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Tony Soprano se fundió a negro, Walter White tuvo su último aliento mirando el techo y Don Draper encontró la felicidad en la forma de un jingle para una bebida gaseosa. Con el adiós a cada uno de esos protagonistas complejos, odiosos, queridos, idolatrados —y masculinos— de la televisión estadounidense, también se despidió su última era dorada. En su lugar llegó Netflix y la guerra del streaming. Varios bandos y una misma necesidad: más ficciones. Bienvenida el hambre. Bienvenida Succession.
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La serie creada para la señal HBO comenzó a emitirse en junio de 2018. Dos años y dos temporadas después, resultó una de las últimas grandes ganadoras de los Premios Emmy. Se llevó siete como Serie Dramática, incluyendo Mejor Serie, Dirección, Guion, Actor Protagónico, Actriz Invitada, Casting y Edición. Desde un hotel, donde participó de la ceremonia de forma remota debido al coronavirus, el creador de la serie, Jesse Armstong, celebró con un par de “des-agradecimientos”.
“Des-agradezco al virus, por mantenernos separados a todos este año. Des-agradezco al presidente Trump por su respuesta mala y descoordinada. Y a Boris Johnson y su gobierno por hacer lo mismo en mi país”, dijo Armstrong. “Des-agradezco a todos los gobiernos nacionalistas y casi nacionalistas del mundo que son exactamente lo contrario de lo que necesitamos. Y un des-agradecimiento a los magnates de los medios que hacen tanto para mantenerlos en el poder”.
No es la primera vez que Armstrong, quien también fue premiado como guionista gracias al episodio This Is Not For Tears (final de la segunda temporada), se muestra como un autor interesado por el humor y la política. De su trabajo en Inglaterra como guionista surgieron ficciones icónicas como The Peep Show; series precursoras del humor incómodo de The Office como The Thick of It y la película In the Loop, donde comparte crédito con el creador de Veep, Armando Ianucci, otro británico importado por HBO.
Antes de ser serie, Succession era el guion de una película. Una llamada Murdoch y dedicada a recrear un cumpleaños de Rupert Murdoch y sus familiares, donde el magnate australiano de los medios busca alterar la herencia de su imperio millonario. Murdoch jamás se filmó pero Armstrong mantuvo la idea, con retoques. En lugar de los Murdoch, la familia protagonista serían los Roy, cuatro hermanos cuyo padre, Logan Roy (Brian Cox), debe decidir quién de sus hijos seguirá sus pasos al frente de Waystar Royco, un imperio que incluye medios de prensa y entretenimiento, parques temáticos y una línea de cruceros.
El primer episodio de Succession fue capitaneado por Adam McKay, cineasta aliado del comediante y director Judd Apatow que hoy cuenta con el aval de la Academia gracias a sus sátiras sobre la economía y política estadounidense (La gran apuesta, El vicepresidente). Para establecer el lujoso mundo empresarial de los Roy, McKay planteó una introducción frenética, con una cámara en mano y cortes abruptos y zooms dentro del plano que podrían pertenecer a un falso documental. Un ojo más voyeur que curioso y con libertad para adentrarse en el mundo de algunos pocos.
La serie, sin embargo, no revela su verdadera naturaleza y su grandeza hasta que supera el tándem de los primeros tres capítulos, con una tramposa primera línea argumental en la que la vida de uno de los protagonistas pende de un hilo. Es una decisión algo confusa como comienzo, pero que en retrospectiva brinda el tiempo suficiente para conocer al resto del elenco, en particular a los hijos de Roy interpretados por Jeremy Strong, Sarah Snook, Kieran Culkin y Alan Ruck. Como alivio cómico, de toda la serie, se encuentran Matthew Macfadyen y Nicholas Braun como yerno y sobrino del personaje de Cox, respectivamente.
Entrar en un mayor detalle argumental significa remover el disfrute de una de las series con algunos de los mejores finales con suspenso de los últimos años. Más destacable aún es la capacidad que Armstrong ha encontrado en moldear el género “drama” a su favor. Los conflictos en Succession giran alrededor del poder, la política, el dinero y la familia, pero son cargados con un humor que deja entrever cierto origen británico en la concepción de este relato estadounidense.
Hay, también, ciertas reminiscencias del cine más ambicioso de finales de la década de 1980 como Wall Street. No tanto por similitudes visuales con el cine de Oliver Stone, sino por la obsesión en los personajes dispuestos a todo por acceder al poder y vivir, eternamente, a partir de un legado económico. El retrato de Logan Roy es como si el Gatsby de Fitzgerald hubiese hecho su fortuna en el siglo XXI entregándose, por completo, a la amargura que viene con ocupar la silla de un reino de mentiras.
Hombres multimillonarios en decadencia no suenan, en primera instancia, como una ficción ideal para ver actualmente, con el motor capitalista del mundo en búsqueda de un cambio de aceite. Sin embargo, Succession no olvida que, antes que la trama, están los personajes, por lo que se hace cruelmente fácil empatizar con los dilemas personales del clan Roy. Cox y Strong, quien encarna al hijo mayor Kendall, elaboraron una de las dinámicas padre-hijo más interesantes en la ficción actual, con ambos personajes participando en un juego de ingenio constante. Strong, casi que un maniquí empresarial, encuentra una expresividad y emoción enorme en una batería de titubeos, silencios y un par de ojos sencillamente tristes. Cox, en contraposición, se da el gusto de alternar entre una máquina de insultos (Fuck off! es su frase de cabecera) y un depredador paciente que sabe esperar antes de atacar a su presa.
Fuera de la teoría de autor en el cine, aquella que trata al director como el verdadero artista —en la televisión, ese rol recaería sobre el supervisor y creador de la serie, una suerte de productor con responsabilidades creativas—, Succession es una serie que demuestra el poder detrás del armado de un elenco sin malas elecciones. Strong es un verdadero hallazgo (próximamente se lo verá en la nueva película de Aaaron Sorkin, El juicio de los Siete de Chicago), pero cualquiera de sus familiares en la ficción merecen reconocimientos.
Aún se desconoce la fecha de regreso de Succession. Por lo pronto, habrá que esperar hasta el año que viene. El principal responsable de la demora es el coronavirus, que ha hecho estragos a la ciudad en la que Succession se ambienta: Nueva York. Si hay una pequeña esperanza, está en unos dichos recientes de Brian Cox. El actor, también nominado al Emmy, señaló que noviembre puede ser una fecha tentativa para que la serie comience a rodar su tercera temporada.
Las dos temporadas se encuentran disponibles en la plataforma de HBO y HBO Go. Hasta ahora, la serie ha sabido cosechar varios fanáticos por estos lares gracias a un consumo maratónico que hace sobresalir el encanto adictivo detrás del ascenso y caída del clan Roy. Una cualidad más que digna para sobrevivir en esta guerra del streaming que apenas comienza.