% en Secundaria) como de docentes, y estas violencias van desde el aislamiento social o la violencia verbal a una violencia física que a veces es leve (empujones o tirones de pelo) y a veces presenta episodios importantes, con heridas graves.

Por supuesto que una realidad así impacta en la salud mental de las personas, ¿cómo podría no hacerlo? Pero entonces, lejos de reaccionar como sociedad y aprovechar estas instancias para cuestionarnos profundamente sobre el lugar “cloacal” al que constantemente se empuja a estas comunidades, solo se recrudece la violencia hacia ellas. Y parece que resulta más fácil salir a hacer declaraciones como: “No le puedo dar validez a un trans marginal”, como expresó el senador blanco Sebastián da Silva. O que las “trans prostitutas” no son “loquitos”, sino personas que sabían “perfectamente lo que estaban haciendo”, como escribió el activista de izquierda Esteban Valenti.

Se habla más de las mujeres trans para insultarlas cuando se comete un delito, que para entristecerse cada vez que hay un nuevo asesinato a una de ellas, o para alegrarse cuando hay instancias positivas y de disfrute de sus derechos, como por ejemplo, la Semana de Arte Trans (organizada por la Secretaría de Diversidad de la Intendencia de Montevideo), que se celebra desde 2018 y este año presentó su cuarta edición, con artistas internacionales de enorme calidad.

El próximo 17 de mayo, día internacional contra el odio a las personas LGBT+, es una buena oportunidad para reflexionar sobre estos temas y repensar las maneras en que podemos contribuir a una sociedad con menos odio.