Emma Sanguinetti, crítica y divulgadora de arte, fue la entrevistada en el ciclo After Culturales

escribe Silvana Tanzi 
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La pueden conocer por su voz, que desde hace más de 20 años está presente en la tarde de Radio Sarandí en su espacio Enter-arte. O tal vez por sus clases de Historia del Arte, que también están por cumplir 20 años, o por algunas de sus críticas o columnas en Búsqueda. O porque alguna vez le regalaron uno de sus libros a un niño. Cualquiera sea el vínculo, todos saben que Emma Sanguinetti es una apasionada del arte, y de difundir arte. Abogada, periodista cultural, docente, divulgadora de arte, gran lectora y conversadora, Sanguinetti fue la invitada el martes 9 en el segundo encuentro After Culturales en Magnolio Sala.

Su pasión comenzó desde niña, en una casa repleta de cuadros y de libros, y fue creciendo durante su juventud. Cuando le llegó el momento de estudiar una carrera en los años 80, se encontró con algunos obstáculos: Bellas Artes estaba cerrada y también la cátedra de Historia del Arte en Humanidades, que era lo que quería estudiar. “Entonces fui por Abogacía, pero claramente no soy una abogada vocacional. Lo que sí sabía era que tenía que buscar el camino hacia mi vocación, que la tuve definida muy temprano”.

Después de pasar por la UBA en Buenos Aires y de terminar Derecho en la Udelar, continuó desarrollando una carrera autodidacta y de a poco fue apareciendo “más arte y menos abogacía”. “Soy muchas cosas y en todas ellas me siento hija de esta construcción personal, que tiene mucho de pasión y mucho de disciplina. Siempre digo una frase de Frédéric Beigbeder, gran escritor francés: ‘El autodidacta está siempre estudiando para el examen que nunca va a dar’. Me siento identificada con eso”.

Como periodista cultural y divulgadora, trata de que el arte le llegue a la gente. “Ha sido siempre un lugar propio de la élite, y precisamente por funcionar a partir de círculos estrechos no permea. A mí me gusta exactamente lo contrario, en lugar de encerrarnos, abrir puertas. Y no hay otro modo de hacerlo si no es acercando el arte a la gente con un lenguaje comprensible a través de la divulgación”.

Es así que se decidió a organizar un curso de Historia del Arte. Sus clases cumplen 20 años en 2025 y han sido un gran éxito. Su fórmula no es secreta y la explicó en la entrevista: “Mi vida ha funcionado a partir de ideas, que me aparecen todo el tiempo como flashes. La curiosidad me genera una especie de deseo, de poner algo en funcionamiento. Las clases surgieron por esa necesidad de conexión con la gente. No quería dar Historia del Arte académica, porque para eso hay espacios. Lo que hago es construir una historia dentro de la que aparecen cuatro o cinco ideas o conceptos que vienen de la historia del arte. Soy una contadora de historias sobre grandes personalidades del arte. Ese es el único secreto, no hay otro más que la comunicación”.

Por su primera nota en Búsqueda, una doble página sobre el aniversario de La Gioconda, llegó a la radio. El periodista Enrique Mrak (fallecido en 2014), que tenía un programa en las tardes de Sarandí, la leyó y la llamó. “En el escritorio tenía mi nota y me dijo que quería que hiciera eso en la radio. Le dije que no era posible. Él decía que lo iba a poder hacer y que me iba a ayudar. Así arrancó esa aventura. Lamentablemente Enrique murió, pero yo seguí, hasta ahora, con Sergio Puglia. Llevo más de 900 columnas. Todas las semanas es un desafío pensar qué historia voy a contar”.

El otro aspecto de la divulgación es la crítica de arte, hoy escasamente ejercida en los medios de comunicación. Para Sanguinetti, su desaparición se debe a la dificultad de análisis que el arte de la segunda mitad del siglo XX le plantea a quien escribe. “La crítica como género nació en el siglo XIX de la mano espontánea del poeta Charles Baudelaire. En los salones de París empezó a publicar pequeñas reseñas que se fueron convirtiendo en crítica. Tiene una crítica de un salón de 1848 que es imponente: escribió el nombre del artista y debajo tres puntos suspensivos. Eso es crítica. Estaba expresando a través de la puntuación una opinión sobre uno de esos artistas que se llevó el viento. Eso pasa o va a pasar con el arte contemporáneo. Toda época tiene un 90% de fuegos de artificio, cosas muy impactantes, pero que se quedan en la superficie. El fuego artificial es bello, pero dura muy poco. Lo que llega son los grandes nombres que logran sobrevivir porque tenían una sustancia que les permitió proyectarse”.

Puso el ejemplo de la primera exposición impresionista, un hito del nacimiento de la pintura moderna, en la que se presentaron 22 pintores, pero hoy solo reconocemos el nombre de siete. “Siempre pienso todo lo que les dijeron a los impresionistas, y cuando leo esas críticas, pienso: ¿y nosotros no estaremos haciendo lo mismo cuando vemos las obras contemporáneas y no entendemos nada? Porque nos pasa a todos (el público ríe). Espero vivir lo suficiente para ver qué es lo que queda de fines del siglo XX y comienzos de este. Aún no ha pasado el tamiz del tiempo, y enfrentar la actualidad es complejo”.

Las instalaciones, el videoarte, las performances son algunos de los lenguajes que trajo el siglo XX y con ellos también llegó una vieja discusión sobre qué es el arte. “Optaría por lo que dice Arthur Danto, historiador de arte norteamericano: ‘No todo es arte, pero todo podría llegar a serlo’. Apunta al proceso que sucedió a partir de la revolución de los impresionistas del siglo XIX, cuando los artistas pudieron hacer lo que quisieron y como quisieron. Hasta el siglo XIX la historia del arte es instrumental, es arte de encargo, al servicio de algo: del mecenas, de la Iglesia, del poder político. La revolución moderna es moderna porque los impresionistas pueden empezar a pintar lo que quieren. La pregunta ¿qué es arte? o ¿esto es arte? empezó ahí, y es consecuencia de la libertad. Eso es lo interesante del fenómeno. El nudo de no entender nada es que el artista puede utilizar todos los medios para hacer aquello que quiere. Y todo eso se vuelve como una especie de gran barullo”.

Si antes de los impresionistas estaban los jueces que en los salones decían qué era arte, ahora la legitimación está en los museos y los curadores. “Se ha generado una nueva instrumentalidad donde el fuego de artificio se legitima a partir del museo, de los directores y curadores. En una palabra, estamos en problemas”.

Su lugar en el mundo es, sin dudarlo, Florencia. “Es una ciudad donde el arte se respira de una manera humana. Hay grandes capitales de las artes, Roma, Viena, París. Pero Florencia tiene esa cualidad íntima, uno camina y todo lo que encuentra es humano. Cada piedra exuda arte”. Dice que llora todo el tiempo frente a las obras de arte, y algunas de sus exalumnas dieron fe en la entrevista que es así. “Me siento cómoda en ese costado de fragilidad y dejo que la obra me lleve. He pasado momentos sublimes. En Florencia, en cada esquina”.

En la Pinacoteca Antigua de Múnich tuvo largas conversaciones con el Autorretrato de Durero como Cristo. “No sé cuánto tiempo estuve frente a ese cuadro chiquito. El museo estaba vacío, me senté y hablé con Alberto, porque yo lo trataba de Alberto. Eso me pasa con los cuadros. Entablo conexiones que van más allá de cualquier análisis, les empiezo a preguntar cosas”.

Durante mucho tiempo le pidió a su padre como regalo de cumpleaños un cuadro y su colección es importante. Pero entre todos elige uno que le llegó con los 56 años. “Es un dibujo pequeño de Barradas. Son cuatro líneas, lo miro y no puedo creer su capacidad de síntesis. Es un pintor que me provoca muchísima emoción”. En algún momento, Emma Sanguinetti tendría que escribir sus conversaciones con los grandes maestros de la historia.

Vida Cultural
2024-04-11T00:40:00