Gracias, Cavani

Gracias, Cavani

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2106 - 14 al 20 de Enero de 2021

A Cavani siempre hay que agradecerle. En primer lugar porque es hermoso verlo jugar, y además porque le ha dado más de una satisfacción al país en muchas competencias internacionales. Es por eso que resulta lógica la defensa en bloque desde el Río de la Plata al actual delantero del Manchester United. También es lógico el enojo ante una decisión como la de la Federación Inglesa de Fútbol (FA), que decide suspender al jugador durante tres partidos y cobrarle una multa de 100.000 libras por considerar que su posteo (el “gracias, negrito” dedicado a un amigo) era “insultante y/o abusivo y/o impropio y/o desprestigiaba el deporte”. Y claro, quien más quien menos en Uruguay ha escuchado o ha empleado en forma cariñosa esa expresión para referirse a alguna persona querida, y hasta la Academia Nacional de Letras uruguaya respaldó la posición, argumentando que apodos como Negri, negrito o negrita se pueden usar para expresar cariño.

Nadie duda de la buena voluntad de Cavani, ni de quienes lo apoyan ni de sus colegas que escribieron una carta pública a la FA. Se podría sí quizás dudar un poco más de las buenas (o al menos de que sean desinteresadas) intenciones de la marca de vino que aprovechó el revuelo para sacar una edición limitada con ese nombre, o de la avioneta que el fin de semana pasado sobrevoló las playas de Punta del Este llevando un cartel con esa frase, firmada Equipo TMA (una agencia de representación de futbolistas). Pero más allá de la indignación popular y el apoyo incondicional al ídolo compatriota lo que de ningún modo se puede pasar por alto es la opinión de la población afrodescendiente, que parece no ver el asunto en forma tan desenfadada.

Representantes de las colectividades afro, desde activistas de la academia, comunicadoras hasta deportistas, han manifestado en estos días la incomodidad con respecto al término negrito, por más cariñoso que suene a oídos de la “mayoría” de la gente. “Esa frase está mal”, dijo el basquetbolista estadounidense radicado en Uruguay, Howard Wilkerson, que dedicó un vivo de Instagram de más de media hora a dar su opinión al respecto, entre mate y mate y en un perfecto español con acento uruguayo. Wilkerson señaló que el mundo está cambiando y que “los afrodescendientes queremos que el racismo cambie también”. Aunque se diga “con amor”, muchas de las voces que se manifestaron no lo sienten así: “Nosotros nacimos con nombre y después pasamos a ser ‘la negra esto’, ‘el negro esto’, pero no fue así como nos trataron en nuestra casa, no es un sobrenombre dado por nuestra familia, lo recogemos de afuera”, explicó la Lic. Lourdes Rodríguez al programa Primera mañana de Radio El Espectador. Y otras muchas voces se sumaron en este sentido, como la de la modelo y activista Romina di Bartolomeo, el integrante de Jóvenes Afros Martín Rorra, la artista y comunicadora Mayra da Silva o la doctora Alicia Esquivel. Todas las voces coinciden en señalar que llamar a alguien a partir del color de su piel tiene un fuerte origen racista y que, claramente, no existió lo mismo pero a la inversa (“gracias, blanquito”), básicamente porque así funcionan los privilegios y eso significa exactamente ser un cuerpo “racializado”, un cuerpo que es marcado y señalado por el color de su piel.

En un artículo dedicado a este tema en el periódico El Tiempo, de Colombia, el investigador cultural y experto en cultura afroamericana Ángel Perea expresó que “en el reclamo uruguayo se revelan taras atávicas. En primer lugar, hacen un reclamo que los pone en el centro de toda consideración, mientras excluyen de toda consulta a las personas que a lo largo de la historia de América han visto afectadas del modo más grave la totalidad de sus vidas”. Puede sonar fuerte la crítica, pero más fuerte es lo que la frase revela: que las expresiones que se naturalizan y se defienden con tantas buenas intenciones esconden en su interior el dolor histórico de miles de personas. Y si tan buenas son las intenciones, no se entiende por qué cuesta tanto cambiar un hábito que genera dolor a una parte importante de la población.

Son pocas las personas que admiten ser racistas, en Uruguay y en el mundo entero. Sin embargo, quienes estudian los “sesgos inconscientes” aseguran que la mayoría de las personas lo son, aún sin darse cuenta. El racismo es un fenómeno estructural y está presente en la sociedad, en el Estado y en todas las instituciones (desde instituciones educativas hasta, por qué no, la propia Academia Nacional de Letras). No es la primera vez que los colectivos afrodescendientes de Uruguay señalan expresiones con las que se sienten incómodos: en 2013 se llevó adelante la campaña “Borremos el racismo del lenguaje” para solicitar a la Real Academia Española que elimine la expresión trabajar como un negro de su diccionario. En 2018, se plantearon críticas al afiche de la Fiesta de la Patria Gaucha, que presentaba la imagen romantizada de una mujer afrodescendiente amamantando a un bebé blanco, invisibilizando el dolor vivido por las mujeres esclavas que eran obligadas a dejar de amamantar a sus propias hijas e hijos para amamantar ajenos. Pero la sociedad toda le sigue dando la espalda a estas reivindicaciones, sin poder ver más allá de sus narices. Es más fácil pretender que se trata de caprichos exagerados de personas resentidas antes que cuestionarse los propios privilegios e intentar cambiar para mejorar como colectivo.

Es por esto que una vez más hay que agradecerle a Cavani: por darle al país la posibilidad de volver a poner estos temas sobre la mesa. Quizás la discusión y la reflexión global sirvan para finalmente dar un paso adelante como sociedad en el camino hacia la eliminación del racismo en Uruguay.